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COLECCIÓN PORRERO DE CARTAS Y DOCUMENTOS AUTÓGRAFOSPorJulia Sáez-Angulo A su muerte, los herederos vendieron la colección a Bartolomé March, con el compromiso de que no iba a dispersar la colección y la iba a exponer de modo rotatorio en la Fundación March, en la vitrinas de caoba que el mismo coleccionista poseía. Pagó por ella unos catorce millones de pesetas en los años 70. La promesa de exhibirla y no dispersarla quedó pronto en el aire. Muchos de los valiosos documentos de la colección Porrero se fueron subastando dentro y fuera de España. Una actitud que su hija, Pitty Rodríguez-Porrero y Chavarri, lamenta en sus memorias "La marquesa de Santa Cruz de Ynguanzo" 30 años de diplomática y 27 de galerista. "El autógrafo es la única huella indeleble del pensamiento", escribía Juan Antonio Cabezas en 1948 en "La Nueva Espana" de Oviedo", cuando hacía un amplio reportaje de esta colección tan numerosa y valorada. "En una carta o en una página autógrafa queda la muestra de una actividad física y se conserva sobre todo la más íntima y espiritual manifestación del sentimiento", añade el ilustre periodista. La Enciclopedia Espasa habla de que "la colección es notable, no ya sólo por su gran variedad, sino también por la elevada jerarquía intelectual de sus autores y por el contenido de muchos de sus escritos. Figuran en ella documentos y cartas de casi todos los reyes de España, a partir de Alfonso X el Sabio y mucha correspondencia también de soberanos y príncipes extranjeros, de santos y pontífices. Y entre otras celebridades nacionales y extranjeras, en las diversas manifestaciones de la ciencia, de la política, de la literatura y del arte, aparecen en la mencionada colección escritos y documentos de señalado interés de personalidades como Bossuet, Voltaire, Diderot, Renan, Lacordaire, Chateubriand, Vitor Hugo, Mirabeau, Robespierre, Chopin, Wagner, Schumann , Grig, List, Hegel, Mendelssohn , Napoleón I, Médicis, Bismarck, Gladstone, Gambetta, Dumas, Lamartine, Darwin, Anatole France, Maupassant, Balzac, Fenelon, Garibaldi, Maning, Thiers, Zola, Goncourt, Gautier, Verne, Loti, Georges Sand, Musset, Lombrosso, Manzonni, Carducci, Leopardi, Amicis, Annuncio, Rostand, Marconi, Edisson, Moratín, Bécquer, Jovellanos, Antonio Pérez... PASIÓN Y AVENTURA Para el coleccionista Porrero, la colección era una pasión que le exigía aventura, pues tenía que estar pendiente de las ventas y subastas públicas, de las casas nobles que se desprendían de documentos, no sólo en España sino fuera. Viajó mucho a París, donde compró buena parte de sus manuscritos; como también lo hizo a Londres, Roma, Nueva York y Tokio. Entre los manuscritos coleccionados más sobresalientes se encontraban la "Marcha Triunfal" y el "Soneto a Cervantes" de Rubén Darío; el "Prendimiento de Antoñito, el Camborio", de Federico García Lorca; cartas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz; de Chopin a Georges Sand; de San Vicente de Paúl a Ernesto Renán; un cuento de Hoffmann; una cuartilla de Goethe, etc. En la colección predominan fundamentalmente escritores románticos del XIX, pero de acuerdo con lo citado, se remontan a la Edad Media y llegan hasta el mismo siglo XX. Emilio Cotarelo de Mori, secretario perpetuo y miembro de la Real Academia de la Lengua Española, en su libro titulado " La Avellaneda y su obra" comenta la gran valía literaria de este archivo de la Colección Porrero, como fuente de consulta. La colección la tenía guardada y conservada en espléndidas vitrinas de caoba y en álbumes o carpetas señoriales para subrayar el valor del contenido. Todo ello se custodiaba en su casa de Antonio Maura de Madrid, donde tenían lugar sus tertulias con diferentes intelectuales y políticos, como el doctor, don Gregorio Marañón, Pérez de Ayala, el padre de los Dominguín, ... En su casa los tertulianos recibieron con alborozo, la noticia de la instauración de la II República Española en 1931. Precisamente en la colección Porrero figuraba el manuscrito del libro "Antonio Pérez" de su buen amigo Marañón, una rareza, en cuanto que se trataba ya de una pieza del XX. Su hija, Pitty Ynguanzo, recuerda con veneración esas tertulias a las que ella asistía en silencio cuando era muy joven. Don Claudio no quería que su colección se dispersara, por ello sus hijos le buscaron un destino conjunto en la Fundación March, pero desgraciadamente, salvo en los primeros tiempos, no se cumplió el deseo del coleccionista. La dispersión de esta colección es una pena en un país como España, donde apenas se conserva dibujo antiguo porque no ha sido valorado al considerarlo simple boceto o pieza de transición a la obra definitiva; al igual que los manuscritos, como simple paso de la escritura del autor a la imprenta. Juan Antonio Cabezas, con su prosa poética decía que un manuscrito es "una brasa de vida que se conserva entera entre las cenizas del tiempo. Un temblor perenne de algo leve como un perfume, pero que gravita sobre la eternidad. En una carta o en una página autógrafa queda la muestra de una actividad física y se conserva sobre todo la más íntima y espiritual manifestación del sentimiento". Pitty Rodríguez-Porrero, marquesa de Ynguanzo, recuerda el enorme empeño y derroche de energía y dinero que su padre puso en su colección, lamentablemente hoy no disponible en su conjunto. |
Nº 7 - Enero de 2006
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