Francia Clásica y Moderna.
Dibujos del Museo de Arte e Historia de Ginebra
Fundación Cultural Mapfre. Madrid.
Del 24 de febrero al 20 de marzo de
2006
Por Carmen González García-Pando
El Museo de Arte e Historia de Ginebra posee una de las colecciones de dibujos más interesantes
de Europa. Un total de casi veinte mil obras han sido reunidas, a lo largo de siglo y medio,
gracias, en gran parte, a generosas donaciones y al esfuerzo llevado a cabo por esta institución.
Cäsar Menz, el director del museo, comenta en la introducción del catálogo de
la exposición que nos ocupa, que más de la mitad del fondo de esta colección
lo componen dibujos del arte francés entre los siglos XVII y XX. No es un dato extraño éste,
el de la primacía francesa, si se tiene en cuenta la enorme influencia que ejerció París,
ya desde el XVIII, entre los artistas europeos. Así pues, desde hace unos años el
museo está llevando a cabo una ardua investigación para catalogar y conservar sus
más preciados fondos. La exposición que ahora la Fundación Mapfre presenta,
es tan solo una muestra de este fantástico trabajo y el inicio de posibles colaboraciones
con el museo ginebrino.
Una delicada obra de Cézanne,
de 1890, en donde el artista reduce la representación de una casa a simples manchas que fija al
papel con tenues pinceladas de acuarela, es la elegida para ser portada de un bello y bien documentado
catálogo que divide sus páginas cronológicamente y analiza las piezas expuestas
a lo largo de estos siglos. Se inicia el recorrido con los dibujos del XVII y XVIII donde el clasicismo
viene representado por artistas como Poussin, Claude Lorrain, Nicolas Lancret o Antoine Watteau del que
se presenta Sátiro abrazando a una ninfa, una bellísima sanguina datada en 1714
e inspirada en Rubens. También de estos años es el Estudio de desnudo femenino visto
de espaldas de François Boucher, uno de los primeros trabajos del pintor y cuya ejecución
recoge las influencias del anteriormente citado Watteau.
Las relaciones entre el clasicismo
y la modernidad se manifiestan a lo largo del XIX y puede apreciarse en los trabajos de Ingres; especialmente
en los estudios femeninos para Vírgenes, en los que el autor depura la línea y minimiza
los elementos del modelado. De Jean-Baptiste Isabel se nos muestra la ambivalencia de una obra que se
mueve entre lo oficial -sus retratos elegantes y que más fama le dieron- y su otro lado más
personal y libre como fueron las caricaturas y dibujos satíricos con connotaciones políticas.
Géricault, Eugène Delacroix, Corot, Daumier, Pisarro y Cézanne son algunos nombres
más que engrosan la larga lista de autores precursores del cambio a la modernidad del XX.
Unas imágenes marinas de Paul
Signac abren este último periodo del siglo pasado. Se trata de unos carboncillos y acuarelas sobre
papel blanco que representa escenas pintadas del natural y en donde se ve la influencia impresionista,
sobre todo de Monet. Unos pocos dibujos de Vuillard, Albert Robida, Bonnard completan este bello recorrido
que se cierra con Cabeza de mujer de André Derain, una obra muy escultural de 1920 y que
corresponde al momento en que el autor regresa al clasicismo después de haber vivido la experiencia
cubista.
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