Centros culturales: Emblemas arquitectónicos¿Preocupa más el continente que el contenido?Por Alberto López Echevarrieta Con objeto de contrastar experiencias europeas relacionadas con los centros culturales, ha tenido lugar en el Palacio Euskalduna de Bilbao, el Congreso Internacional “Los nuevos centros culturales en Europa” organizados por el Grupo Xabide. A través de distintas ponencias se han debatido aspectos relacionados con la gestión de estos -a veces mastodónticos- edificios creados para hacer y distribuir cultura. “Lo que aquí se ha tratado han sido los aciertos y desaciertos que hemos tenido en nuestras gestiones, ha señalado a Arteshoy Roberto Gómez de la Iglesia, ponente y consejero-delegado de Xabide. Hemos hecho un análisis de la situación en que nos encontramos de cara a aprender unos de otros”. Centro Pompidou, punto de partida En 1977 se inauguró en París en Centro Pompidou, que, como ha señalado en su ponencia Jean Dethier, exdirector de arquitectura de dicho centro y Gran Premio Nacional de Arquitectura, ha marcado un antes y un después en el concepto de los centros culturales. Dethier ha desmitificado algunas leyendas y tópicos sobre los orígenes, la creación, la arquitectura y el funcionamiento de la “gran fábrica” parisina. Para él, “el reciente acoplamiento conceptual de los dos mitos fundadores de los nuevos museos, el Pompidou y el Guggenheim-Bilbao, propiciará el nacimiento en 2007 en una pequeña ciudad de Francia, víctima de la desindustrialización regional, de una última arquitectura “heroica”, destinada a acoger, en Metz, un satélite del Centro Pompidou, al igual que Bilbao acogió en 1997 un satélite del Guggenheim de Nueva York”. ¿Continente o contenido? Para Gómez de la Iglesia, la creación de estas macroestructuras arquitectónicas que encierran cultura tiene un peligro: “A veces damos más importancia al continente y menos al contenido. El continente es muy importante, la arquitectura, el aspecto, cómo conexiona con su entorno físico y social… No hay que olvidar que el centro cultural no es un fin en sí mismo. Es un medio. Evidentemente hay diferentes tipos de centros. Algunos han sido pensados para ser motores de transformación o para tener una proyección internacional y básicamente turística. Otros lo son básicamente para generar vida ciudadana, vida cultural cotidiana. Hay que tener claros los objetivos y el proyecto, pero cuidado con la cultura-espectáculo, porque no vaya a matar la esencia cultural en conexión con los ciudadanos”. En este sentido, el arquitecto pamplonica Patxi Mangado se ha preguntado por qué en nuestra sociedad los centros culturales se han convertido en fastos externos. “En muchos casos –ha dicho- el sentido de dotación va mucho más allá del contenido para buscar en el objeto, y particularmente en su aspecto exterior la representación, sólo la representación, del hacer institucional. Se trata más de vender la escena que la realidad. Los contenedores, en varios casos, tratan de ser reflejo inmediato del mundo que les rodea y, por ello mismo, acentúan su valor de consumo, por encima de cualquier otro valor que dota de contenido a la realidad de la arquitectura. En esta situación, los programas y los servicios no son un objetivo final, que acote la realidad del problema y los arquitectos sucumbimos a la intención de desposeer al objeto de cualquier condicionante. El espacio público, su dimensión y estructura, y los interrogantes por él creados, resultan ser un agarradero, como nunca antes, para superar los aires de banalización y hacer que estos grandes centros culturales, al menos en lo que tienen de arquitectura, se enfrenten a lo que realmente da sentido a nuestro trabajo: el espacio público, la ciudad, no importa el concepto que tengamos de la misma”. Una mina para la cultura Para Wolfgang Ebert, consultor de proyecto de la cuenca del Ruhr (Alemania), “en las últimas décadas, la cultura se ha identificado cada vez más como un recurso económico en toda Europa por varios motivos. Existen muchísimos ejemplos de cómo y dónde se han desarrollado los mercados de la “industria cultural”. Ebert ha defendido el lugar del patrimonio cultural mundial “Mina de carbón y planta de coque Zollverein XII” en Essen. “Zollverein –ha dicho- es el punto de reunión del pasado, el presente y el futuro. El pasado es la ruta del carbón. Zollverein fue hace tiempo la mayor mina de carbón de Europa, el centro neurálgico en la vida de 5.000 mineros y sus familias. Las cintas transportadoras, los tamices vibrantes, el edificio de los volquetes y la vía de las vagonetas son testimonios de la interacción entre hombres y máquinas. El presente vive de los nuevos usos dados a los edificios construidos en la superficie; edificios que han dado a Zollverein la reputación de ser “la mina de carbón más bella del mundo”. La sencillez de su fachada Bauhaus es igualmente adecuada para conciertos, espectáculos de danza y espectáculos teatrales, por no hablar de congresos, conferencias y ferias”. Nokia: El mayor centro cultural de Europa El aprovechamiento de veteranos edificios como centros culturales ha ocupado también la ponencia de Marianna Kajantie, directora de Kaapelitehdas de Helsinki, el mayor centro cultural de Europa. “En la década de los años 90 y comienzos del nuevo siglo –ha dicho- se empezó a hablar del acceso a la cultura y de la diversidad cultural. Al mismo tiempo, el diseño de los centros comunitarios ha estado íntimamente ligado a la práctica de dar nuevos usos a edificios antiguos. La mayoría han nacido desde las bases, pero siempre con el apoyo y ayuda de técnicos y funcionarios innovadores, al menos en el caso de Helsinki. En parte, este proceso innovador se debió a la recesión de los 90. Un antiguo laboratorio científico militar fue transformado en estudios para artistas, una planta de tratamiento de residuos fue rehabilitada para una joven compañía teatral y la fábrica de Nokia, la “Cable Factory”, alberga hoy numerosos estudios, escenarios, museos, escuelas de arte, etc. La fábrica de Nokia es una parte importante del patrimonio industrial de la ciudad. Cubre más de 50.000 metros cuadrados y fue construida en tres fases desde 1939 hasta 1954, siendo el edificio más grande de su tiempo. En la actualidad, 900 empleados trabajan en la antigua factoría y más de 200.000 visitantes pasan por ella anualmente. Ha contribuido significativamente a mantener la “clase creativa” en la ciudad incluso cuando los artistas se marchaban de la metrópoli en busca de estudios más baratos. La “Cable Factory” no estaba ocupada, nunca ha estado vacía y desde el comienzo su administración ha estado organizada como una sociedad limitada, con un director general totalmente independiente del ayuntamiento. Se trataba de algo único en aquel momento, pero su eficacia tuvo muchos seguidores. El municipio no ha invertido nada en las obras de rehabilitación del edificio. La fábrica se ha ido renovando paulatinamente en función de los fondos disponibles y aún así se ha mantenido en constante uso y con unos ingresos estables. Inicialmente, según los planes finales de los 80, la reconversión y rehabilitación de edificios para fines municipales fue estimada en 70 millones de euros”. En el Congreso han tomado parte más de 250 personas entre asistentes y ponentes de diversas comunidades autónomas españolas y países europeos.
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Nº 9 - Marzo de 2006 |
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