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Juan G. Atienza: La forja de un linajeEditorial Styria. Barcelona, 2009. 256 págs.Un mundo de intrigas cortesanas en el siglo XIVPor Alberto López Echevarrieta Lo confieso: Siempre he sido un enamorado de la novela histórica, incluso antes de que se pusiera de moda y surgieran relatos ambientados en cada rincón de nuestra historia. Creo que fue Cecil B. de Mille quien se preguntó por qué había que idear espacios nuevos cuando ya se ha encargado el tiempo de inventarlos. Lo cierto es que el filón es inacabable. Juan G. Atienza, escritor que procede del cine y la televisión, conoce a la perfección cuáles son los resortes fundamentales para cautivar al lector: Amenidad e interés perfectamente dosificados. Elemento imprescindible es también la ambientación, a ser posible en escenarios espectaculares y en una época de grandes convulsiones político-sociales. La fórmula, tan empleada en la pantalla –recordemos cómo se hizo el cóctel que dio origen a la serie de Indiana Jones-, es perfectamente aplicable a la literatura si se sabe narrar bien, como es el caso presente. El autor ha sabido elegir al personaje protagonista. Según dice, en la ciudad de Ávila existe una capilla con un sepulcro dedicado a Robert de Braquemont, pero todos la conocen como perteneciente a Mosén Rubí de Bracamonte. "La forja de un linaje" es el relato que hace este curioso personaje del siglo XIV en primera persona, a manera de memoria, cuando ve próxima su muerte. Confiesa haber sido almirante mayor del reino de Francia y como tal encargado por el duque de Anjou para llevar a cabo dos misiones: Buscar un asentamiento definitivo para los judíos en perpetua huída y reconstruir la Orden de los Templarios. La misión no es fácil, sobre todo cuando trata de cumplirla en la Castilla del rey Juan II. Las vicisitudes por las que pasa este noble normando constituyen la base de un relato que tiene notables citas: "Las instituciones han sido creadas y están regidas por hombres que buscan el poder por encima de cualquier ideario –se dice en un momento. O se sirven de este ideario para alcanzarlo y transformarlo a su imagen y semejanza, tal y como dicen las escrituras que Dios hizo al hombre. Todos queremos ser Dios en la medida en que nos lo permiten nuestras fuerzas o la autoridad que hemos acaparado". Encontramos aquí situaciones extremas, como el relato que hace el autor de una matanza de judíos llevada a cabo por intolerantes que, enarbolando la cruz, decapitan a quienes no tienen su misma fe religiosa. El hecho, tantas veces repetido por desgracia, refleja el dogmatismo de muchas gentes al sacar la fiera que tienen dentro para apoyar una idea equivocada de lo que debe ser la religión. El libro goza de los elementos fundamentales para que la lectura sea, como digo, fácil, ligera y rápida, pues la intriga de su argumento es baza fundamental para ayudarnos en la labor. |
Nº
57 - Mayo de 2010 |
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