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Jorge Rando: Cuadernos de Hamburgo. Dibujos y Acuarelas


Textos Carmen Pallarés.

Ediciones Victor i Fils. Madrid, 2010


Por Julia Sáez-Angulo


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Carmen Pallarés dijo en su presentación:

"En un teatro de Viena, Brahms está interpretando una de sus sonatas. Se escuchan ya los últimos sonidos del piano. La obra llega a su fin. Y estalla la ovación, cerrada, larga, llena de entusiasmo. Cuando los aplausos se debilitan..., se abre paso, excitada, una voz, de entre el público: "Señor Brahms, ¿qué ha querido decir con la música que acaba de interpretar?" En la sala, se corta de repente el silencio y se corta también el asombro en la estampa del compositor, que permanece inmóvil durante unos segundos. Y entonces..., reacciona: se dirige al piano, se sienta, pone sus manos sobre el teclado e interpreta de nuevo, de principio a fin y de la misma forma, la misma sonata.

No les puedo contar cual fue la respuesta del público tras la segunda interpretación. No lo sé. Lo que sí se es que este episodio resulta ejemplar para poner de manifiesto un problema del cual yo soy ya casi dolorosamente consciente: el de la transmisión del sentido y el significado de una obra de arte.

Pensamiento, sentimiento y voluntad

De este problema, sólo pueden salvarse: en primer término, la propia obra que para bien o para mal se manifiesta a sí misma; en segundo lugar, el autor, quien siempre puede interpretar de nuevo su sonata; y finalmente, el historiador, que puede llevar perfectamente a cabo su tarea sin enfrentarse si no lo desea con los ángeles del sentido ni con los dragones del significado. Los que escuchamos, contemplamos, asistimos al drama, leemos..., sólo nos salvamos cuando templamos bien los órganos anímicos, como dice Rudolf Steiner, de manera que el pensamiento, el sentimiento y la voluntad puedan vibrar con tino y convertir en experiencia lo que el Arte nos da. Porque, el Arte se nos da, sí, pero... sin duda, cada uno de nosotros tiene que merecérselo. Es un puente de luz o de tiniebla, tendido entre dos realidades imponentes: la del espíritu y la de la materia, y no puede cruzarse sin respeto, sin asombro, sin dignidad, sin agradecimiento.

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Yo estoy hablando de obras hechas de verdad, de órganos anímicos bien afinados, del puente misterioso que nos tiende el Arte, pero...: hoy, todo esto suele rechazarse, negarse y combatirse. Y se combate, claro que sí, casi siempre con malas, con malísimas artes.

Cerca de mi casa, en el barrio de Ciudad Jardín, hay un grafito de esos que cuentan con todos los permisos, ayudas y licencias públicas y privadas. Está en el muro exterior de un colegio. En su parte central se ve... esto. Es la representación de un profesor, infatuado y mandón, que ha escrito en la pizarra lo siguiente: "No existe el arte; sólo existen los artistas". ¡Seré antigua! ¡Seremos antiguos e indocumentados quienes nos apenamos y nos rebelamos ante declaraciones semejantes!

Lo falaz y lo destructivo de estas manifestaciones viene de lejos, desde luego, y en su momento tuvo su sentido, claro. Pero los lodos han sido y están siendo excesivos y necesitan respuestas cada vez más enérgicas y más quintaesenciadas. Hoy, presentamos una respuesta así.

Una colección de dibujos en Alemania

"Cuadernos de Hamburgo" es una gran colección de dibujos, nacida en las últimas estancias que Jorge Rando ha pasado en Alemania. Allí, el pintor no suele pintar: allí dibuja. ¿Cuáles son las diferencias que nos hacen distinguir claramente dibujo y pintura cuando, en muchos casos, se utilizan las mismas materias, los mismos pinceles, los mismos colores, y se representan los mismos asuntos?

Dos de mis sobrinos, Carlos y Laura, cuando eran niños, distinguían lo que era un dibujo y lo que era un cuadro con una emocionante seguridad mágica. Y hacían como Bramhs cuando yo les preguntaba cómo sabían que una cosa era dibujo y la otra pintura: sencillamente, me enseñaban de nuevo sus papeles, situándolos esta vez más cerca de mis ojos. Con sus distintos caracteres y temperamentos, y los dos reaccionaban igual en este asunto.

Lo mismo haría Rando hoy, si le dejáramos. Y lo haría, porque él sabe bien algo importante: que la actividad de un artista es tan sólo parcialmente consciente.

CuadernosNos lo advirtió Aristóteles, uno de los filósofos más modernos del Pensamiento Occidental, con el que podemos seguir contando, cuando en su Metafísica hizo la distinción entre la noesis, la ideación, la concepción de la obra, y la poiesis, su trance, su manifestación física, su ejecución. Lo que nace así, no podemos convertirlo en razonamientos completos, a no ser que no nos importe comportarnos de mala manera con el arte, cruzar ese puente con precitación y ser unos fariseos con los artistas.

Y es que el dibujo... tiene cualidades curiosas: una de ellas, es la del movimiento, como si fuera la huella de ese paso entre la idea artística y su evidencia, sea con línea, con mancha, o con ambas cosas, como suele hacer Jorge Rando. Otra de esas cualidades es la de que vale casi como carnet biográfico, como dietario de las intenciones, acciones y emociones de su autor. Y otra, es la de que parece que está haciéndose siempre, en el sentido de que no es un sello, no cierra posibilidades, no impide que intervengan otras cosas, no se defiende y no se niega a cambios y variaciones que le enriquezcan.

Alma y mano moran en el dibujo

Así, alma y mano, mano y alma moran en el dibujo, viven en los dibujos de Jorge Rando, en estos Cuadernos de Hamburgo: cinco cuadernos reunidos en uno y en cada uno de los cuales late bien distribuida una verdad artística, un respeto, un entusiasmo por el arte, una afirmación de su necesidad y de su importancia para que la cultura actual y con ella nosotros no desaparezcamos bajo los densos mantos anti-antísticos de nuestra sociedad.

Nada hay aquí de los lodos del racionalismo, el positivismo, el dirigismo, el igualitarismo, el materialismo, la politiquería ni el oportunismo. Lo que impera es el buen conocimiento artístico, la impronta del pensamiento y del sentimiento imaginativos, bien dosificados. Y las hechuras de una voluntad creadora que se convierte en dibujos intensos y ligeros, alertadores y amigables, personales y sociales, atareados consigo mismos, y amantes siempre de un porvenir humano.

Son obras del arte del dibujo y de la pintura, procedimientos que siguen siendo de nuestro tiempo, junto a los nuevos métodos y medios artísticos. Dibujos de Jorge Rando, excelentemente reproducidos en esta publicación. Dibujos que saben espabilarnos, estremecernos y serenarnos, que nos ayudan a tener criterio, a agradecer el hecho de que exista el Arte, y a relacionarnos con él, fundamentadamente, con verdad.

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Nº 57 - Mayo de 2010

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