Pablo Carnero. Realismo Español con acentos poéticosPalacio Episcopal. Granada. Noviembre 2006Por Julia Sáez-Angulo
Como el pintor manchego, Carnero representa estancias familiares e interiores domésticos cotidianos en los que resaltan cocinas y lavabos sencillos, paredes o suelos de losetas floreadas de cierto sabor antiguo. Hay un mobiliario que refleja una vida modesta, más bien rural, y el pintor la representa con atención y morosidad. El artista se recrea en estos ámbitos rústicos, seguramente tomados del pueblo madrileño en el que reside. Todo ello es un pretexto pictórico para dar cuenta de la magia de las cosas que cobran vida en el lenguaje ilusionístico de la pintura. El autor disfruta con elementos usados o envejecidos que, como las vanitas del barroco, dan cuenta del paso del tiempo, de la entropía de las cosas que se traduce en la belleza de una fachada deslucida o una bicicleta oxidada. En los cuadros de frutas, trae a la memoria la historia de Plinio sobre las uvas pintadas por Apeles, tan reales que las aves iban a picotearlas. De vez en cuando, Carnero se abre al paisaje de horizontes abiertos, como en la obra titulada Valle del Batán, donde se arriesga al reto de acoger la tierra, el horizonte y el celaje en un diálogo de planos. Tanto en los óleos sobre lienzo y tabla, como
en los dibujos a lápiz sobre papel, Pablo Carnero se revela como
un virtuoso en la precisión del trazo, como un maestro en la plasmación
del tema, como un realista que dará que hablar en el circuito artístico.
Su visión poética se va reafirmando cada vez más
en un estilo personal que lo define con sus acentos poéticos.
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Nº 16 - Diciembre de 2006 |
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