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Ramón Casas (1866-1932)Museo Camón Aznar de Zaragoza. Del 28 de febrero al 8 de abril de 2006Por Luis Úrbez Creo no equivocarme al afirmar que la exposición de Ramón Casas que ahora puede verse en el Museo Camón Aznar de Zaragoza es la primera muestra dedicada a la obra del pintor modernista catalán en la capital aragonesa. Recordamos otras exposiciones importantes recientes en otras ciudades españolas, como la acogida en el Museo Nacional de Arte de Catalunya y posteriormente en la Fundación Cultural Mapfre de Madrid bajo el título “Ramón Casas, pintor del modernismo”, en el 2001, o la excelente monográfica “Ramón Casas i el cartell”, que se presenta actualmente , en el Museo de Historia de Catalunya, y que ya tuvimos ocasión de admirar en el Museo de Valencia dentro de la general “Il´lustració i la Modernitat”. El conjunto de obras que se exhiben estos días en el Museo Camón Aznar es, sin duda, numéricamente
menor, y se echan en falta piezas muy conocidas que se encuentran en la Fundación Thyssen (Interior
al aire libre,1892), en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Garrote vil, 1894) o
en museos catalanes, pero eso no impide que el visitante se haga una idea bastante completa
de la polifacética
obra de uno de nuestros artistas mejor dotados en el paso del siglo XIX al XX. La muestra selecciona
distintos momentos y facetas del itinerario creativo del genio catalán, en los que cabe destacar
sus magníficos retratos, algunos carteles publicitarios, paisajes con figuras, y la simpatiquísima
serie de acuarelas y azulejos titulada “Los adelantos del siglo XX”. Deseoso de colaborar en la renovación artística de su ciudad natal, Ramón Casas, escuchando los ecos vividos en Le Chat Noir de Paris, financia la apertura de Els 4 Gats (1897), en donde con sus amigos Pere Romeu, Utrillo y Rusiñol, hablan de modernismo (en las paredes de la exposición que comentamos cuelga su litografía Sombras, que retrata el interior de Quatre Gats). Sus retratos al carbón y sus dibujos aparecen en la revista que él mismo ilustra, “Pèl & Ploma”. Arrogantes chulas y manolas (qué distinto tratamiento el de la energía colorista y retadora, hasta tópica, de La Trini y el sutil y sugerente efectismo de El pañuelo azul – ambos en la exposición) pueblan los últimos lienzos y papeles del que fue también un gran cartelista, aunando vena artística y publicidad. Suyas son, por ejemplo, las series de carteles de Anís del Mono o de Espuma de Codorniu. Llaman mi atención en la exposición de Zaragoza, además de los citados, dos cuadros pintados en la distancia de tres años: Interior de taller y hombre tocando la guitarra (1883) y Terraza (1886). El taller recuerda los comienzos de “aquel artista pobre y sin muebles, con aquella pobre estufa esmirriada que parece tener la culpa de que el modelo se muera de frio y de que el artista se entretuviera tocando la guitarra” (Alexandre de Riquer en la revista Joventut), mientras que la mujer que cose en la terraza casi reposa en una elegancia tonal y lumínica que transmiten un gusto exquisito. Y , por fin, las acuarelas previas y azulejos que componen la serie Los adelantos del siglo XX(1899-1903), recogiendo en estos, con donaire popular, el testigo de la tradicional azulejería catalana de los siglos XVII, XVIII y XIX. Lo dicho, la visita a esta muestra del que pasa por ser uno de los mejores dibujantes que ha dado nuestro país, cartelista, pintor, acuarelista e ilustrador, no debe de hacerse con prisa ni a la ligera, aunque la obra expuesta sea escasa. |
Nº 9 - Marzo de 2006 |
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