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Corrado Giaquinto y EspañaPalacio Real de Madrid. Madrid. Del 5 de abril al 25 de junio 2006Por Julia Sáez-Angulo Nacido en Molffeta (Nápoles, 1703), Giaquinto fue llamado por los reyes Fernando VI y Bárbara de Braganza en 1753, a la muerte del pintor Giacomo Amigoni (1682-1752), para que completara la decoración del palacio real. Nueve años en España fueron suficientes para dejar una obra que supuso el cenit de su carrera artística. La decoración de los frescos en la Escalera principal y en el Salón de Columnas resulta asombrosa por la capacidad de despliegue de asuntos y figuras sin que uno ni otras domine sobre las demás, en un conjunto equilibrado y armónico como sólo podría hacerlo un mago de la pintura. Un genio. Gran trabajador en su oficio, no se limitó a la pintura sino que miró con interés la decoración de los estucos e incluso llevó a cabo bocetos de esculturas para ornamento exterior que no llegaron a realizarse. Fue buen amigo de Juan Bautista Sacchetti (1660-1764) y ello explica su interés al tiempo que dominio sobre la ornamentación en la arquitectura. Es un maestro versátil que con igual dominio refleja en sus obras la pintura de escenas bíblicas, mitológicas, alegorías e incluso paisajes. Con su estética rococó nos ofrece unas figuras bellísimas entre el cielo y la tierra, como “La oración en el Huerto” (Museo del Prado), donde Cristo, con un manto azul intenso refleja todos los matices de la luz en una figura entregada a la muerte pese al consuelo del ángel. “San Miguel arcángel abatiendo a Lucifer” representa igualmente la idea celestial del ángel dominador sobre un demonio que se arroja a los ínferos. Dominio, vuelo, pintura idealizada y casi fantástica en su representación de figuras imposibles en el realismo de la pintura. De la mística es capaz de pasar a la sensualidad de la mitología con escenas como la del cuadro “Venus recibe de Vulcano las armas de Eneas”. La carnación de la diosa y la tez más tostada del mortal son un contraste magnífico de las dos figuras envueltas en una luz dorada formidable. Si entramos en su cromatismo, nos encontramos con colores pasteles, aporcelanados, dulces y soñadores, como corresponden a la visión idílica del Rococó. Finura exquisita, finezza summa que dirían los italianos. “El nacimiento del sol y el triunfo de Baco” (Museo del Prado) es el sumo barroco en el que aparece la figura central envuelta en una luz irreal de rompimiento de gloria mientras las figuras de las bacantes con el dios de los pámpanos despiertan a sus rayos incitadores. Un ritmo circular mueve la escena. Es magnífica esta exposición que debía de hacerse por ser quien es Giaquinto respecto al Palacio Real de Madrid y porque es ver el esplendor de un período palaciego con un pintor extraordinario que nos ha dejado condensada la estética y sensibilidad de una época histórica en sus cuadros y en sus frescos. El hecho de traer obras suyas de Italia para completar la visión hacen la muestra más interesante y completa. * Más información www.patrimonionacional.es |
Nº 11 - Mayo de 2006 |
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