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Emilia Pardo Bazán: Memorias de un solterón.

Cátedra. Madrid 2004

Ana Isabel Ballesteros

Libertad honrada para las mujeres del siglo XIX

Emilia Pardo BazánEn los últimos veinte años se ha puesto de moda reeditar aquellas obras del siglo XIX cuyas protagonistas femeninas muestran deseos de salir de los moldes patriarcales de su época y vivir de modo similar en algunos puntos a como lo hacen muchas mujeres occidentales de hoy. Esta vez le ha tocado el turno a una novelita de Emilia Pardo Bazán, la primera mujer española en conseguir una cátedra universitaria.

Es importante recordar lo que ya sabemos todos respecto a que esta escritora gallega pretendió ir a la vanguardia en modas literarias, según repetía con bastante sarcasmo Juan Valera. Así pues, también resulta comprensible que tratara narrativamente un debate muy en boga a finales del siglo XIX, el de la "libertad honrada" para las mujeres, debate que ya había planteado Galdós en varias de sus novelas (Fortunata, en la famosa novela, o Tristana, años después) y que la propia Pardo Bazán había protagonizado en su propia vida. En Memorias de un solterón , este debate se concreta en torno a las ventajas e inconvenientes de que la mujer de las clases medias y altas, las consideradas "señoritas", se independizaran del papel exclusivamente casero en el que habían vivido durante siglos.

También conviene recordar que Emilia Pardo Bazán siempre se alineó en las filas de los católicos y de los conservadores cuando se trataba de cuestiones doctrinales o morales: hay que reconocerle el haber sabido compaginar, de un modo más inteligente que sus colegas masculinos, la vanguardia artística incluso en sus aspectos ideológicos, con una postura coherente con su credo religioso.

Esto es lo que cabe esperar antes de adentrarse en la lectura de Memorias de un solterón. Y, en efecto, las ideas de Pardo Bazán quedan perfectamente mostradas y demostradas en el personaje de Feíta, curioso sobrenombre por el que se conoce a Fe, quinta de las once hijas que se ve en la precisión de mantener el mejor amigo del supuesto narrador. Feíta es hija de una familia ilustre pero venida a menos generación tras generación, cuyo padre, tras la muerte de su mujer, no ha sabido cómo dirigir a su familia. Emilia Pardo Bazán quiere demostrar su tesis en esta novela, una tesis de un feminismo edulcorado, rompedor en cuanto a los aspectos más superficiales de las costumbres sociales de la época pero no rompedor, en absoluto, del porqué de esas costumbres, esto es, de los aspectos morales y religiosos. Por eso crea en Feíta un personaje sin ninguna de las tachas que se encontraban en las feministas de la época, a saber, la falta de aseo y feminidad, su dudoso sentido de la moral y, sobre todo, de la moral sexual. Y también por eso, junto a esta protagonista, Feíta, Pardo Bazán crea otros personajes que, sin salir de los moldes tradicionales, pierden su honra, según expresión de la época, mientras que Feíta se mantiene intachable. Incluso podríamos decir que Pardo Bazán hace algo de trampa, porque crea al mismo tiempo a un hombre al que no le convencen las mujeres al uso (que, no nos olvidemos, eran las que generalmente seguían reclamando los hombres de la época a la hora de casarse y seguirían queriéndolas así en el siglo XX). Este personaje, en cambio, parece ver en Feíta a su mujer ideal, con lo que la autora viene a decir que ese nuevo tipo de mujer que ella defiende no perderá su encanto femenino ni su atractivo ante los hombres para facilitar la formación de una familia. Llegados a este punto y para no desvelar del todo la trama, señalemos que Emilia Pardo Bazán se manifestó mucho más conservadora y modélica que en su propia vida, en el trazado de esta novela, sobre todo en su desenlace y en el personaje de Feíta, aunque sean ciertas y verosímiles las situaciones que ofrece.

En realidad no estamos ante una de esas grandes novelas del siglo XIX en las que destaque el dibujo psicológico de los personajes, los recovecos de sus conductas, de sus pensamientos. Más bien estamos ante una de esas novelas de tesis, aunque se hubiera pasado ya algo la época, y los personajes responden sobre todo a "tipos", de acuerdo con un modelo más costumbrista que propio de 1896, año en que Pardo Bazán escribió esta novela.

Veamos, como muestra, cuáles son los caminos que adoptan cada una de las hermanas de esta familia: Gertrudis, la mayor, sabiendo las dificultades de casarse sin dote con alguien de su clase social, con tal de casarse acepta por marido a un hombre de clase inferior que la maltrata; la segunda hermana, Clara, consciente del mismo problema, busca una salida digna y profesa de religiosa en una orden de mujeres de alcurnia. La tercera hermana se llama María Rosa, es la más guapa y sólo vive para arreglarse: su coquetería se convierte en su dios, al que lo sacrifica todo. Otra hermana representa a las mujeres de imaginación desbocada y emotividad sin coto, a la que acompaña una preciosa voz y que Pardo Bazán juzga adecuada para dedicarse a la vida teatral. De las demás hermanas Pardo Bazán sólo pone nombre a Constanza, de la que dice, literalmente que "siempre realizó el tipo de la más clásica insignificancia y pasividad: callada, sosa, sin voluntad propia". Con todas ellas quedan resumidas las posibilidades vitales de las muchachas nacidas en las circunstancias de las de esta familia y, por extensión, las de muchas del siglo XIX. Ahora bien: ninguna de ellas, ni siquiera Feíta, cuenta con uno de esos análisis tan logrados que hacen aún hoy al público acudir a la lectura de las novelas del Realismo. Es, no cabe la menor duda, aunque digna, bien escrita y entretenida, una obra menor de la autora y de la literatura decimonónica española.

En cuanto a la edición, a cargo de la profesora Ángeles Ayala, resulta de toda confianza. La profesora Ayala conoce a fondo la literatura de todo el siglo XIX español y eso se aprecia particularmente en las notas. Muchas veces, los editores de Pardo Bazán sobre todo saben de la época del Realismo y del Fin de Siglo y menos de los años anteriores y por eso se les pasan muchos detalles que la profesora Ayala entiende y hace entender en sus justas dimensiones, gracias a ese conocimiento global de la materia. En el caso de esta novela sus anotaciones son particularmente interesantes, porque sirven realmente para acceder a todas las alusiones que de otro modo el lector tendría que pasar por alto o perder tiempo en investigar sobre ellas. De esta forma, la lectura de esta novela se convierte también en una forma de aprender sobre diversos aspectos de la cultura española relacionada con esta época.

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Nº 6 - Diciembre de 2005

 

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