Pablo Müller: Contra el miedo
por Alberto García-Teresa
Amargord, 2015. 107 págs.
El primer poemario publicado de Pablo Müller (Bilbao, 1961) se divide en dos partes de similar extensión, con registros distintos aunque con algunos pequeños puntos en común.
A lo largo del todo el volumen se distribuyen, en cualquier caso, poemas en verso y en prosa donde destaca el ritmo entrecortado, de oraciones breves y sintagmas interrumpidos. Al respecto, destacan los insertos que introducen detalles del paisaje, que apuntan sentimientos o que incluyen documentación o discurso administrativo. Estos se intercalan con constancia ofreciendo un ritmo característico. Asimismo, abundan las preguntas retóricas, y no son pocos los textos construidos alrededor o con ellas. A su vez, la totalidad de los poemas se hayan encabezados por unos versos citados. A través de ellos, podemos rastrear las amplias lecturas de Müller, que recorren un gran espectro.
“Herencia” constituye la primera parte del libro. Como bien refleja el título, se trata de una reivindicación de la memoria. El autor lleva a cabo un diálogo con el pasado, con una tradición luchadora por la supervivencia, también víctima de la represión. Las piezas contienen múltiples referencias a una historia personal que pueden llegar a obturar la compresión de los textos. Ubica los versos en un entorno de guerra y de posguerra. Se trata de una época marcada por la muerte y la miseria (“la estación de los funerales”), y que nos remite tanto a la posguerra española como a Guerra de los Balcanes. En cuanto a los primeros, cabe señalar que algunas piezas se mueven dentro del registro de la “poesía social” de los cincuenta y sesenta (se corresponde, por tanto, un mismo registro para hablar de un mismo tiempo). De todas maneras, sobresale cómo construye buenas atmósferas con ello. El “yo” se suma a la historia de personas humildes que se enfrentaron con trabajo, honestidad y cariño a la adversidad y al hambre: obreros, jornaleros, mineros… Plasma las consecuencias en la población civil de la guerra y de los bombardeos, sobre todo desde la perspectiva de la infancia, que asiste a estos sucesos, sentimientos y experiencias.
La segunda parte se titula “Miedo”, y ofrece un registro más irregular, también en el plano retórico. A través de las piezas que se agrupan ahí, explora la angustia existencial (también por causas materiales) y vuelca sus sentimientos de soledad y de desasosiego. Recoge un sentido trágico de la realidad, dominado por la muerte. Sin embargo, el volumen se cierra con un poema muy esperanzado; un canto al amor y a la compañía. En estos textos, aparece el “yo” en escenas sin otra presencia humana (salvo unas pocas excepciones) y se cierra en la introspección. Abunda en el campo semántico de lo oscuro y de lo agredido y, no en vano, la muerte sigue presente en estas páginas. También se puede rastrear cómo continúa esa mirada y esa unión con los antepasados que rige la primera sección del volumen. Por otro lado, constan algunas reflexiones sobre el lenguaje, en las que incide especialmente en su capacidad de crear comunidad y vinculación con el pasado (o cómo se dificulta la existencia de esta cuando se entorpece el desarrollo de una lengua).
Contra el miedo, por tanto, presenta dos líneas de trabajo desde unas mismas pautas poéticas, ancladas ambas en el “yo” que bucea tanto en su historia como en su interior.