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Lucrecio Oteiza expone en el Colegio de España de París

Por Gemma Piñana

Con una figuración de apariencia primitiva o ingenuista o su abstracción de filamentos e intermitentes goteos de pintura, trata de reflejar la realidad que le circunda, sea en su serie de “Pateras” o en sus “Composiciones” numeradas. De vez en cuando se le cuela algún título juguetón, provocador, como su “Beso en los morros”, I y II resueltos en un movimiento espiral.

En Madrid se han visto sus cuadros en la galería Ra del Rey, donde ha expuesto periódicamente en su dilatada trayectoria. De la obra de Lucrecio Oteiza se desprende con frecuencia un sentido lúdico, irónico, un frenesí, que no es otra cosa que la revelación de su gusto por el acto de pintar, con un lenguaje vivo, inmediato, prácticamente un gestualismo automático.

Para este autor no hay diferencia entre la figuración y la abstracción; todo es acto de pintar, lenguaje que lleva a expresarse de manera libre y formal al mismo tiempo. Al igual que Richter o Dokoupil, su trabajo se alterna en una u otra manera sin solución de continuidad. El no quiere entrar en la cárcel del estilo, de una supuesta coherencia que las más de las veces puede ser exigencia de galerista.

Lucrecio Oteiza es un artista muy versátil, dentro de una ortografía plástica. Sus cuadros abstractos se asemejan en ocasiones a mapas de libertad o visiones científicas de microscopio, como los dibujos de Ramón y Cajal, como ciertos trabajos de Gordillo. El pintor tiene sus propias señas de identidad y en su cromatismo, particulamente rojo, negro, blanco y azul, nos ofrece composiciones generosas de una visión del mundo que desea compartir con el espectador.

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Nº 10 - Abril de 2006

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