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Ángel Luis Luján. Una calle cortadaDevenir, Madrid, 2005.77 páginas.Por Mª Ángeles Maeso El aire como protagonistaUna calle cortada es la sexta entrega poética de Angel Luis Luján (Cuenca,1970). El libro se abre con preguntas de tono elegíaco que recuerdan las del Rilke (Quién, si yo gritara...). "Quién hoy podría hacer verdad mi vida", se pregunta Angel Luis Luján en el primer poema, el portador del sentido de toda la obra. Ante la imagen del río como metáfora del tiempo, se rememora una pérdida de la que el agua aporta sus señales en símbolos como el guijarro o la rama desgajada, con la que se identifica el poeta. Los poemas que siguen son el marco para esa memoria de lo perdido, abandonado o arrebatado, que se presenta inflexible e insuperable: "lo mejor de la vida ya se ha ido". Como en las esculturas de Chillida, el vacío, El hueco es el protagonista de este libro: "y el aire que he perdido, el aire mío". De este modo el tiempo se organiza en torno a un pasado pleno y luminoso y a un ahora vacío y oscuro. Si hay pasión, sólo tendrá sentido en tanto sea mantenedora de la memoria, de lo ya vivido. Esta tesis de fondo se mantiene a lo largo del libro, que se nos entrega estructurado en cuatro partes, con su correspondiente título más un cierre de dos poemas. En la segunda de ellas, uno de los poemas, que concluye con el verso que da título al libro, es la minuciosa descripción de una calle londinense que un día recibe al paseante con su anuncio de obras y de inmediato corte de paso. El que esa calle acabará en el atrio de la Biblioteca Británica dota de un sentido amenazador al poema: a las ya enunciadas pérdidas se añade ésta, por la que se accedía al conocimiento. Como en este poema, en gran parte de ellos encontramos que la alegoría y el símbolo son los recursos literarios en los que se apoya este poeta; su modo de evitar que su decir se pierda en un discurso conceptual, lejano de la emotividad poética. Propósito perfectamente logrado, ya que aunque se trata de poesía meditativa o de pensamiento, el discurso llega al lector impregnado de la subjetividad que propicia la primera persona, a veces en diálogo con un 'tú' retórico, así como de las numerosas expresiones de alta carga emotiva: "los mil rostros que he mirado y uno a uno/ me han devuelto envuelta en odio la mirada" La presencia de la muerte o la pobreza se hace desde hechos concretos, vivencias reales ("Te oí llorar un día en el pasillo/ porque era caro un fontanero") La denuncia sobre la marcha del mundo se lleva a cabo sutilmente, con imágenes rápidas y sintéticas, impregnada de una desesperanzada ironía: "Hoy ha salido el sol sobre los justos / Y sobre los que ostentan la justicia". Un léxico muy frecuentemente religioso indica que esa pérdida, cuya memoria vertebra el poemario, tiene que ver con ver con el mundo de la fe en cierto dios; tal vez en aquel de los mercenarios del que renegara el creyente León Felipe. Con no menos fuerza denuncia Luján a sus servidores en un enérgico poema (Los monjes sin dios), responsables de que esa pérdida de animales puros que duelen en la memoria del poeta. Como en una poética romántica el ser humano vislumbrado en estos poemas resulta tremendamente disminuido ante la perfección de la naturaleza: "De extremo a extremo, tensado como un arco/ de azar o de justicia el universo,/ y el hombre, un centro innecesario y solo: un aire de alegría que le ocupa, / perfecto con permiso de las cosas" Elementos de una poética del romanticismo desde donde asoma la figura del corsario de Espronceda en contrapunto con la de Luján. El libro se cierra con un conmovedor poema: el terror que provoca el fuerte acaba con el lenguaje. El vacío hasta el final; el aire como protagonista. Una propuesta poética de una belleza estremecedora. |
Nº 6 - Diciembre de 2005
Literatura
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