Julio González y su entorno familiar

Sala Amós Salvador. Logroño. Del 9 de marzo al 7 de mayo de 2006

Por Julia Sáez-Angulo

Julio González, el artista más relevante de la generación, hizo una declaración de principios en pro de la naturaleza y en contra de la geometría: “No se puede crear arte importante por medio de círculos y cuadrados perfectos hechos en regla y compás (...). Las obras realmente nuevas (...) son simplemente las que se inspiran directamente en la Naturaleza y se hacen con amor y sinceridad”. A partir de aquí entenderemos su obra.

Dolores Durán, comisaria de la muestra, que se exhibe en la Sala Amós Salvador de Logroño, de Cultural Rioja, recuerda en el catálogo: “La obra de Julio, como la de Joan, se iniciaría en el trabajo artesanal de la orfebrería, lo cual marcó sin duda el carácter de sus primeras máscaras y relieves en metal repujado así como sus primeras figuras modeladas”.

Joan González fue el hermano del gran Julio y el motor familiar, con una carrera artística que truncó la enfermedad y lo llevó al olvido. Roberta González, hija de Julio, fue artista y albacea intelectual y sentimental del legado de todos. Las pocas joyas que hizo Julio González son hoy muy buscadas al igual que las de Durrio, ambas expuestas en su día en el Museo Reina Sofía.

Julio González fue el gran descubridor del hierro como material escultórico a partir de la soldadura autógena. Fue un renovador de la tercera dimensión junto a los nombres de Picasso, Miró y Dalí como grandes escultores de la vanguardia. El IVAM de Valencia contiene una de las mejores colecciones de este artista, en torno a la cual se articularon las colecciones del museo.

Setenta y una piezas en total, que dan cuenta de la trayectoria de estos artistas unidos por un cordón umbilical de afectos y de estética, se exponen en la Sala Amós Salvador. Una muestra que ya se hizo en su día en Madrid, con otras piezas, cuando Javier Tusell era director general de Bellas Artes; una exposición que vuelve a recordar esta saga creativa que abrió un camino importante.

Entre las piezas dignas de resaltar se encuentran “Montserrat criant nº 2”, un óleo sobre lienzo, procedente del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante, que revela un tema al que Julio González dedicó gran interés y energía. La “Petite Montserrat effrayée” (1941-42), una figura en bronce con expresividad y de gran valor simbólico. “Figura abstracta” (1942) de la colección Azcona-López de Letona, es ejemplo del informalismo orgánico que este artista hizo.

Curiosos los dibujos como “Jeune femme se coiffant” (1908) y la del mismo título (1906-1912)  donde se aprecia la estética de Toulouse-Lautrec y Renoir  respectivamente. Pese a la vanguardia rompedora, a los orígenes españoles, la escuela de París nutre y se impone en muchas de las obras expuestas por estos creadores, sobre todo de Julio y Roberta.

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