Mundos interiores al descubierto

Sala de Exposiciones de la Fundación “la Caixa” en Madrid Del 26 de enero al 2 de abril.

Por Julia Sáez-Angulo

El arte fuera del circuito conocido como outsider, hecho por marginados, genios, locos, esquizofrénicos, primitivos o ingenuistas, cobró carta de naturaleza a primeros del siglo XX, en paralelo a la vanguardia, que también rompió el esquema académico para sentirse más libre. Precisamente fue la vanguardia la que reivindicó este tipo de arte espontáneo y no adulterado. El homenaje de Picasso y sus amigos del Bateau Lavoir al Aduanero de Rousseau marcó un hito en el reconocimiento de este tipo de arte en el que la perspectiva o el entronque con la gran pintura o escultura se rompía de modo automático.

Dubuffet le llamó art-brut al llevado a cabo por estos autores despegados de la academia y el comercio al mismo tiempo. Su colección ofrecida en su día al estado francés fue rechazada y con ella se fundó el Museo de Art-Brut en Lausana (Suiza) dentro de un edificio que too las características de “caja negra” por sus paredes pintadas con ese color. Para Dubuffet, el “art brut” se presenta como un arte imaginariamente puro, estilísticamente autónomo, ahistórico e inadecuado, fruto de la ardiente necesidad interior de individuos que, sin formación académica viven más allá de la sociedad “normal” o incuso más allá. En la exposición “Vanguardias Rusas” que exhibe en la Fundación Thyssen-Bornemisza se incluye también el trabajo de un artista georgiano ingenuista. que toma del ámbito popular el colorismo y las formas.

El interés por el “art brut” va paralelo a los avances de la psiquiatría en el siglo XIX, por eso las primeas colecciones las hicieron médicos adscritos a clínicas psiquiátricas y se concentraron en obras de pacientes como un medio diagnóstico. Eran una ruta de acceso a las actividades del alma humana más directa que nada de lo que pudieran manifestar verbalmente. Más adelante, en los años 70, el Doctor Juan Antonio Vallejo-Nágera en España coleccionó arte naïf en España; colección que en su día fue adquirida por la Fundación Central-Hispano.

El cotizado Adolf Wölfli

Uno de los artistas más celebrados de esta marginalidad fue Adolf Wölfli, celebrado por Hans Prinzhorn, historiador del arte austriaco convertido en psiquiatra, que igualmente reunió una notable colección de artistas marginales; un conjunto que atrajo el interés de los surrealistas que habrían de dejarse llevar por el subconsciente o el mundo onírico (con las enseñanzas de Freud). Toda una búsqueda de un arte antiburgués y contra la razón.

Muy distintas es esta colección y exposición de la Caixa  -comisariada por Jon Thompson y Mónica Kinley-, que se ha dividido en cinco apartados: Paisajes Imaginarios y Ciudades Fantásticas; Sueños fantásticos y Cuentos de Miedo; El Cuerpo Erótico; Rostros y Máscaras, y La seducción del lenguaje. Estas obras reflejan el modo de ver el mundo de sus autores, de contemplar la realidad con un trazo y estilo personal que nace de lo más íntimo. De ahí el título “Mundos interiores al descubierto”, que viene de un verso de Rilke y da idea no de una forma de la naturaleza y sí de la fijada por la fantasía o la imaginación personal de su autor, uncida a su propia destreza manual para representarla.

Entre los nombres más sobresalientes de esta muestra se encuentran igualmente los reconocidos Paul Klee con “Máscara de animal salvaje” (1939) en lápiz sobre papel; Roland Penrose con “Egipto” (1939), un óleo sobre lienzo, junto a August Natterer, con “Eje del mundo con liebre” (1911-1913) o el citado Wölfli con “Vista general de la isla de Nuncaïra” (1911), en grafito y lápices de colores sobre papel de periódico. Algunas de sus obras parecen hechas a dos manos, como nuestro artista “El Boliche”, que la galería española Bereta comercializó con gran éxito en los Estados Unidos.

Exposición interesante de ver pero hubiera sido aún más interesante si se la hubiera contrastado con algunos nombres españoles de naïfs o outsiders para establecer paralelismos entre ellos.

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