Susana Talayero: Crónica inquieta
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 4 de marzo al 6 de junio de 2016
No es ésta una exposición al uso. Es más bien la reinstalación del taller de Susana Talayero (Bilbao, 1961) en un museo público. Como tal se da a entender en ese “desorden” perfectamente estudiado que constituye la exposición Crónica inquieta recientemente inaugurada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. No en vano, el comisario e investigador Aimar Arriola la define acertadamente como “un viaje del estudio al museo”. La muestra nos ofrece la obra llevada a cabo por esta artista bilbaína formada en Roma a lo largo de treinta años de trabajo.
Susana Talayero pertenece a una generación de artistas surgida en el seno de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del País Vasco. En 1985 marchó a Roma dispuesta a aprender allí los secretos de las vanguardias siguiendo la trayectoria profesional que se había marcado. Cuando regresó a Bilbao continuó desarrollando la técnica adquirida y buena parte de ese resultado lo podemos ver en esta exposición.
En tres sectores titulados Roma, Jardín y Cabezonas se muestra casi un centenar de piezas, tres de ellas pertenecientes a la colección de la pinacoteca vasca y el resto traídas del taller de la pintora. Cuarenta son de mediano y gran tamaño junto a collages y otros trabajos realizados con técnicas de lo más diversas.
“La exposición no es una retrospectiva al uso, señala Arriola. No es un muestrario al uso. Los tres ámbitos en que la hemos dividido dialogan entre sí al tiempo que condensan esos treinta años de trabajo. El primero está integrado por las obras realizadas durante su estancia en Roma, advirtiéndose ya una influencia clara del informalismo. El segundo sorprende por el gran formato empleado al utilizar la pared y el suelo para su instalación. Finalmente, en el tercero se pueden ver ejemplares de sus series Cabezonas y Bizarras”.
Talayero confiesa que la dedicación a esta exposición ha sido obsesiva, ensayando las posibilidades no previstas. Durante los sucesivos montajes han cobrado vida las historias de cada uno de los trabajos y el presente ha retornado al punto de partida marcando el bucle fantasioso de su trayectoria. En su cuaderno de notas se puede leer: “La obra física es el lugar que contiene la memoria”.
“Con esta exposición he pretendido desbordar la sala no con algo caótico, sino intentando hacer un trabajo vivo. Quería que transmitiera un poco esa energía inquieta que surge en el estudio. Por decirlo de alguna forma, es la parte más visible de un proceso de trabajo. He tenido la ocasión de realizar algo que no pensaba realizar. Salir del estudio y entrar en la sala es una traslación de un espacio privado a uno público”, señala la artista.
La exposición es variada y completa, ya que incluye todas las técnicas que emplea la artista y que van desde el papel de calco de escribir y las servilletas de papel a la pintura encáustica sobre madera u óleo, tinta y bolígrafo. El resultado global es muy versátil y atractivo.