La Pintura Flamenca de la Colección Gerstenmaier
Sala Municipal de Exposiciones del Museo de Pasión.
C/ Pasión s/n. Valladolid. Del 27 julio al 27 agosto de 2006
Por Angela Rubio Rojo
A
lo largo de treinta años Gerstenmaier en su deambular por anticuarios
y subastas ha conseguido reunir 150 piezas de diferentes escuelas y procedencia.
Lo más destacable son las excelentes pinturas flamencas de las
que aquí se nos muestra una selección de 45. Estos óleos
de origen flamenco, suponen una extraordinaria oportunidad para apreciar
la evolución de los gustos de la burguesía que comenzó
a preferir temáticas más amables y decorativas para engrandecer
sus estancias. Incluso en las temáticas religiosas demandaron la
introducción de elementos decorativos que los hicieran más
amables y por tanto menos trágicos.
De la exposición destaco su carácter didáctico. Cartelas
desarrolladas con un texto elaborado muy correctamente y un nivel de información
bastante equilibrado, ni escaso ni erudito, lo que facilita una mejor
asimilación de los rasgos y caracteres de esta pintura. La distribución
es
sencilla y clara: en la primera planta pintura, en la segunda grabado.
El guión expositivo de la primera planta se decanta por la distribución
temática desde la religión, hasta el bodegón pasando
por la mitología y las pinturas en las que las flores centran la
composición. Esta distribución nos permite captar mejor
la progresión historico-estética de la pintura flamenca.
De las nueve pinturas religiosas y mitológicas destacamos el Triptico
de la Adoración de los Reyes de Jan de Beer, en el que el
exceso y abundancia del uso del color, favorece el virtuosismo en detrimento
de la monumentalidad más propia de otros territorios y otras manos.
El Cristo con la Virgen , que recuerda a los modelos de los Primitivos
Flamencos del XV, basa su composición en el dramatismo exaltado,
la sangre y el sufrimiento. Todos estos rasgos, muy del gusto español,
hacen pensar que éste sea el origen de su anónimo autor.
Se nos presentan más de una docena de lienzos
sobre animales, flores y bodegones. De grandes dimensiones, estos lienzos
de animales, se destinaban a la decoración de palacios y aristocráticas
mansiones. Estas obras transmiten la elegancia y voluntad de perfección
de la que hicieron gala los flamencos. En cuanto al tema floral, a finales
del XVI comienzan a importar flores exóticas de América,
Asia, y Oriente
Próximo lo que despierta la afición por éstas comenzando
a considerarse objetos preciosos. Se crean entonces los primeros jardines
botánicos, a los que sin duda acuden los artistas flamencos que
pronto comienzan a introducirlos en sus composiciones llegando incluso
a concederlas el más absoluto protagonismo. El detalle, meticulosidad
y la especial atención a sus cualidades táctiles sublimes
en estas composiciones, pronto les hicieron insuperables. Admirados por
su excelencia en España, autores como Van der Hamen, Arellano y
Antonio Ponce lograron cotas muy altas. Es justo reconocer que son los
flamencos quienes más partido sacan a los bodegones. Estos exigen
extrema paciencia y meticulosidad, en la que el amor por lo diminuto y
los juegos de luces son esenciales para conseguir los efectos volumétricos
y las calidades matéricas en las que son casi insuperables.
Los grabados de la segunda planta, de gran calidad, pertenecen
a Antón Van Dyck y a Hendrick Goltzius. Del primero se nos presentan
aguafuerte de hombres ilustres, del segundo grabados a buril de temas
mitológicos y alegóricos. El propósito de Van Dyck
en esta serie de ilustres es lograr un reconocimiento social para los
hombres que le rodearon. De Rubens aprendió a captar la idiosincrasia
de sus modelos con tal profundad que invita a la reverencia. Su perfecto
dominio del color y del dibujo le permitieron convertirse en hábil
grabador. H. Goltzius, uno de los principales dibujantes y burilistas
de su época, ofrece en estos temas mitológicos admirables
composiciones en las que se reconoce el estilo manierista imperante a
finales del XVI. Sin embargo son los dos aguafuertes de Rubens los grabados
que más nos sobrecogen y sin duda las piezas estrella. Se trata
de Felipe IV e Isabel de Borbón; en ellos nos muestra una fidedigna
representación de los monarcas siguiendo además, las composiciones
habituales de los austrias. Resulta incuestionable su maestría
como dibujante y su habilidad en el detallismo de las joyas.
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