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Aitor Ortiz . Muros de luz. FotografíasMuseo Artium, de Vitoria. Del 8 de febrero hasta el 2 de mayo de 2006.por Alberto López Echevarrieta El poder de la piedraBajo el título “Muros de luz”, el museo Artium, de Vitoria, presenta 17 obras del fotógrafo Aitor Ortiz (Bilbao, 1971). La cámara se recrea en una monumental cantera de mármol situada en la localidad vizcaina de Markina tratando de buscar contrastes entre la masa pétrea y los espacios abiertos en ella, unos espacios que sólo existen en la imaginación del artista. Estamos ante el último trabajo de un fotógrafo que siempre se ha relacionado con el mundo de la arquitectura, despertando siempre un interés. No son simples fotografías realizadas con más o menos gusto, sino una mezcla de realidad y fantasía realzada por su localización en una sala que, con su iluminación y la parquedad de su decoración, aporta un aire tan misterioso como atractivo. Ortiz se ha distinguido últimamente por reflejar con su cámara una serie de espacios descontextualizados y ambiguos intencionadamente carentes de referencias o escalas que nos permitan averiguar el tamaño real de lo fotografiado. Sus exposiciones en Alemania, Suiza, Estados Unidos, Luxemburgo y diversas capitales españolas le acreditan como uno de los profesionales más interesante del momento. En la exposición que ahora se puede ver en Vitoria da un paso más en su trayectoria y, apartándose de escenarios arquitectónicos al uso, se interna en la belleza aparentemente natural de una cantera, con sus paredes sesgadas por la mano del hombre, convirtiendo la montaña en espectáculo único de líneas geométricas cuyas dimensiones escapan a cualquier cálculo. “Juego con la luminosidad de los espacios –dice el artista-, con esa ambigüedad provocada a veces por esa fluctuación de las luces y los muros que no sabes si profundizan, si van o vienen. Hice fotografías dentro de la propia sala. En ese ejercicio vi la relación entre lo que estaba plasmando en el interior y el exterior. Vino así un tercer ejercicio: Intervenir dentro de las propias salas del museo para unir las dos series. Es muy importante la suma de todas ellas porque cosas que ves en unas crees que te van a hacer descubrir o sentir la siguiente y lo único que van a conseguir es engañarte”. Son fotos de distintos formatos. Tampoco sus proporciones son habituales. Aparentemente son frías y raras, pero nadie les puede negar tirón desde el primer momento en que el ojo se fija en ellas. Las sombras y luces aportan un halo de misterio que, sin pretenderlo -¿o a propósito?-, inquietan al espectador. Juega con las especiales condiciones de exhibición, tales como la iluminación y el efecto de ubicación de los cuadros. Las paredes lisas de la cantera en las fotos se mezclan con los muros de Artium creando, como digo, un ambiente sumamente atractivo. “No es producto de la casualidad –dice Ortiz-, ya que todo fue muy estudiado antes de que la muestra fuera una realidad. Estudié las características de la sala y luego, con la ayuda del arquitecto G. Egea creé los espacios virtuales dentro de la cantera que había fotografiado. Desde el punto de vista fotográfico y arquitectónico no me interesaba tanto mostrar espacios o vaciados que tuvieran un excesivo protagonismo. Lo que pretendía era introducir espacios en aquellas paredes”. Llaman la atención los engaños visuales en el espectador, trabajos que provocan un salto entre lo real y lo que se ve. “El vaciado no es importante para mí, sino la capacidad de hacer realidad unos espacios que sólo estaban en mi mente y la capacidad que tiene la fotografía de documentar y de hacer veraces esos espacios”. Aitor Ortiz es consciente de la importancia que tiene la relación entre el espacio y cada una de las piezas. “Normalmente –señala-, yo no uso la escala de los elementos. No he utilizado un referente humano en ninguna de las piezas. Aquí lo hago al final de la exposición, donde aparece esporádicamente una persona en un video, de tal forma que no se distorsiona ni condiciona la visión del espectador y se replantea la escala pudiendo analizar todo lo que ha visto con anterioridad”. “Muros de luz” constituye un extraño entramado de fotografía, arquitectura, escultura y luz completado con un ciclo de películas sobre cine y arquitectura realizadas en los primeros años del siglo pasado, como “El gabinete del Dr. Caligari” (1919), “El fantasma de la ópera” (1925), “King Kong” (1933), “One Week” (1920) y “Berlín, sinfonía de una ciudad” (1927). |
Nº 8 - Febrero de 2006 |
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