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SALOMEPerder en el juegoPor Jorge Barraca Mairal Música de Richard Strauss Carsen sitúa el único acto de la obra en la cámara acorazada de un moderno casino de Las Vegas. El tetrarca Herodes sería el mafioso, dueño y señor de las vidas y los bienes de todos los presentes; Herodias podría ser su actual amante, y Salomé la hija de ésta, una adolescente por la que Herodes está ahora lascivamente interesado. Los figurantes, vestidos como antiguos egipcios, forman una conveniente comparsa. Sin embargo —y aquí empiezan las incoherencias— Jochannan (Juan el Bautista) no es un personaje actual, sino que parece salido del mismo desierto palestino. Las discusiones teológicas de los judíos no tienen ninguna justificación en ese marco; aunque sí se pinta la depravación de esta “corte” con las pinceladas de consumo de cocaína, sexo interesado, alcohol, ruindades económicas, etc.
Es cierto que aparecen detalles interesantes y algunas ideas originales. Por ejemplo, pueden citarse como buenos efectos el uso de las pantallas al principio de la obra, cuando aún no han bajado los protagonistas a la cámara acorazada, o el que Salome, justo antes de la danza de los siete velos, aparezca ataviada exactamente igual que su madre. Pero frente a estos chispazos de ingenio se ofrece el número principal —la danza— con bastante mal gusto y chabacanería, porque lo que realmente contiene la partitura no es sexo, sino una extraordinaria sensualidad. Por último, el asesinato de Herodias al cierre del telón carece de justificación. Como es habitual, la profesional batuta de López Cobos concertó foso y cantantes a la perfección. Faltó, no puede negarse, vuelo lírico en varios momentos de la obra, aunque sí se apreciaron bien los contrastes dinámicos y el flujo interno, tan poderoso, que late en el interior de los pentagramas. Igualmente, cabría destacar un desajuste —achacable a la dirección escénica— entre la intensidad musical y el estatismo del escenario. Por fortuna, la labor del elenco resultó encomiable. Destacó la Salome de Nina Stemme por la intensidad de su caracterización y su firmeza instrumental a lo largo de toda la obra, en la que ella es protagonista absoluta de principio a fin. Sin embargo, también resultó excelente la participación de Gerhard Siegel como Herodes, por una actuación sobresaliente del depravado, ruin y cobarde tetrarca. Muy buena la voz de Wolfgang Kosch en el papel de Jochanaan, ideal para acoger la fuerza, castidad, sensibilidad y fuerte personalidad del Bautista. Espléndida también Doris Soffel como Herodias, y tan sólo correcto el Narraboth de Tomislav Muzek. |
Nº
57 - Mayo de 2010 ![]() |
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