Los amigos de Chillida
Exposición: Homenaje a Chillida. Museo
Guggenheim-Bilbao
Del
5 de abril al 11 de junio de 2006.
Comisario: Kosme
de Barañano - Patrocinio: Grupo
Urvasco.
Por Alberto López Echevarrieta
Eduardo Chillida fue un hombre tremendamente
solidario que participó en numerosos homenajes a personalidades del mundo de las artes y
de la política. Como botón de muestra ahí están sus obras dedicadas
a Goethe, Jorge Guillén, Aresti, Lizardi, Balenciaga, Heidegger, Balenciaga, Barandiarán, María
Zambrano, Picasso, Bach, Miró, etc.
Ahora son sus amigos artistas los que se han unido
para tributarle un homenaje de la mejor forma que saben: Haciendo gala de su espíritu creativo
y dedicándole una obra. En total han sido 43, aunque sigue abierto el suma y sigue. La intención
de los patrocinadores es que la muestra sea itinerante y que, al cabo de dos o tres años,
tenga un asentamiento definitivo en el País Vasco. De momento se puede contemplar por vez
primera en el Museo Guggenheim-Bilbao.
Libertad de acción
La idea del “Homenaje a Chillida” surgió en
una galería bilbaina, materializándose el proyecto en poco más de cuatro años.
Cada artista ha sido muy libre a la hora de elegir el tema. Los hay que han identificado a Eduardo con
alguna de sus obras más significativas, caso de Zao Wou-ki representando en óleo
sobre lienzo el donostiarra “Peine del viento”, o como Manolo Valdés que
por primera vez ha trabajado el alabastro. Anthony Caro ha tomado como modelo una mesa de
carnicero, un trozo de tronco de árbol con patas, que tenía Chillida en el
salón de su casa y lo ha reproducido en terracota y acero. Eduardo Arroyo aporta
un retrato del escultor de perfil junto al que se lee “Eduardo” y Markus Lüpertz un
bronce pintado con la efigie del homenajeado.
“Cada uno –señala el comisario Barañano- ha
interpretado el homenaje a su manera, dentro de su estilo o haciendo una obra inspirada en
motivos que de alguna forma le recuerdan a Chillida. La libertad que han tenido a la hora
de trabajar ha sido total y absoluta”.
Varios de ellos estuvieron presentes en el acto
de presentación de la exposición. Todos coincidían al afirmar que las experiencias
personales han marcado su trabajo.
La emoción del amigo
Juan Genovés nos recordaba su primer
contacto con Chillida: “Estando haciendo el servicio militar en San Sebastián,
me fui una tarde a ver una exposición de Gonzalo Chillida. Quienes estaban en el interior
de la sala se quedaron muy sorprendidos al ver entrar a un soldado con todo el correaje acuestas.
Pregunté por Gonzalo y en su ausencia me atención Eduardo, su hermano. Nos presentamos.
Le dije que yo era pintor y que me interesaba mucho lo que se exponía. Él me dijo
que era escultor, aunque naturalmente nadie le conocía entonces. Yo le había visto
jugar al fútbol en Valencia como portero de la Real Sociedad. Hablamos mucho y nos hicimos
muy amigos. A partir de entonces fueron muchas las conversaciones que tuve con él, como
siempre yendo al grano. Y es que con Eduardo Chillida no se hablaba de vanalidades. Siempre centraba
su charla en torno a las técnicas del arte”.
Hay momentos de la conversación en que Genovés se
emociona al hablar de su amigo. “Es que fue un hombre muy solidario con sus propios compañeros,
cosa bastante rara en esta profesión. Guardo muy buenos recuerdos de él y creo que
esta exposición en su recuerdo le hubiera gustado mucho”.
El pintor valenciano aporta un óleo sobre lienzo al que ha titulado “Incendiarios
I”. En él tiene especial importancia la ordenación del espacio, esos
puntos en el espacio que tanto fascinaban a Eduardo y que no están aquí por
casualidad.
Distintas visiones
La interpretación que cada artista hace de su relación de amistad o de reconocimiento
hacia Chillida resulta a veces muy curiosa. Sabido es que dibujar manos es uno de los motivos
que más caracterizan al guipuzcoano. Pues bien, el alemán Georg Baselitz ofrece
el contrapunto, un pie. Günther Förg, en cambio, es más fiel
al espíritu de Eduardo y en su acrílico sobre lienzo aporta dos manos abiertas. Eduardo
Chillida Belzunce nos introduce con su pintura en el salón de la casa de su padre, escenario
de tantas lecciones magistrales. El “collage” de Rauschenberg tiene también
su punto de emotividad, ya que entremezcla imágenes de Bilbao recogidas la última
vez que se encontró con el escultor vasco cuando vino a contemplar la retrospectiva que
le había montado el Guggenheim.
Unidos en la muestra están asimismo Magdalena Abakanowicz, Pierre Alechinsky, Miquel
Barceló, Albert Ràfols Casamada, Gonzalo Chillida, Christo y Jeanne-Claude, Tony
Cragg, Richard Deacon, Luis Gordillo, Joan Hernández Pijuan, David
Hockney, Ellsworth Kelly, Anselm Kiefer, Per Kirkeby, Jannis Koulellis, Sol
Leawitt, Carlos Lizariturry, Antonio López, Andrés Nagel, Miquel
Navarro, Mimmo Paladino, Penck, Jaume Plensa, Sigmar Polke, Arnaldo
Pomodoro, Sarmento, Sean Scully, Richard Serra, Joel Shapiro, Antoni
Tàpies y Pedro Txillida. También los arquitectos Pei, Frank
Ghery, Norman Foster, Jean Nouvel, John Pawson, Zaha Hadid y Arata
Isozaki.
La unión de todos estos nombres nos lleva a pensar que, además de constituir un homenaje
a un gran creador, estamos ante una antología del arte de la última etapa del siglo
XX y principios del XXI.
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