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E. L. Doctorow: RagtimePuzzle Editorial, Barcelona 2006, 304 pp.
Por Mercedes Martín de la Nuez Puzzle Ediciones ha sacado al mercado otra edición de este clásico de la narrativa estadounidense, pero la edición que yo manejo es la 3ª edición de Grijalbo de 1990, traducida pulcramente por Marta Pessarrodona. El 28 de diciembre de 1895, en París, en el Salón Indio del Gran Café en el Boulevard de los Capuchinos, los hermanos Lumière hicieron una proyección pública de diez películas. Se considera el nacimiento oficial del cine. Este momento no dista mucho de la época en que se ambienta Ragtime, la novela es sin duda un tributo a aquellos primeros documentales. Comienza narrando la historia de una familia a partir de 1902, cuando se instalan en Nueva Rochelle, pero además va contando lo que sucede en la época, personajes que salen en los periódicos y en los primeros documentos cinematográficos: las actuaciones de Harry Houdini, una famosa historia de pasión y crimen que el 25 de junio de 1906 ocupará la primera plana del New York American, la visita de Freud a los Estados Unidos, unas elecciones, la expedición de Peary al Polo, la figura de J. P. Morgan, fundador de la General Electric, Henry Ford...: titulares, reportajes y películas de la memoria local de Nueva York. Doctorow cuenta historias sobre estos personajes, como la tragedia del gran Houdini, que quería ser importante y se sentía una atracción de feria, las ansias de Morgan por ser un dios o el enamoramiento entre Freud y su famoso discípulo. Pero las historias mayores son las de los personajes anónimos: la familia, el judío Tateh y el negro Coalhouse Walker. La historia de la familia está entretejida en la otra, sin embargo tiene un desarrollo tal que impide que la veamos como mero aglutinante. Se narra en ella el viaje de la plenitud al declive, del amor al desamor. Vemos en los caminos separados que toman el padre y la madre los signos de la liberación de la mujer, a través de la historia del judío se narra el sueño americano y el apogeo del cine en América, a través de la historia del digno Coalhouse Walker, el racismo, que lo envuelve en un sinsentido en busca de una justicia que se le niega por sistema. Otras historias menores, como la del muchacho, representan la llegada de la nueva sensibilidad nihilista del siglo xx, y premoniciones de la Guerra y los desastres que nos aguardaban todavía, se dejan caer en la novela. Pero me interesa destacar en esta breve reseña la técnica del autor: las fotos y fotogramas que sin duda sirvieron de origen a esta fabulosa novela. "Le fotografiaron [a Houdini] dando un apretón de manos al alcalde y de pie, entre los dos sonrientes guardianes, pasándoles los brazos por los hombros" (p.43). "Cogió su teléfono nuevo [el alcaide] y sostuvo el aparato de hablar en una mano y el de escuchar en la otra. Mirando significativamente a los periodistas" (p. 44). "Peary colocó a Henson y a los esquimales frente a la bandera y les hizo una fotografía. En ella se ven cinco figuras rechonchas envueltas en pieles y, detrás, la bandera clavada en una cima de nieves eternas (...) A causa de la luz no se distinguen las caras, que son sólo como puntos oscuros enmarcados por pieles de reno" (p.106). "[J. Pierpont Morgan] Había empleado a un
fotógrafo para tomar una fotografía. Hubo un disparo de
Magnesio: el momento solemne quedaba archivado" (p.175). Es interesante visitar las páginas de la Librería
del Congreso que contienen las primeras películas y fotos sobre
la ciudad de Nueva York: Invito al lector a entrar en este mundo de documentos
gráficos que inspiraron sin duda la novela.
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