Manuel Viola: El espacio por la luz
Espacio para el Arte. Obra Social Caja Madrid. Palaza de Aragón, 4. Zaragoza
Hasta el 22 de febrero de 2006
Por
Luis Úrbez
Manuel Viola, uno de los grandes del arte español del siglo que terminó, ha regresado
a la tierra en donde nació, Zaragoza, con una exposición que lleva por título Manuel
Viola: El espacio por la luz. Aquí vino al mundo este pintor impetuoso, erudito notable,
torbellino verbal que gustaba llamarse "poeta fracasado" y que aseguraba haber llegado a la pintura
por puro accidente. Viola nació en 1916 junto al Ebro, en una casa cercana al amarre de
la famosa barca del Tio Toni, en la que se cruzaba el ancho rio a falta de más puentes.
Pronto se trasladó a Lérida a estudiar el bachillerato, regresando cada verano a la
capital aragonesa. En 1933 funda la revista Art , con el escultor Leandre Cristófol
y el pintor García Lamilla. Al año siguiente se instala en Barcelona y entra en contacto
con el grupo ADLAN. Tras su milicia republicana, marcha a vivir a Paris en el 39, donde frecuenta
a Benjamín Perret, a Picasso, y al abstracto Henri Gotees. Allí participa en las
publicaciones clandestinas del grupo surrealista "La Main à Plume", y conoce a la que sería
su mujer, Laurence Iché. Regresa de nuevo a París, tras una estancia en Normandía,
y se relaciona con Picabia ("era casi mi padre"), Ubac, Hartung, Soulanges, Camilla Bryen, participando
en diversas exposiciones colectivas.
La exposición de su obra le obliga a múltiples viajes hasta que en el 49 recala de
nuevo en España, practica "el gitanismo", intenta el toreo, y se deslumbra con Goya ("cuando
entré en la sala negra fue un puñetazo..."). A mediados los cincuenta entra a formar
parte del grupo "El Paso", un movimiento básico para la vanguardia plástica en nuestro
país. Lo hace en una segunda incorporación de artistas informales junto con Saura,
Millares, Canogar, Feito, Rivera y Martín Chirino. Participó en las bienales de Venecia,
Sao Paulo, Quito. Aunque vitalista a tope, no escapa de la muerte el año 1987 en San Lorenzo
de El escorial.
Se recuerdan en Zaragoza la gran antológica del pintor exhibida en el Palacio de la Lonja
en 1972, presentada por un entusiasta Camón Aznar, y la antología póstuma
de 1989 en el Palacio de Sástago. Visitar la exposición de Viola que se exhibe ahora
en la Obra Social de Caja Madrid en Zaragoza hasta el 22 de febrero, es como entrar en una tormenta
de luz y de color, rayos punzantes y vigorosos, torbellinos crispados que surgen de profundas masas
oscuras como una revelación.
La exposición El espacio por la luz presenta en total cuarenta y siete obras
realizadas con acrílico sobre muy diversos soportes, en las que se puede apreciar la preocupación
constante del autor por la luz, las sombra, el espacio y el vacío. "Hago enfrentarse en
mi lienzo luz y sombra. Para mí, el color nunca es color, es solamente un aspecto del conflicto
entre entre la luz y las tinieblas".
Se trata de obras pertenecientes a colecciones particulares. Algunas son inéditas y muchas
son piezas que se han expuesto muy pocas veces al público. Brochazos fuertes, relámpagos
que nacen intensos en su origen hasta perderse en una extraña y estilizada pureza de líneas.
Se diría que el mismo ánimo recio de Viola se somete sinceramente a esa depuración
en sus cuadros.
Disfrutar de este reencuentro con el artista aragonés, dejándonos atrapar por esa especie
de espacio físico inédito y personal que agudamente consigue crear la exposición,
enriquecida con un audiovisual sobre el autor, es sin duda uno de los buenos regalos que puede
hacerse uno en estos días finales del año.
<<
|