EXPOSICIÓN DE GUADALUPE LUCEÑO “TODO EMPEZÓ EN DAMASCO”
por Julia Sáez-Angulo
La pintora española Guadalupe Luceño ha expuesto su trabajo pictórico en el Hypothekenbank de
Essen (Alemania) bajo el título de "Todo empezó en Damasco". Se trata de un trabajo
que se inspira en la historia milenaria de los diagramas sapienciales gnósticos, objeto de
su investigación y reflexión en los últimos años. Una historia que constituye
el substrato filosófico-espiritual de la abstracción geométrico-mandálica ,
que la autora cultiva. La exposición ha sido patrocinada por el Hypothekenbank
El objetivo de esta artista es enlazar el pensamiento y la espiritualidad de Oriente y Occidente,
algo que hizo explícito en su exposición El mandala entre Oriente y Occidente ,
que llevó a cabo en 2004 en el Centro Cultural Hispano-Japonés de Salamanca.
El profesor Ignacio Gómez de Liaño escribe en el catálogo de la exposición
en Essen: "Guadalupe Luceño se fija a menudo en las composiciones de grandes músicos
(Beethoven, Bach, Mahler), lo que se explica por qué su pintura es música visiva,
juego armónico de sensaciones visuales, en el que el plano pictórico hace las veces
de partitura. La referencia a la música va al fondo de la obra de Guadalupe Luceño,
pues la música es algo más que la mera modulación de sonidos. Giordano Bruno,
que además de filósofo fue uno de los principales tratadistas del arte de la memoria,
compara sus diagramas mnemónicos -sus mandalas, podríamos decir- con la música
(...) G. Luceño forma parte de esa clase de músicos a los que se refería Bruno.
A ellos la armonía se les da a través de una visión que trata de ir al fondo
musical de las cosas. Pues el alma, como pensaba Platón, o es música o tiene afinidad
con la música".
Guadalupe Luceño ha optado por la pintura anicónica de Oriente, de raíz hebraica,
asumida por la cultura islámica, mientras el cristianismo occidental asumió la naturaleza
y la figura humana como canon plástico. Grecia sería la cuna del segundo prototipo.
La geometría, presente en la concepción árabe mediterránea, iba a tomar
carta de naturaleza entre algunos de los movimientos vanguardistas de principios del XX: suprematistas,
neoplasticistas, abstractos geométricos, arte normativo... y más tarde en los neo-geo.
Los nombres de Mondrian, Max Bill o Vasarely quedaron en la cima.
En España fue el gran Oteiza el que asumió este camino, despojado de volúmenes
y vacíos asumidos, el que mereció un gran respeto, al que había de seguir el
Equipo 57 o los integrantes del llamado Centro de Cálculo de la Universidad Complutense,
del que iban a salir nombres señeros como el desaparecido Julio Plaza, Elena Asíns,
Palazuelo, Lugán, Julián Gil, José María Iturralde o Tomás Gracía.
Más tarde seguirían otros nombres en esa misma línea como Fernando Mignoni,
José María
Iglesias, Carmen Zulueta, Miguel Alberquilla, Paluzzi, Anna Hamouda (seguidora de Alberto Saroris) y
otros, que hacen presente la geometría cromática con una visión pura del arte. En
esta línea, en esta hermosa tradición apolínea, frente a la dionisíaca del
expresionismo, se encuentra el trabajo pictórico de Guadalupe Luceño, aunque su intencionalidad
va más allá y se tiñe de filosofía oriental, tomando las raíces secretas
de una sabiduría ancestral. Sus cuadros tienen una radialidad que emana de un punto central y
se despliega de modo radiante y expansivo como el mismo universo. En su obra está la naturaleza,
pero observada de modo muy íntimo y despojado, Más bien espiritualizado.
<<
|