“Rusia"
Museo Guggenheim-Bilbao. Del
29 de marzo al 3 de setiembre 2006.
Nº de obras: 306.
Por Alberto López Echevarrieta
“Que vienen los rusos...”
“Rusia” es todo un hito
en la programación del Museo Guggenheim-Bilbao como en 1998 lo fue la dedicada a China,
en 2001 la de Brasil, y el año pasado la de los aztecas. La actual, que en Nueva York
batió el récord de visitantes, descubre de forma certera y amplia el desarrollo de
la cultura rusa desde el siglo XIII hasta la época actual. Utiliza para ello las obras más
significativas del arte ruso de estos siglos, desde iconos hasta instalaciones de arte contemporáneo
pasando por retratos y paisajes, con maestros de la vanguardia histórica y trabajos que
han sido fundamentales en el desarrollo de ese arte.
La exposición ha sido posible gracias
al interés de los grandes coleccionistas empezando por los propios zares. Son 306 pinturas
y esculturas realizadas desde el siglo XIII hasta el Arte Contemporáneo, que resumen
la historia de ese gran país.
Rusia, capital Bilbao
La idea de esta exposición surgió de
una larga relación entre el Museo Guggenheim y el mundo cultural ruso que se remonta
a hace una veintena de años. En el 2000 el Guggenheim se convirtió en socio del
Museo L’Ermitage, de San Petersburgo, lo que aceleró de alguna forma un proceso
cuyo montaje daría comienzo dos años más tarde.
En la práctica, Rusia es desconocida
en Occidente en cuanto a su cultura se refiere. El compromiso entre el Guggenheim y este país
nació precisamente de la demanda que existía en este sentido. El trabajo fue
arduo, ya que el número de obras maestras que se presentan no tiene precedente.
“El que quiera ver arte ruso tiene
que venir a Bilbao. Esta es una empresa histórica”, dijo Thomas Krems,
director artístico de todos los museos Guggenheim en la presentación de “Rusia”.
A nivel del gran público, la exposición
nace con la curiosidad inicial de los primitivos iconos y la gran variación cultural
existente en un pueblo muy complejo. Se buscó un equilibrio global y éste se
ha conseguido. Es apreciable la influencia que tuvo la religión entre los siglos XIII
hasta el XVII. Se ve la herencia espiritual en algunos cuadros, la mayor parte de los cuales
reflejan la vida de los ciudadanos rusos y sus paisajes.
Iconos del siglo XIII
Atendiendo las diferentes etapas, “Rusia” comienza
con la era del icono, en la que destacan obras maestras pertenecientes a colecciones particulares
de Pedro I, Catalina II y Nicolás I. El trabajo más antiguo, “La sinaxis
del arcángel Miguel y el arcángel Gabriel”, es una témpera sobre
madera que representa una celebración celestial de la imagen de Cristo. Procede
de la ciudad de Ustiug, en el nordeste de Rusia, y llama la atención por su rara iconografía
e inusual paleta.
Sobresale el óleo sobre lienzo titulado “El
arrepentimiento de San Pedro”, pintado por Guido Reni en 1935. Representa el más
profundo sentimiento del apóstol. Pintado en tonos claros, pertenece a la última etapa
de Reni y destacan los detalles de la piel arrugada, el cuello girado y el despeinado del
protagonista.
La asimilación de la estética
de Europa Occidental está representada por obras del siglo XVIII. Llama la atención
el “Retrato de la princesa Tatiana Trubetskaya”, realizado por Alexei
Antropov en 1761, en el que la mujer luce un acentuado colorete en las mejillas mientras
su rico vestido contrasta con el fondo negro.
De estilo clásico son los bronces de Fiodor
Gordeiev (1744-1810), profesor que fue de la Academia de San Petersburgo hasta su
muerte. Son dignos de mención “Pastor con una liebre” y “Prometeo”,
una obra fundida en bronce en 1956 partiendo del original en yeso.
Una ola de arte
El siglo XIX está dividido en dos secciones: “La
madurez del arte ruso” en su primera mitad, en la que destaca con todo merecimiento “La
novena ola”, el famoso óleo sobre lienzo pintado por Iván
Aivazovski en 1850 con unas dimensiones colosales de 221x332 cms. Este artista, formado
en la Europa Occidental –Londres sobre todo-, adquirió el rango de académico
cuando regresó a Rusia, donde formó parte de la Marina de aquel país. “La novena
ola”, su obra maestra, representa la lucha del hombre contra la fuerza del mar.
La segunda mitad de este siglo, titulada “Arte
y sociedad”, encuadra la obra de Vasili Polenov (1844-1927), hombre formado
en Alemania, Italia y Francia con una impresionante obra paisajística en su primera
etapa para decantarse por temas religiosos en la segunda.
Pero el cuadro-estrella de esta sección
es, sin duda, “Los sirgadores del Volga”, un óleo sobre
lienzo de grandes dimensiones –131,5x281 cms.-, pintado por Ilia Repin entre 1870
y 1873 propiedad del Museo Estatal de Arte Ruso, de San Petersburgo. Repin, del que
también se pueden ver los retratos de Nadia Repina y de Pavel Treatiakov,
decidió hacer este cuadro la primera vez que vio a gentes harapientas remolcando gabarras
en un viaje que realizó por el río Neva. La impresión que le causó aquella
escena se tradujo en esta obra maestra plena de fuerza expresiva y colorido.
Las influencias externas
“Rusia” recoge también “Obras
maestras del arte moderno francés” compuestas por las colecciones particulares
de Serguei Schchukin e Iván Morozov en las que están
presentes las firmas de Picasso, Matisse, Marquet, Manguin, Gauguin...
Precisamente de Gauguin se presenta “Conversación” o “Les
parau parau”, una obra que, como el resto de esta serie, tuvo una gran influencia
en los artistas de la vanguardia rusa.
Los principios del siglo XX están recogidos
en el apartado “Asumiendo la tradición y abriendo nuevos caminos” con
dos representantes de excepción, Boris Korolev (1884-1963) y Natalia Goncharova (1881-1962).
Con un estilo muy propio, Goncharova aporta, junto a su “Autorretrato con lirios amarillos”,
un espléndido óleo sobre lienzo pintado en 1911 que representa a unas “Lavanderas” muy
en la línea del retrato de gente humilde que le caracterizó.
“Arte e ideología” encuadra
la época final de la década de 1920 y principios de la de 1930 de la que Alexander
Deineka (1899-1969) es uno de sus representantes más cualificados. Sus “Trabajadoras
textiles” son claro exponente del estilo modernista de un autor que se caracterizó por
la utilización de una gran economía de medios pictóricos. Destaca la aparente
simpleza de “Futuros pilotos”, óleo sobre lienzo que patentiza el
entusiasmo del pintor por la aviación y la ilusión que tenían todos los
niños rusos en la década de los años 60 de convertirse en astronautas.
Efectos de la política
En una exposición dedicada a Rusia no
podía faltar el “Arte oficial y no oficial: entre las décadas
de 1930 y 1980” con monumentales obras que van desde “Huellas de la guerra”,
un gran lienzo de Helio Korzhev perteneciente a la serie “Quemados por la llama
de la guerra” que muestra a un soldado que perdió un ojo en la II Guerra Mundial,
hasta “Recogiendo la bandera”, un impresionante motivo que representa el
impacto emocional de la citada contienda bélica dentro de un acusado estilo austero
del que también hace gala Viktor Ivanov (1924- ) con su “Familia”.
El óleo sobre lienzo de Korzhev tiene una extraordinaria fuerza expresiva y la
imagen del hombre que recoge la bandera de su compañero abatido emanada de una composición
acertada y unos tonos ocres sobre el que destaca el rojo vivo de la enseña.
La época presente está representada
por “Explorando nuevos espacios” que comprende los años de 1980 hasta
el presente. Vladimir Dubossarski, Ilia Kabakov y Grisha Bruskin son
tres representantes cuyas videoinstalaciones llaman la atención entre el clasicismo
de siglos anteriores.
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