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HELENA EGIPCÍACA

por Jorge Barraca Mairal

Música de Richard Strauss.
Libreto de Hugo von Hofmannsthal.
Dirección Musical: Leon Botstein.
Dirección del coro: Jordi Casas Bayer.
Intérpretes: Deborah Voigt (Helena), John Treleaven (Menelas), Lyubov Petrova (Aithra), Marta Infante (Hermione), Wolfgang Brendel (Altair), Kresimir Spicer (Da-ud).
Coro y Orquesta Titular del Teatro Real;
Patricia Barton (dir. de la banda y órgano); Riccardo Bini (Celesta).
Madrid. Teatro Real. Funciones 9 y 11 de diciembre de 2005.

Vocalidad desnuda

Helena EgipciacaY es que después de las excepcionales funciones de La mujer sin sombra que se ofrecieron la pasada temporada, lo cierto es que ha sido una pena no poder disfrutar de unas representaciones semejantes para esta Helena Egipcíaca, que es, sin duda, una obra con buenas posibilidades escenográficas, aunque de compleja realización. Su hermética simbología podría haberse aproximarse al público y su mensaje llegar de forma más efectiva en caso de contar con una puesta en escena que alumbrase los deseos implícitos del compositor y el libretista. Gracias al vestuario, a la escenografía, al atrezzo y, sobre todo, a la dirección escénica de los cantantes, muchas de las claves de la obra habrían quedado reveladas para los espectadores. Igualmente, el enrevesado argumento habría podido captarse con mayor sencillez. Una acción, por cierto, más interna que externa, en la que el juego entre realidad y fantasía, amor, perdón y olvido, grandezas y miserias humanas se entremezclan para componer un fresco poético que refleja valores universales.

Pero además, un buen trabajo escénico también posibilita destacar las cualidades musicales de la Helena Egipcíaca; pues cuando se presenta una escenografía determinada y ciertos instantes musicales acompañan la acción de los personajes, la atención puede orientarse de forma más decidida hacia la partitura. Algo especialmente importante por lo mucho que hay que destacar en esta música plagada de armonía novedosa, disonancias audaces y fascinantes juegos rítmicos.

Helena EgipciacaPrecisamente, la experta dirección de Leon Botstein evidenció el conocimiento de la página y su fe en ella. Sin ningún desmayo, aunque algo monolíticamente, llevó a la Orquesta Titular del Teatro Real hasta los momentos climáticos con una convicción total. La Sinfónica estuvo siempre rotunda, con un buen trabajo de cuerdas y vientos. No se cuidaron tanto, sin embargo, los instantes líricos que también abundan en esta ópera.

La protagonista vocal, Deobrah Voigt mejoró notablemente según avanzaba la obra. Es este un papel que la cantante ha prodigado en escena y ha grabado en los últimos años. Pero la Voigt, que posee un buen instrumento, necesita no forzar y llegar con la voz descansada para poder hacer frente a una parte tan comprometida como la de Helena. Durante varios momentos, su voz sonó fatigada, sin que por ello se dejasen de apreciar sus buenas cualidades; y la intérprete dio una lección de profesionalidad al conseguir recitar de forma tan convincente y firme todo el Acto II.

Sin embargo, poco pudo hacer para acompañarla John Treleaven en el papel de Menelas. El tenor tuvo un arranque más o menos firme, pero pronto evidenció grandes problemas para emitir con limpieza y no estrangularse, quizás por aventurarse a acometer una partitura inadecuada para su voz, por no haber preparado bien la progresión de la pieza o por carecer de una técnica conveniente para vérselas y salir bien parado en una obra de esta magnitud, en la que el protagonista tiene un papel relevante sin prácticamente ningún descanso. Antes de la mitad del Acto I ya estaba claro que su voz no daba más de sí y el artista tuvo que hacer un esfuerzo encomiable para llegar hasta el final.

Helena EgipciacaEn cambio, supuso una auténtica sorpresa la Aithra de Lyubov Petrova. Dotada de un instrumento muy lírico, la cantante rusa exhibió un canto muy natural y espontáneo, con un gran dominio técnico, una coloratura limpia, unos agudos brillantes y una musicalidad excelente. Fue la voz por excelencia en esta página tan cruel donde las haya para los cantantes.

Bueno resultó también el breve Da-ud de Kresimir Spicer por su poética delicadeza. De un artista ya consagrado y prácticamente retirado como Wolfgang Brendel poco cabe decir. En sus intervenciones mostró aún, durante algunos instantes, su noble metal, aunque es palmario que debe administrarse con inteligencia para seguir mostrando la solvencia de antaño.

Bien en los papeles secundarios Marta Infante, Arantxa Armentia e Itxaro Mentxaka. Tan sólo correcto el concurso del coro dirigido por Jordi Casas Bayer.

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Nº 7 - Enero de 2006

 

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