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La Bohème

Reencuentro con lo fidedigno

por Jorge Barraca Mairal

Música de Giacomo Puccini.
Libreto de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica.
Dirección Musical: Jesús López Cobos.
Dirección de escena: Giancarlo Del Monaco.
Escenógrafo y figurinista: Michael Scott.
Iluminador: Wolfgang von Zoubek
Director del coro: Jordi Casas Bayer.
Intérpretes: Norah Amsellem (Mimì), Maya Dashuk (Musetta), Roberto Aronica (Rodolfo), Manuel Lanza (Marcello), David Menéndez (Schaunard), Luca Pisaroni (Coline).
Coro y Orquesta Titular del Teatro Real (Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid).
Madrid. Teatro Real. Funciones desde el 17 de marzo al 6 de abril de 2006.

La BohemeNo está de más recordar que La Bohème fue el último título que pudo oírse en el Teatro Real antes de su cierre en 1925. Por eso, el hecho de que este montaje se haya repetido hasta tres veces en los últimos años posee un significado especial. La ópera de Giacomo Puccini, con libro de Giuseppe Giacosa y Luigi Illica, basado en la obra de Henry Mürger Scènes de la vie de bohème, es, en esencia, un drama intimista, si bien todo el segundo acto se concibe como una escena coral en la que las breves intervenciones de los protagonistas están inmersas en la vorágine colectiva. Cualquier montaje que pretenda fidelidad al espíritu de la obra debe reflejar tanto la intimidad de los actos I, III y IV como el jolgorio de la Nochebuena en las calles de un París bullanguero.
            Aunque se ha dicho ya de todo sobre este montaje, puede ser conveniente volver a recordar alguna de sus claves escénicas y mencionar sus méritos. Desde luego, en su haber cuenta, fundamentalmente, la espectacularidad, la capacidad de deslumbrar y la conjunción de tantos detalles ingeniosos. Realmente, la dirección escénica de Giancarlo Del Monaco, la escenografía y los figurines de Michael Scott y la iluminación de Von Zoubek suponen un trabajo espléndido.
La BohemeEn este montaje resulta memorable el paso del primer al segundo acto y, en este último, la entrada en el Café Momus desde las calles del Barrio Latino. En el acto tercero, se consigue una sensación de frío gélido, de contaminación y de melancolía que estremece. Tampoco está ausente el frío en la buhardilla del primer y cuarto actos. Es como si viésemos una fidelísima descripción de esas heladas que tan justamente pintó Zola en La Taberna y en otros títulos. Unas imágenes literarias, por cierto, que Del Monaco parece haber tenido muy presentes en su imaginario al traducir la obra a la escena.
Los juegos de los protagonistas, su disposición en el espacio de la sala (fantástico inicio con Rodolfo tumbado en la cama y oculto a la vista del público) y los pequeños detalles de la "vida bohemia", como el desorden y suciedad de la habitación, las ropas, el jergón de Marcello, etc. demuestran una extrema atención a la puesta en escena. El acto segundo, debido a los innumerables figurantes y a la incesante actividad, obliga a prestar una enorme atención. Aun así, resulta difícil seguir a los protagonistas por la escena. Sin embargo, no es esta una situación alejada de la intención musical. Como antes se mencionó, las intervenciones de todos los cantantes —hasta el vals de Musetta— son muy breves y se entremezclan con las del coro y solistas ocasionales. Si se escucha una grabación discográfica con el libreto delante, se apreciará, quizás con más nitidez, la confusión que crea el mismo Puccini.

La Boheme

            En el primer reparto contamos con un notable Rodolfo de Roberto Aronica; de timbre hermoso, buena proyección en el registro agudo y dominio en la zona de paso. Pintó con gracia al poeta “de alma millonaria” y, en conjunto, resultó más convincente como actor que su pareja. Particularmente inspirado estuvo en su arranque y en su escena a dúo que cierra el primer acto. Norah Amsellem, encarnó a una Mimì de buena factura, pero un tanto fría, cuando su personaje requiere, ante todo, pasión. La limpieza vocal y la destreza técnica favorecieron su ejecución que, eso sí, fue ganando durante el transcurso de la ópera.
            Quizás la “química” de la pareja habría mejorado si la solvente batuta de López Cobos hubiese enardecido algo más el ambiente. Es cierto que su lectura resultó muy correcta, pero pecó de contención. Excelente, en cambio, el coro del Real, que evidencia el buen trabajo de Bayer Casas.
            Muy bien el Marcello de Manuel Lanza, rotundo y aplicado, además de espléndido en su concurso como actor. La Musetta de Maya Dashuk, actuó con gran desenvoltura y sacó buen provecho de su breve aunque bellísimo papel. Meritorio fue, asimismo, el trabajo de los secundarios —David Menéndez (Schaunard), Juan Tomás Martínez (Benoit), Luca Pisaroni (Colline) y Alfredo Mariotti (Alcindoro)— que ganaron mucho al ser tan bien dirigidos escénicamente.

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Nº 9 - Marzo de 2006

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