Cas Oorthuys. Madrid, mayo 1955
Fundación Carlos de Amberes. Madrid. Del 18 de enero al 5 de marzo de 2006
por Carmen González García-Pando
Luces y sombras de la ciudad
A mediados de los años 50 del pasado siglo, los editores de Contact Photo Pocketbooks encargaron
a Cas Oorthuys las ilustraciones de un libro de viajes dedicado a España y que llevaba por
título “Hart van Spanje” (El corazón de España). Madrid representaba
ese núcleo central, ese corazón que comenzaba a cicatrizar las heridas de la guerra
civil y los años terribles de escasez. En esta ciudad comenzaría el viaje del fotógrafo
holandés cuya cámara supo captar la imagen cotidiana de sus gentes y ambientes. Unas
imágenes ausentes de tópicos, profundamente realistas y en las que no falta admiración
y respeto por una cultura completamente diferente a la suya.
Cas Oorthuys llegó a España cargado con una cámara Rolleiflex, que le proporcionaría
un formato cuadrado; y acompañado de su amigo, el poeta Bert Schierbeek, que escribiría
los comentarios a sus fotografías. Madrid le proporcionó el material necesario para
recrear la fusión entre lo rural y tradicional con las incipientes particularidades modernas.
Los parques, plazas, cafés, comercios y, ante todo, sus gentes conforman un testimonio único
y emotivo de nuestra más cercana historia.
La colaboración entre la Comunidad de Madrid y la Fundación Carlos de Amberes ha permitido
la exhibición de este conjunto de setenta y siete instantáneas que, aunque inicialmente
servirían para ilustrar el libro mencionado, la realidad es que son, en su mayoría, inéditas
y se ven por vez primera en esta exposición. Es conocida la política de difusión
del arte fotográfico que la Comunidad de Madrid está llevando a cabo desde hace unos años.
Una actividad muy loable puesto que siempre se ha infravalorado la fotografía en comparación
con las llamadas artes mayores. En esta ocasión se han adquirido los derechos de exhibición
de estas fotografías por un periodo de dos años; tiempo en el que se mostrarán por
el circuito de la Red de Exposiciones Itinerante.
Las imágenes del Madrid de estos años debieron sorprender tanto a los autores del reportaje
como a los españoles que ahora las contemplamos y que hemos olvidado -o no hemos vivido- el ambiente
de una ciudad sin apenas automóviles ni farolas, donde la gente se desplazaba en el metro, en
tranvía o en autobuses de dos pisos. Una ciudad que despertaba a las primeras luces del alba con
las voces de los vendedores de periódicos, de los anunciantes de cualquier producto único
y económico o con los martillazos de los albañiles que, en lo alto de los andamios, demostraban
su habilidad liando esos cigarrillos, popularmente llamados “caldo de gallina”, sin
perder ni una hebra. Son estampas de una ciudad donde trashuman rebaños de ovejas, los serenos
vigilan las nocturnas calles, las criadas, perfectamente ataviadas con delantal y cofia, pasean
a los niños y el barrendero riega las calles ante los cantos provocativos de los chavales.
Madrid es todavía una ciudad tranquila donde un cansado obrero echa una siesta recostado en las
puertas de un edificio oficial; esas Cortes Españolas tan “largamente dormidas” como
apuntaba Shierbeek en su comentario de esta bella fotografía y cuyos “leones que hacen guardia
delante del edificio, no le importan mucho”. Terminando el poeta con esta reflexión: “¿Qué significa
un pasado grandioso en un presente hambriento?”. No obstante, y a excepción de algunas pocas
fotografías de carácter más crítico, el conjunto de estas imágenes
muestran la fisonomía amable y cotidiana de una ciudad cuya gente gusta tomar el aperitivo en
cualquier terraza de la Gran Vía, acude a Las Ventas las tardes de feria taurina y se divierte
en “Chicote” y “Pasapoga”.
Madrid, 1955. Una ciudad de luces y sombras que emprende el camino al desarrollo económico
e intelectual.
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