Franz Ferdinand, el reto del pop
Entrevista
Por Xavier Valiño
¿Cómo ha sido la presión para que grabaseis un disco de tanto éxito
como el primero?
- La verdad es que hemos sido nosotros los que hemos
presionado más a la compañía de lo que ellos nos han presionado a nosotros. Nos
daba la impresión de que a los grupos les lleva mucho hacer discos hoy en día. Se tiran
mucho tiempo de gira, así que cuando llegan al estudio están aburridos. En nuestro caso,
decidimos que la gira fuera corta para editar un disco cuanto antes. Pero tampoco es que tengamos un
manifiesto; la mayor parte de las cosas las hacemos intuitivamente. Por ejemplo, con este nuevo disco
teníamos claro que no queríamos repetirnos, aunque sin expresar exactamente cómo.
¿Cómo ha cambiado el grupo en este disco?
- Cuando grabamos el primer álbum, sólo
habíamos dado unos 30 conciertos; con este disco llevamos ya unos 300. Si antes tenías
que decir qué querías hacer con la música, ahora simplemente sucede. Es como
trabajar con telepatía: vas más allá de las restricciones del vocabulario de
todos los días y llegas a una forma de expresión mucho más pura.
Tus letras siempre son crípticas. No es fácil saber de qué hablas. Por ejemplo, “Take
Me Out”, vuestro single de mayor éxito, se podría interpretar como un ruego
para que inviten a alguien a salir o para que lo maten.
- No me gustaría darle a la gente una respuesta
fácil. Lo que separa las letras y la poesía de la prosa escrita es el hecho de que
hay espacio para la interpretación personal. Como fan, me gusta darle mi propio significado
a una canción y, sólo más tarde, descubrir de qué va. Como con “Ballad
Of A Thin Man” de Bob Dylan: la escuché durante mucho tiempo, y amaba su imaginería,
sin saber que hablaba de una persona real. Eso la hace mágica.
Parece que en el disco hay una cierta tensión entre la ambición y la avaricia.
- Supongo que el personaje en “This Boy” es
algo así: frío y calculador. Creo que siempre he sentido fascinación por esas
personas. Significan todo lo que desprecias, pero siguen siendo intensamente carismáticos.
Te encuentras riéndoles los chistes, incluso aunque te odies por hacerlo. El título
y la actitud del disco tienen más que ver con no quedarte sentado y sentirte satisfecho.
Construyes tus canciones con ironía, ingenio y sofisticación.
- La gente no ve más que la euforia inicial
de la música, sin ir más allá para saber qué pasa en la canción.
Pero la historia es esencial para mí. Me gusta escribir de los extremos que sentimos en la
vida, pero no de aquellos extremos por los que puedes imaginar que pasa la gente, sino de los extremos
de situaciones en los que me he encontrado o en los que he visto a otra gente, los extremos de las
vidas corrientes.
En ese ámbito no estás muy lejos de Ray Davies, de The Kinks, y en “Walk Away” queda
claro.
- Ray Davies y, por supuesto, su grupo, The Kinks,
tenían una gran relación simbólica entre la música y el contenido emocional
de las letras. Piensa, por ejemplo, en “Waterloo Sunset”: tiene unos coros geniales
y unos cambios en la melodía que le dan una especial importancia.
Hasta ahora se os asociaba a una época concreta de los primeros 80. ¿Cómo
os lo habéis tomado?
- Es irónico, pero yo no aguantaba los 80
cuando vivía en esa década. Me gustaba imaginarme en los 60, en los años 20
o, incluso, en el siglo XIX. Pero, simplemente por nuestras pintas se nos asoció a los años
80.
Y también por la música. Acuérdate de todos los comentarios y comparaciones
con XTC o Gang Of Tour.
- Ya, aunque nunca habíamos oído
a Gang Of Four hasta que los nombraron en las críticas de nuestro primer disco. Después
los escuchamos y descubrimos a una banda enorme, con una aproximación radical al hecho de
hacer música.
Ahora, con canciones como “Eleanor Put Your Boots On”, ya empieza a asomar la conexión
con The Beatles, que, tengo entendido, se encuentran entre tus mitos.
- The Beatles fueron algo grande para mí.
Mi madre me puso de segundo nombre Paul. Yo solía saltar por toda la habitación mientras
escuchaba el ‘disco rojo’, el que recopila sus primeros éxitos. Me hacía
sentir eufórico. Era una sensación que no encontré en nada más, ni jugando
al fútbol, ni nadando, ni viendo La guerra de las galaxias.
En este disco también queda claro que os gusta David Bowie, en especial el de la época
de “Boys Keep Swinging”.
- Sí, lo admiro no sólo por su música,
sino por la forma en que ha evolucionado. Si comparas discos como Ziggy Stardust, Low o Young
Americans te sorprende pensar que es la misma persona la que hizo toda esa música. Ninguno
de sus contemporáneos fue tan inteligente.
Otro aspecto que gusta a la gente, aunque no a todo el mundo, claro está, es que Franz Ferdinand
quieren llegar a cuanta más gente, mejor.
- Cuando empecé a tocar en grupos en Glasgow,
quería permanecer al margen. No me interesaban las listas de éxitos ni las compañías
de discos. Por una parte deseaba llevar la contraria, pero también sentía temor de
entrar en la gran maquinaria del pop y que se me mirase como alguien que no está en la onda. ‘¿Eres
lo suficientemente bueno? ¿Eres lo suficientemente fuerte?’ El momento en que cambió mi
percepción fue cuando me di cuenta que podía enfrentarme al reto del mundo del pop
sin traicionar mis principios. Miraba a mis ídolos, ya fueran The Beatles, The Clash o cualquier
otro, y veía que fueron capaces de hacer música que era única, y todavía
podían competir en el mundo real sin dejar de hacer pop.
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