Everything Everything, horrores modernos
por Xavier Valiño
El tercer álbum de Everything Everything, Get to Heaven, se asemeja al final de una trilogía épica. Esta nueva colección de canciones retiene la misma idea aventurera que estableció a esta banda de cuatro músicos como pioneros provocadores del pop allá por 2007, siendo el álbum en el que mejor hacen coincidir intenciones y resultados. Nada extraño para un grupo que se ha pasado su carrera desafiando todas las convenciones del rock y regodeándose en el desprecio por el retroceso, en una gira continuada que les ha llevado a compartir escenarios con bandas como Muse o Foals.
Tras el éxito de su anterior álbum, Arc, Jonathan Higgs, el bajista Jeremy Pritchard, el guitarrista Alex Robertshaw y el batería Michael Spearman se refugiaron en un almacén abandonado en Ancoats, Manchester, para escribir y grabar Get to Heaven. A pesar de completar casi el 80% del álbum de manera independiente, reclutaron a Stuart Price [Madonna, Pet Shop Boys, The Killers…] para dar forma a un completo tapiz de horrores modernos. Fue un matrimonio musical que puede parecer incongruente para una banda tan arraigada en su base nada convencional, pero pronto se vio que era perfecto para desarrollar sus pretensiones.
“Stuart fue el único productor que lo ha entendido de verdad”, dice Robertshaw. “Es impresionante, tanto a nivel personal como musical. Llenó el estudio de energía positiva, que nosotros necesitábamos en grandes cantidades, teniendo en cuenta los problemas que Jon quería resolver en cuanto a las letras”.
Mientras menudencias como retos de cubos llenos de agua o el trasero de Kim Kardashian bloqueaban la colmena cibernética en 2014, el líder de Everything Everything absorbía la brutalidad del día a día, desde conflictos continuos a desastres naturales, enfermedades y deudas. Veía las noticias, leía en Internet, bullía. “Esa es una de las muchas cosas que me pasaron el año pasado, esa idea de furia ciega hacia lo que está sucediendo. No puedo creer que el mundo hoy en día sea tan increíblemente violento o que exista una sólida fe en el mundo que nosotros los británicos, gente apática, podamos siquiera empezar a entender”, explica Higgs.
El resultado son once canciones que apuntan a despertar a los insensibilizados. No hay canciones tranquilas. No hay paradas. Inspirado en el frío y sanguinario Yeezus de Kanye West y la vibración furiosa de Young Fathers, y manteniendo el mismo pop delirante que predominaba en el álbum debut Man Alive, Get to Heaven es un trabajo que intenta hacerse oír por encima de la gritona escena musical contemporánea. Adoptando la voz de la víctima y el conspirador, Higgs es como un Jekyll y Hyde, gruñendo, burlándose, esperanzado y en armonía consigo mismo.
Por ejemplo, la canción que da título al álbum: encubierta por una falsamente tranquila melodía, Higgs silba de forma despreocupada un ritmo tropical bañado por el sol. Pero si se escucha con más atención, se percibe que a su alrededor hay guerra y destrucción. Por otro lado, el disperso y salvaje “No Reptiles” se convierte en su tema más visceral hasta el momento, al cuestionarse el cantante su propia moralidad. Es una temática presente en todo el disco: el narrador de Get to Heaven está constantemente rozando la destrucción, ya sea debatiendo internamente sobre si cometer un crimen o asumiendo sus pensamientos durante o después de esos actos depravados.
Hay, no obstante, una ligereza que ronda la maldición de Higgs. Como en todos los LPs de Everything Everything, entregan estribillos perfectos para la radio y con ellos viene pareja una energía que eleva su estado de ánimo. “En el pasado, teníamos a mucha gente que venía a los conciertos y se rascaban la mejilla, pero con este álbum queremos que la gente se lo pase bien, que se muevan como no lo han hecho antes en nuestros conciertos”, explica Robertshaw. “Intentamos romper con los lugares oscuros y profundos de las letras y quisimos que el álbum fuera increíblemente energético”.
Este deseo se hizo realidad en el primer single “Distant Past”, “una canción que hace un guiño a canciones anteriores como “Qwerty Finger”, “Photoshop Handsome” o “Cough Cough” en cuanto a nuestra tradición digital y la fascinación con la evolución del hombre”. El single principal del álbum es una cacofonía despreocupada de samples generados por ordenador y con errores electrónicos que comienza su viaje en un episodio del programa de televisión británico Top of The Pops de 1992 y termina con una pirueta en el sistema solar. “Hicimos el esfuerzo consciente de confiar en nuestros instintos. Con la música, al contrario que con los mensajes que transmiten las letras, queríamos hacer que la gente se lo pasara bien y se olvidara de sus penas”, añade Robertshaw. “En buena parte de la música pop las letras controlan la canción, pero con este álbum nuestra música sigue su propio camino”.
A pesar de moverse en un territorio nuevo, siguen mostrando un enfoque inteligente e impredecible para la música de guitarras con ese sonido que conocimos en su single debut “Suffragette Suffragette”. “To the Blade” incluye un gran clímax, las guitarras frenéticas en “Blast Doors” se mueven nerviosamente como una araña mortal y el título que da nombre al disco tiene un aire resplandeciente inspirado en Peter Gabriel. “Warm Healer”, a su vez, está creada en torno a un ritmo circular; un ritmo ‘motorik’ que te hace bailar. “He estado escuchando mucho a Jon Hopkins”, dice Robertshaw sobre la composición de la canción, “especialmente esos golpes de batería casi torpes que tienen su propio ritmo hipnótico cuando empiezas a añadir instrumentos sobre esa base”.
Su momento más pop es “Regret”, una canción que resalta teniendo en cuenta todo lo que ha hecho el grupo anteriormente. En lugar de intentar inventarlo, adoptaron un sonido retro, de los años 50, el tipo de pastiche que la banda consideraría “el peor crimen de mundo”, asegura Higgs. Es el sonido de una banda progresiva jugando con la naturaleza clásica de la composición y, a su vez, es su sonido más inmediato. “Con este nuevo disco nuevo queríamos arriesgarnos”, añade Robertshaw. “No tenemos que preocuparnos por ser una banda de guitarras. Ahora somos creadores de música”.