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EL HOMBRE FLOTANTEDE JUAN MIGUEL PALACIO
La obra de Palacios se resuelve en azules y ocres, colores del mar y de la tierra, del océano y la figura en una alternancia sutil, poética y sugerente. La serie está trabajada en técnica mixta, en cuadros de gran formato, incluido un gran mural y una video-instalación, situada en el suelo, donde el dinamismo de la figura atrapa mágicamente la mirada. Los escorzos de la figura humana, siempre desnuda, sugieren el abandono, soledad, inquietud, dolor, tragedia, ansiedad, caída... Algunos de estos cuerpos evocan los del gran Miguel Ángel Buonaroti (guiños a la Sixtina), las anatomías insinuadas, claras o perfiladas dentro del agua. La visión de conjunto de estas pinturas expresa la extrañeza y desolación del ser humano, de su condición en el mundo, de su inquietante presencia en el universo. No se trata de pintura literaria, sino pintura de reflexión, de pensamiento. Pintura con veladuras, con misterio, con secreto. En definitiva, una obra singular y seductora, que remueve y no deja indiferente la mirada del espectador. Una pintura que confirma la tesis del crítico Howard Hughes: la pintura es un arte que no puede mori mientras haya intérpretes singulares de la misma. Es el caso de Juan Miguel Palacios. J.S.A. |
Nº 1 - Mayo de 2005
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