Naturalismo sevillano en Bilbao
Exposición: “De Herrera a Velázquez. El primer naturalismo
en Sevila”.
Lugar: Museo de Bellas Artes, de Bilbao.
Fecha: Del 20 de marzo al 28 de
mayo de 2006.
Producción: Fundación Focus-Abengoa y Museo de Bellas Artes, de
Bilbao .
Por Alberto López Echevarrieta
Dos años les ha llevado a los comisarios Alfonso E. Pérez Sánchez y Benito
Navarrete reunir estos cuadros procedentes de distintas pinacotecas de todo el mundo,
como el Museo del Ermitage de San Petersburgo, el Museo de Berlín, el Art Institute
de Chicago, el Museo del Prado, la National Gallery de Londres, etc. Ardua tarea tratándose
de una selección de obras que representan la época comprendida entre el último
manierismo y el primer naturalismo en Sevilla.
Una época fundamental
Históricamente coincidió con el cambio
del siglo XVI al XVII cuando los artistas empezaron a pintar del natural haciéndolo con
formas ampulosas y apuntes flamencos. También modificaron su sistema de trabajo. Fueron
quedando atrás las labores en grupo para ir decantándose por el artista solitario.
Sevilla era por entonces una ciudad en la que paraban artistas, intelectuales y comerciantes que
utilizaban a la capital del Guadalquivir como punto de partida hacia América. La ciudad
se aprovechaba de la coyuntura para ofrecer a los pintores la oportunidad de trabajar en iglesias
y conventos.
El nuevo lenguaje empleado tenía como origen
la pintura de Caravaggio y su escuela. Protagonista de excepción entre el manierismo
y el barroco fue Francisco Herrera el que se entregó a un naturalismo netamente seiscientista,
aunque sin preocupación alguna por el incipiente tenebrismo. Su obra significó un
paso decisivo hacia el realismo, buscando lo verosímil y lo natural, y prestando especial
atención a la investigación de los aspectos psicológicos.
A Herrera le siguió una serie de genios
que revolucionaron el panorama de la pintura: Zurbarán, Velázquez y Alonso
Cano, sobre todo. Para comprender lo que realmente significó esta época no hay
más que ver detenidamente la “Aparición de Santa Catalina de Alejandría
a la familia de San Buenaventura” y “La Santa Cena”, ambas
de Herrera el Viejo, meritísimas obras que tienen su continuación en la “Cabeza
de apóstol” de Velázquez y “San Juan Bautista en el desierto”,
de Alonso Cano.
Los 57 cuadros que componen esta exposición,
algunos como el “San Cristóbal” de Borgianni (2,30 x 1,60
m.), son de una enorme espectacularidad por una u otra razón. De menor formato y mayor calidad
es “La mulata”, de Velázquez, convertida en emblema de la muestra.
Podría decirse que reúne el tenebrismo, la luz de Caravaggio y un cierto toque
flamenco. Otra obra del mismo pintor, “La venerable madre Jerónima de la Fuente” es
uno de los pocos y primeros retratos femeninos de Velázquez.
Sorpresas para todos
En la preparación de esta exposición
se ha procedido a la restauración de algunos lienzos, lo que ha proporcionado más
de una sorpresa a los comisarios. Benito Navarrete, profesor de la Universidad de Alcalá de
Henares, ha confesado a “Arteshoy” que el “San Juan Bautista en el
desierto” salió del Art Instituye of Chicago como si de un Velázquez se
tratara. Cuando se clausure la muestra de Bilbao retornará a América convertido en
un Alonso Cano.
Algo parecido ocurre con la “Adoración
de los pastores”, propiedad de la National Gallery de Londres. Se le han atribuido
numerosos padres. De Velázquez a Alonso Cano pasando por Murillo.
Pues bien, los análisis realizados en su restauración han demostrado que no
se trata de un trabajo de alguno de ellos, por lo que ha quedado oficialmente como “Anónimo”.
“San Pedro penitente” ha corrido
la misma suerte. Este magnífico óleo sobre lienzo, en el que destaca el rostro y
sobre todo la mirada del apóstol, era atribuido a Velázquez, paternidad que
le ha sido retirada para quedar en un “Anónimo sevillano”.
La exposición se completa con obras de Juan
de Roelas, Alonso Vázquez, Francisco Pacheco y Tristán arropadas
por originales o copias de Caravaggio y sus seguidores, Borgianni, Cavarozzi y Gentileschi.
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