Juan Ignacio Fernández Bañuelos: «Cuando la luz cambió»
por Alberto López Echevarrieta
Editorial Milrazones. 238 págs.
En la película Tinta roja (Francisco J. Lombardi, 2000) hay un periodista de raza que le dice al advenedizo en plan consejo: “El periodismo es como la prostitución. Se aprende en la calle”. Tal vez la definición suene fuerte, pero es totalmente cierta. Viene esto a cuento de uno de los más interesantes libros que he leído últimamente, Cuando la luz cambió, de Juan Ignacio Fernández Bañuelos. Centra su atención en el fotoperiodismo que se llevó a cabo en la época de la transición política española, o lo que es lo mismo, en los años comprendidos entre 1975 y 1982. La propiedad con la que habla su autor, la documentación que ofrece y el hecho de que se trate de una etapa histórica reciente hacen que la lectura del texto sea estimulante y su publicación imprescindible. Vayamos por partes:
El autor
“Mi trabajo es una pasión que empezó siendo muy joven y, por tanto, algo difícil de dominar y de explicar. Una necesidad que consiste en algo tan simple como es contar cosas a los demás, atrapando fragmentos de tiempo y de luz a la vida en su transcurso. Y hacerlo y mostrarlo con sentido. Es decir, de acuerdo a una interpretación que excite el conocimiento y la sensibilidad del lector”. Son las primeras palabras con las que el reportero gráfico Juan Ignacio Fernández Bañuelos (Bilbao, 1959) inicia su libro Cuando la luz cambió. El autor, Doctor en Comunicación Audiovisual, se autodefine un apasionado de las imágenes, en especial de la pintura contemporánea. Durante los últimos veinte años ha sido jefe de edición del periódico El correo y se considera un amante insatisfecho de la fotografía. Sus instantáneas, como diría algún veterano en la profesión, se han visto en Estados Unidos, Venezuela, Brasil y Portugal. Estamos, por tanto, ante un avezado fotógrafo que sabe lo que hacer con una cámara cuando tiene noticia por delante. Incluso cuando no la tiene.
Este bagaje profesional le permite opinar sobre una etapa que marcó el mundo del periodismo en España, la de la transición política. A lo largo de dos años, aunque de forma interrumpida por razones de trabajo, ha analizado un tiempo histórico tan convulso como apasionante para ofrecernos una panorámica sumamente curiosa de lo que fueron los medios informativos de prensa gráfica. Este estudio constituyó la síntesis de la tesis doctoral que leyó en 1998. El resto del contenido son anécdotas, reflexiones, y experiencias personales. “En esta época el periodismo comenzó a atender las necesidades informativas reales de los ciudadanos, sacó a la luz a personajes que habían vivido ocultos en la clandestinidad, siguió a la gente en su anhelo de libertad expresada de forma abierta en las calles, y se convirtió en lo que algunos llamaron Parlamentos de Papel”, señala el autor a Artes hoy.
Vaivenes peligrosos
La transición fue un momento clave para el periodismo. Hubo periódicos que se hundieron por no saber adaptarse a las circunstancias, anclados como estaban en el pasado. “Hundir… No sé si es la palabra. Creo que hundió conceptos, obediencias, inercias, olvidos, mentiras… El periodismo se profesionalizó, se volcó en la gente, en la vida que afloraba en cada esquina y, como es natural, también en la política, que es parte sustancial de la vida en una sociedad libre”.
También dignificó la postura del redactor gráfico en el sentido de que fue entonces cuando las fotografías consiguieron ser parte fundamental de la información. “La fotografía, el periodismo gráfico -en España y en el País Vasco-, se abrió y descubrió en el campo abierto que proporcionaba esa libertad, un territorio inexplorado durante muchos años, al que aplicar no sólo las rutinas tradicionales, sino la cultura y los ejemplos del gran fotoperiodismo histórico que, hasta entonces, parecía no existir. Todo un mundo de nuevos acontecimientos, se abre paso dentro de unas páginas que hasta esos momentos solían estar cargadas de sucesos, pequeños hechos rutinarios, planteamientos visuales inexistentes, y abundantes dosis de prudencia. El fotoperiodismo no ha llegado a alcanzar el papel que le corresponde en los diarios por una combinación de complejas cuestiones, pero la transición fue un momento de gozosa transformación donde se produjeron avances que afectaron a la fotografía, a las estructuras redaccionales, y a algunos planteamientos visuales, que perduran hoy en día”.
La dignificación del fotoperiodismo
Las grandes imágenes, los detalles de los fotografiados, guiños… Todo ello fue visto con otros ojos. Las páginas de la hemeroteca demuestran que algo estaba cambiando. Juan Ignacio Fernández apreció la apasionante historia de aquellos años a través del visor de su cámara. Cada “clic” era una imagen a tener en cuenta en el momento y en el futuro. “Son tiempos muy distintos, y las comparaciones creo que no serían justas. Precisamente ahora, en plena campaña electoral, estamos viendo cómo son las cosas en el presente y tenemos perspectiva suficiente para ver cómo han cambiado: la noción de espectáculo, la conformación de opiniones a través de las redes y la televisión, la imagen que proyectan en sus apariciones. Un sin número de cuestiones que nada tienen que ver con el retrato distante, severo, casi siempre sobrio y «obligadamente respetuoso» de unos tiempos oscuros afortunadamente muy distintos”.
La transición democrática española marcó un antes y un después en el periodismo, pero ya existían en los diarios vizcaínos en concreto algunos grandes periodistas y reporteros gráficos que encontraron en esa etapa de transformación una razón para progresar y mostrar lo mejor de sí. “La profesión en su conjunto experimentó una regeneración; periodistas experimentados se unieron a jóvenes procedentes de otros ámbitos y de la universidad, y, entre todos adoptaron una actitud que transformó el periodismo. En efecto, existió un antes y un después: el periodismo como la sociedad no eran iguales: los comportamientos cambiaron frente a la libertad que pudieron”, señala.
Una lluvia de libertad
Cuando la luz cambió no es sólo un análisis pormenorizado del comportamiento de la prensa vasca sobre todo durante la transición, sino también un libro que permite confrontar estilos, dirimir entre portadas y diferenciar el tratamiento de noticias en diarios según la orientación de cada uno… El pan nuestro de cada día que pueden hacer pensar en dificultades a la hora de la redacción y, sin embargo, el autor confiesa que en ese aspecto no ha tenido ninguna. “Ten en cuenta que el trabajo de campo que subyace en el ensayo es el que realicé para completar la tesis. Las cosas que he agregado posteriormente -datos, referencias bibliográficas, y alguna entrevista-, he podido realizarlas gracias a la colaboración de personas e instituciones que en todo momento me han brindado su amable colaboración”.
La transformación definitiva de la prensa con la ruptura de rutinas supuso un paso adelante sin retorno porque, como asegura Fernández Bañuelos, “la vida no se detiene”. Estamos, en fin, ante un libro de obligada lectura para quien se preocupe en conocer la marcha del tiempo a través del periodismo.