Ian Gibson: Ligero de equipaje.
Editorial Aguilar, Madrid 2006, 760 págs.
Por Alberto López Echevarrieta
Un equipaje de mucho peso
Digamos para empezar que Ian Gibson vuelve a abordar el género biográfico. El
prestigioso hispanista que ahondó en García Lorca y Dalí de
una forma categórica como nadie antes lo había hecho, incide ahora en la figura de
uno de los poetas más leídos y queridos de todos los tiempos, Antonio Machado.
Con su acostumbrado rigor, el escritor plasma no sólo la vida del autor de “Campos
de Castilla”, sino que analiza su obra aportando datos y pruebas, entre otras cosas,
de la influencia que la poesía francesa tuvo en el español.
Gibson se mueve con acierto recreando el
ambiente en el que se movió Machado en la primera mitad de su vida, pero se aprecia
una acentuada comodidad en cuanto entra en la época de la República y la Guerra Civil.
Lógico, por otra parte, tratándose de una de las etapas históricas preferidas
por el autor.
“Me identifico con esa época de la historia de España porque me parece fascinante.
Hay quien me toma por un romántico, pero lo cierto es que se vivió entonces una etapa
irrepetible desde el punto de vista cultural, aunque durante muchos años haya sido silenciada.
Jamás he entendido a quienes, por ejemplo, han negado la españolidad a los musulmanes
o a los sefardíes que estuvieron aquí mil años, o a quienes olvidan que una
de las fuentes de riqueza cultural que ha tenido España radica en la mezcla de culturas,
de sangres, de idiomas, de textos literarios… Increíble. Hay que ser masoquista y
ciego para no darse cuenta de que el idioma español tiene cuatro mil palabras árabes.
Este país es el único de Occidente donde se ha producido esa mezcla”.
Machado-Lorca, dos poetas
Con un estilo claro y conciso, Gibson analiza los antecedentes familiares del poeta: la labor
desempeñada por su abuelo como catedrático de Física y Química, y por
su padre, considerado como el primer flamencólogo español. Les sitúa en la
historia matizando el carácter fervorosamente republicano de la familia. Luego nos introduce
en el protagonista, cuya persona y obra apasionan desde el primer momento, principalmente por el
lujo de detalles y la amenidad que aporta el autor.
“El conocimiento del folklorismo que tenía el padre de Antonio influyó de forma
notable en la relación del poeta con Federico García Lorca. Éste se da cuenta
de que Granada es una Andalucía de distinto color. Lo dice de manera genial: “Para
los barcos de vela, Sevilla tiene un camino. Por el agua de Granada sólo reman los suspiros”.
Lorca sabe que es un poco ripio, pero compara el Guadalquivir con el Darro y el Genil de forma
admirable. De esta forma establece cómo Sevilla es una ciudad abierta al mundo, mientras
Granada está encerrada en sí misma. Es una ciudad con alma ausente. Cuando conoce
a Machado capta la tristeza por la reciente muerte de su esposa, Leonor, y le entristece que, siendo él
homosexual, el autor de “Soledades” no le atienda en este sentido, pero percibe, intuye,
que él y Antonio son muy parecidos”.
“Ligero de equipaje” analiza esta relación que posiblemente en el caso
de Lorca tuviera otra motivación más allá de la estrictamente profesional.
“Federico conoce a Antonio con 18 años. En ese momento es el pianista del grupo, el
músico, y Machado le escucha dándose cuenta en seguida que está ante un genio
andaluz. Cuando en 1917 ambos vuelven a encontrarse, esta vez en Baeza, Lorca ya ha empezado a
escribir poemas influenciado primero en Rubén Darío y después en Machado.
Cuando éste conoce “Bodas de sangre” le escribe y le dice: “Querido poeta”.
Antonio percibe en Federico una angustia parecida a la suya, pero no pasa de ser una admiración,
digamos, profesional. No creo que la relación pasara de ahí. Lorca, sin embargo,
busca, como Cernuda, al guapo masculino adolescente, pero no obtiene respuesta positiva”.
Unamuno, un modelo de valentía
Uno de los autores más frecuentados por Machado fue don Miguel de Unamuno.
Sigue sus actuaciones públicas siempre sonadas. Le admira por el carácter rebelde
del bilbaino que él no posee.
“Esta admiración documentada –“España entera se ha embrutecido hasta
convertirse en piedra y que V. golpea sobre ella como un titán”-, es profunda. Unamuno,
que le llevaba once años, es para Antonio como un hermano mayor al que consulta y quiere
porque es el más valiente de los españoles del momento. Se opone a todo, es el niño
malo… Un problema para todos los políticos. Machado quiere ser valiente como su abuelo”.
Una de las principales aportaciones de Ian Gibson es el establecimiento de un paralelismo
entre la poesía de Machado y la de Verlain. Para ello reproduce textos de
ambos a fin de que el lector establezca una comparación.
“Es, por decirlo así, un truco para exigir al lector que lea los poemas si quiere darse
cuenta de esa relación literaria. Mucho antes de empezar a escribir su biografía,
yo ya leía a Machado y sabía de él. Luego, cuando empecé a investigarlo,
me di cuenta de que había muchas lagunas en torno al personaje. Una de ellas era el contacto
de este hombre con la poesía simbolista francesa, especialmente con Paul Verlain. Esa es
una de las grandes revelaciones de su vida que más me han impresionado, uno de los momentos
mágicos de mi investigación. No es que yo lo haya descubierto, pero creo que nadie
lo ha dicho en un libro como éste”.
“Ligero de equipaje” es
un libro de lectura imprescindible para conocer no sólo a Antonio Machado, sino también
la época histórica que le tocó vivir. Perfectamente documentado y
con buen número de fotografías, posee el habitual estilo directo utilizado por Gibson para
interesar al lector desde las primeras páginas y mantenerle atrapado hasta el final.
Machado, símbolo del diálogo para la paz
Español de adopción y pasaporte, el
dublinés de nacimiento ha descubierto a “Arteshoy” cuál es su última
satisfacción.
“En todo el mundo somos muchos los
hispanistas que trabajamos sobre los distintos aspectos de la cultura de este país.
A todos nos produce una gran alegría la posibilidad de que España esté por
fin en paz si este alto el fuego permanente de Eta se lleva a efecto. No me gustan los curas
porque no soy creyente, pero me alegra ver a ese sacerdote irlandés, mediador en el
conflicto del Ira, ayudando a que este proceso funcione. Si sale bien, este país, que
siempre lo he definido como puente de culturas entre Oriente y Occidente, se convertirá en
el gran país de Europa. La paz se conseguirá mediante el diálogo hablado.
Antonio Machado simboliza para mí esta tranquilidad, ese deseo de hablar con el prójimo”.
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