Tonke Dragt: Carta al rey
Editorial Siruela. Las Tres Edades. Madrid 2006. 465 pág. (A partir de 12
años)
Por Arancha Oña Santiago
Esferas caballerescas y hombres círculo
Debido a la cantidad de libros, conciertos y espectáculos que en esta última década
se han representado sobre el espíritu y la época medieval, cualquiera podría
pensar que en la era de Internet, la ingeniería genética y las visitas al espacio,
o bien que la Edad Media ha vuelto a alzar su voz, o bien que nunca se ha callado a
pesar de varias intermitencias. Hay quien emplea el término medieval como identificación
de ignorancia, barbarie e irracionalidad como hicieron algunos renacentistas e ilustrados, o como
admiración de sus fervorosos valores, sus heroicas virtudes y sus vitales sentimentalismos
como lo hicieron los románticos. Tonke Dragt nos presenta en su libro el mundo de los caballeros
medievales con romanticismo y sencillez, interpretando con afecto y sin ironía sus códigos
de actuación y sus ideales. Un tierno relato que fue reconocido en 1962 como el mejor
libro infantil del año en los Países Bajos y premiado actualmente en el 2004 con
el “Griffel der Griffels”, distinción que le reconoce como el mejor de los últimos
cincuenta años, además, a Dragt se le otorgó en 1976 el Premio Nacional de
Literatura Infantil y Juvenil por el conjunto de su obra.
A lomos de caballos defendidos por escudos y espadas, hace cabalgar la autora entre fantásticos
e independientes reinos con sus bosques, montañas, ríos y castillos, diferentes espíritus
arquetípicos de la codificación moral caballeresca. Con un lenguaje natural no exento
de expresividad, diálogos sencillos y una prosa amena sin complicaciones estilísticas
dirige la autora vivas descripciones de hechos e ideales históricos que
confieren realidad a una invención, que sin caer en el oscurantismo medieval y teocrático
juega al misterio con creatividad argumental y sin ayuda de la magia. Párrafos de gran tensión
compaginan con otros de esencia distendida y una espléndida secuenciación de capítulos
e intrigas dirigen nuestra intuición y razón, hacia el final de una obra cuyos significantes
y significados están melódicamente armonizados en modo caballeresco.
La rítmica del relato es dirigida por la esencia de los personajes al jugar Dragt con la abstracción
y concreción de valores como la conciencia exaltada del honor y del deber, sobre diferentes
arquetipos del folclore y la tradición, reflejo en mayor o menor medida, de la roman
courtois francesa y de la herencia artúrica. Reyes iniciados en lenguajes codificados
y príncipes gemelos de éticas asimétricas, leales caballeros y fieles escuderos,
sabidurías en la cima como la del erudito ermitaño y en la sombra como la de algunas
gentes del pueblo, quienes sin ejercer socialmente de ello demuestran con guiños de humor
y humildad que también lo son. Al compás del medioevo, sus circulares identidades
son consonantes a una esfera jerárquica y grupal con ideales de perfección en clave
de subordinación consentida, unos ideales que son exaltados y paliados por la intencionalidad
y perspectiva de la autora, pero siempre al servicio de la moral y su restringida dualidad entre
el bien y el mal.
Una divertida novela que comienza en el solsticio de verano, cuando a las puertas del rito
de iniciación en la esfera caballeresca, una desconocida voz pone en juego el sentido del
honor y del deber de nuestro joven héroe, quien en cumplimiento de la misión se introduce
en un mundo de poderes antagónicos y lucha de contrarios, un mundo donde su madura razón
y a veces ingenua intuición se ponen al servio del fervoroso bien, un mundo donde su orbicular
identidad y honor como caballero adquiere sentido en la esfera colectiva y donde su bondad y a
priori confianza en el ser humano le lleva a encontrar amigos y enemigos, odio y también
amor. Un cosmos de fantasía con pinceladas de realidad que refleja desde una óptica
positiva y en clave romántica, con dosis de misterio y mitificación, el espíritu
medieval caballeresco.
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