Buscar en Arteshoy | |
DiscosPor Xavier Valiño Elvis Costello: My Flame Burns Blue (Deutsche Grammophon) El perfecto hombre renacentista, al menos musicalmente hablando. Ahí tenemos a Elvis Costello dando otra lección de que puede con todo. En este caso le ha tocado a algo que podríamos denominar swing o, cuando menos, el estilo de las orquestas de los años 50. Costello repasa canciones propias y ajenas junto a la Metropole Orkest, una orquesta holandesa de 52 miembros, que le sirve de apoyo para realizar el sueño de poner en un disco lo que ha estado haciendo en los últimos años cuando no tenía una guitarra delante. Bien, no hay objeción, salvo que Elvis Costello pasará a la historia de la música por lo que hizo en sus primeros años cuando tenía una guitarra delante. El resto sólo se reduce a la muy loable intención de no repetirse y ponerse retos por delante. The Kooks: Inside In / Inside Out (Virgen/EMI) Lo mejor del fenómeno Artic Monkeys, al menos para este grupo de Brighton, es que aquellos se han llevado toda la atención de los medios, por lo que The Kooks se pueden concentrar en su música -lo peor, claro está, que su cuenta bancaria nunca estará al mismo nivel-. Y lo cierto es que su debut, Inside In / Inside Out, no desmerece respecto al de los de Sheffield. Las referencias más obvias se sitúan en la órbita de The Kinks, The Jam o Supergrass, algo evidente en singles como “Sofa Song” o “You Don't Love Me”. “Seaside”, el corte que lo abre, comienza en tono acústico para dejar que las guitarras se desmadren en el siguiente corte y ya no perder el tren hasta el final. Prometedor debut. Neil Diamond: 12 Songs (BMG) Cuando Rick Rubin dice que con quien más le gustaría trabajar ahora es con los Rolling Stones, no hay más que rezar para que eso se produzca. Él es el artífice de muchos de los mejores momentos de gente como LL Cool J, Jay Z, Slayer, System Of A Down, Tom Petty, Donovan y, sobre todo, los últimos cinco enormes discos de Johnny Cash. Igual que hizo con el ‘Hombre de Negro’, Rubin revitaliza ahora la carrera de Neil Diamond con el que es el mejor disco de su carrera. Y para conseguirlo ha optado por la vía más sencilla: dejarlo que cante 12 canciones nuevas con sólo su voz, su guitarra y el espartano acompañamiento puntual de una banda. Nunca había sonado así, nunca había compuesto canciones así, con lo que todos salimos ganando. ¡Quién lo iba a decir! Mick Jagger, toma nota. The Decemberists: Picaresque (Rough Trade-Sinnamon) En su tercer disco, estos nativos de Portland han conseguido lo que parecían haber perseguido siempre desde un principio. La voz y las composiciones de Colin Meloy -tiene un disco a su nombre con versiones de Morrissey, buena pista de por dónde van los tiros- marcan la senda de un pop contagioso, barroco y obsesionado con el mar y el amor, especialmente si éste acaba en muerte (“Of Angels and Angles” o “We Both Go Down Together” -una copia no declarada del “Losing My Religion” de REM), enfermedad (“The Mariner's Revenge Song”) o prostitución (“On the Bus Mall”), aunque lo mejor llega con “16 Military Wives”, “The Sporting Life” y “The Infanta”. Isobel Campbell & Mark Lanegan: Ballad Of The Broken Seas (V2) Sobre el papel parecía una pareja destinada al desastre. Isobel Campbell y Mark Lanegan, la bella y la bestia. Sin embargo, funciona. Ballad Of The Broken Seas es folk y blues. A veces se viste con arreglos de cuerda elegantes e intoxicantes. En otras suena a algo muy puro. Por momentos logran un enfrentamiento en el que quedan reflejadas sus personalidades, aunque también consiguen que la yuxtaposición de ambos sume enteros, como el relato gótico de sospechas y traiciones “The False Husband”, el vals “Do You Wanna Come Home With Me” o la pieza pop central, “Honey Child, What Can I Do”. Dulce-amargo, ying-yang, Nancy Sinatra-Lee Hazlewood, Kylie Minogue-Nick Cave, Campbell-Lanegan… The Magic Numbers: The Magic Numbers (Heavenly-EMI) Cosas más raras se han visto, pero pocas como la resurrección a mediados de la primera década del siglo XXI, de The Mamas & The Papas. Bueno, no son ellos, algo imposible, claro está, pero se les parecen mucho. Estas dos parejas de primos con ascendencia en Trinidad, Nueva York y Londres puede que hayan salido aupados de la escena independiente inglesa, pero lo suyo tiene que ver, sobre todo, con aquel pop-folk californiano de mediados y finales de los 60, de los que el grupo de Mamma Cass era su mejor exponente. No es de extrañar que la sensación de felicidad que se desprende de su debut se extienda a sus conciertos, que algunos describen como una experiencia gozosa parecida a acudir a misa y acabar cantando y dando palmas. “Love Me Like You” y “Forever Lost” son los momentos más pop que se escapan a este tono. Cat Power: The Greatest (Matador) Tendemos a tomar a Chan Marshall, conocida como Cat Power, como uno de los mejores ejemplos de la escena independiente norteamericana. Incluso se la asocia con un sonido espartano, folk, al que le cuesta hacerse oír, sobre todo en directo. Pero hay que tener en cuenta que Cat Power ha colaborado con Sonic Youth y ha hecho canciones con The Dirty Three o con el sonido de Foo Fighters. Su reciente disco es una de las grandes sorpresas de la temporada, al contar con músicos veteranos del soul de Memphis que grabaron en su día con Al Green -aquí, “Love & Communication” parece la respuesta al “Love And Happiness” del propio Green-. No se trata tanto de madurar o de dejar atrás su aureola; no es tanto una reinvención como la realización de un destino. Valiente movimiento que funciona bastante convincentemente, aunque no llegue a emocionar como podría suponerse de antemano. Anthony Hamilton: Ain’t Nobody Worryin’ (BMG) Se pueden oír los ecos de los clásicos, claro: de Marvin Gaye a Donny Hathaway, de Bobby Womack a Otis Spann. Como dijo DJ Rupture, “lo mejor siempre es retrospectivo”. Y, sin embargo, a pesar de evocar a los maestros, el segundo disco de Anthony Hamilton en tener una distribución convencional, sólo podría haber sido editado ahora. Suena a soul, pero contemporáneo. Tiene lo que debe tener: por encima de cualquier discusión sobre la tonalidad, la estructura de las canciones, sus arreglos instrumentales o la perfección de su interpretación, queda claro que la vida respira en su música, algo que le hace alcanzar una majestuosidad para la que no hay palabras, que nos llega a los sentidos de una forma impronunciable y totalmente inalcanzable para una presentación en PowerPoint.
|
Nº 9 - Marzo de 2006 |
© ArtesHoy.com - Todos los derechos reservados |