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André-Marcel Adamek: La gran nocheBassarai, Vitoria 2010, 258 págs.Por Alberto López Echevarrieta Siempre que he visitado la costa de Holanda y Bélgica me he preguntado si los habitantes de las poblaciones que viven bajo el nivel de las aguas del Mar del Norte, casi al pie de los muros de contención, no sienten el peso de la espada de Damocles que supone la posibilidad de la rotura de los diques con unos resultados catastróficos de magnitudes inimaginables. De hecho, durante la II Guerra Mundial, Hitler amenazó con volarlos para forzar la rendición de esas zonas consiguiendo su propósito. André-Marcel Adamek, nacido hace 64 años en la pequeña población belga de Gourdine, se ha basado en ese peligro para escribir buena parte de La gran noche, un relato inquietante en torno a los pocos y distintos personajes que sobreviven a una tragedia apocalíptica partiendo de los lugares donde ésta les ha pillado. Son gentes tan dispares que, al darse cuenta de su soledad ante la aniquilación casi total, deben establecerse en clanes para dar forma a una futura Humanidad. La catástrofe les ha dejado sin comida y lo poco que encuentran es susceptible de sospecha de contaminación. Otro tanto ocurre con las aguas. Se preguntan si todo ello no será objeto de malformaciones futuras. Pero pronto se darán cuenta de que sobre ellos pesa un mal mayor: La violencia de quien mata para sobrevivir. Les interesa acabar con los vecinos para que poder tener más comida. Es decir, sigue la ambición humana llevada a extremos de codicia exacerbada. A pesar de la dura prueba, el hombre no aprende. Es más, se hace aún más cruel ofreciendo una imagen de profundo pesimismo. El lector llega al convencimiento de que empezar una nueva civilización a partir de restos de la presente sería un error. "¿No estamos predestinados a ser esclavos de alguien o algo?, se pregunta uno de los personajes. Nunca hemos tenido fuerzas suficientes para merecer la libertad. Sinceramente, lamento todos estos años en que me he privado de todo lo que tenía tantas ganas de hacer. El hombre nunca debería haber prohibido el placer. Habría vivido menos tiempo, pero habría evitado el Apocalipsis. Un hombre que disfruta no desencadena una guerra". Para demostrar su teoría, Adamek utiliza personajes a los que sitúa en puntos dispares. Desde los visitantes de la cueva subterránea del Châteu Rouge en pleno tour turístico a quienes han conseguido alcanzar refugio en cualquiera de los búnkers construidos por los nazis en las dunas del Mar del Norte. Juega con ellos mezclándolos en situaciones extremas de supervivencia para demostrar cómo la maldad humana, que todos tenemos más o menos dormida, aflora cuando se trata del tú o yo. Podría decirse que el autor del libro es un hombre curtido en muchos frentes de la vida. Tras trabajar en Italia como auxiliar de buque, en 1963 fundó una imprenta en Bélgica. Al poco, la revista "La dernière heure" publicó sus primeros relatos, trabajo que alternó con los oficios más diversos: De la fabricación de juguetes, la doma de perros y la crianza de cabras enanas a editor esotérico y "negro" en varias editoriales. Bassarai, que con anterioridad ha publicado de él El señor de los jardines negros y La fiesta prohibida, nos ofrece ahora La gran noche en una edición que se lee con facilidad, ya que la impresión es clara y cómoda. |
Nº
57 - Mayo de 2010 |
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