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Motel Mozaique, contrastes al alcance de unos pocos

Por Xavier Valiño

Emiliana Torrini         Motel Mozaique se celebra habitualmente en el mes de abril, en cinco escenarios en el centro de la ciudad cercanos entre sí. La primera sorpresa es que, a pesar de lo que se les supone, no todos los conciertos cumplen estrictamente su horario, con la consiguiente dificultad de adaptar los cambios a los recitales que uno había pensado ver en un principio. La segunda resulta aún más curiosa: haber comprado una entrada no significa tener derecho a ver los conciertos, ya que tan pronto las salas se van llenando, no se permite el acceso a nadie más. El año pasado fueron numerosas las reclamaciones y, a pesar de que este año no se había completado todo el aforo, se volvió a repetir la situación en más de una actuación.

         En la jornada del viernes 14 de abril, que resultó ser la menos interesante de las dos, Coldcut destacaron sin salirse del guión previamente escrito: ritmos de baile sin descanso, un tanto superados a estas alturas, pero no por ello menos contagiosos. Entre los numerosos invitados especiales, su lúdica propuesta y las proyecciones no había tiempo para parar a pensar si aquello tenía alguna vigencia. En el extremo opuesto, alguien que comenzó también utilizando la electrónica, la islandesa Emiliana Torrini, convenció con su propuesta mucho más austera de ahora, unas melodías intimistas y sus ansias de comunicar y contar cosas entre canciones con una voz que parecía ir a quebrarse de un momento a otro.

[Imagen]         En la misma jornada se pudo comprobar cómo el post-rock de Mogwai sigue sonando contundente en directo, aunque menos interesante para quien los haya visto con anterioridad. A su lado, Battles, con un sonido que se podría encuadrar en la misma etiqueta, sorprenden más, independientemente del atractivo de sus canciones. Por su parte, Jenny Lewis con The Watson Twins trajeron la única representación al festival del sonido americana, resultando tan agradables como intrascendentes.

         Ya en la jornada del sábado 15, lo mejor se vivió a primera y última hora. Guillemots abrieron a las ocho de la tarde las actuaciones de la sala Nighttown. A estas alturas, sin haber editado aún ningún LP, todos los indicios apuntan a que estamos ante uno de los grandes nombres de los próximos años. Sus canciones pop, como la maravillosa “Trains To Brazil”, suenan intensas e irresistibles, a medio camino entre un joven Mike Scott, los Prefab Sprout de sus inicios y los Arcade Fire de ahora. De todas formas, quien más futuro tiene por delante es, cómo no, su líder y compositor Fyfe Dangerfield. Todo un lujo poder contemplar a un grupo así antes de ser mundialmente conocidos, a un palmo de narices, entre una centena de afortunados espectadores conscientes de ser privilegiados testigos de una banda con hambre de escenarioJenny Lewis.

         Los belgas Zita Swoon fueron los encargados de poner punto y final al festival. Su espectáculo denominado ‘banda en una caja’ resulta enormemente interesante, con los músicos en el centro de la platea, entre el público. Baste decir que, si en la mayoría de los conciertos la gente se sentaba sobre cómodos almohadones gigantes, en esta ocasión aguantaron poco más de cinco minutos. Al instante, todo el auditorio se puso en pie y ya no paró de bailar hasta el final, con una banda que se crecía al lograr contagiar el ritmo de unos temas que beben de distintas fuentes -sonidos negros, latinos, afrancesados…-, como si de Willy de Ville se tratase. Sin embargo, quedaba claro que lo que en directo funciona, probablemente no sea ni la mitad de interesante en disco por falta de personalidad propia.

         El sábado estaban también en el cartel CocoRoise, que atrajeron la mayor cantidad de público con una actuación similar a la vista por aquí semanas antes en Utrecht.[Imagen] También Isobel Campbell presentaba nuevo disco, el que ha grabado junto a Mark Lanegan. En su caso, su timidez en escena contrasta con la fuerte presencia del acompañante elegido para suplantar en directo a Mark Lanegan, que no es otro que Eugene Kelly, reverenciado por Kurt Cobain y componente de The Vaselines. Se podría decir, sin duda, que por veteranía y actitud Eugene Kelly le salva el concierto a Isobel Campbell.

         Queda para el final uno de los mayores logros del festival: el contraste entre varias de sus actuaciones. Pasar de ver el descaro punk de los estadounidenses Be Your Own Pet, con sus componentes rompiendo cables, tirando micrófonos o confundidos tocando entre el público, a la delicadeza folk de la sexagenaria Vashti Bunyan, en una formación que incluye violín, viola, piano y flauta, y en la que todo fluía suavemente, sin la menor estridencia, es un lujo reservado a pocos festivales y que éste consigue probablemente sin tan siquiera pretenderlo.

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Nº 11 - Mayo de 2006

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