Fred Vargas: «Tiempos de hielo»
por Mercedes Martín
Siruela, 2015. 352 págs.
Una señora mayor y enferma se corta las venas en el baño de su casa, pero antes, va a echar una carta al buzón. La policía no tiene la carta, pero sabe que existe. Lo que en principio parece un suicidio sin más, va convirtiéndose en un caso cada vez más complicado.
Confieso que la novela policiaca no es mi fuerte, pero me acerqué a esta autora tras leer una crítica muy buena, y la verdad es que no me ha decepcionado. Las que nos resistimos al género, solemos alegar que estas novelas no son más que un puñado de clichés y por eso desconocemos por completo la existencia de algunas joyas. La bondad de esta obra no está precisamente en la complicación de la trama, a mi manera de ver –yo sigo manteniéndome insobornable ante el género negro–, sino que está en los personajes y el estilo de la autora. Como pasa en las mejores novelas.
Además, la autora es experta arqueóloga e historiadora, y sabe aprovechar sus conocimientos para acrecentar la intriga y el deleite del lector curioso, que siempre gusta de aprender algo nuevo sobre la historia y sobre el ser humano. En esta ocasión, nos regala un frasco de erudición sobre Robespierre.
El misterio, dice el inspector Adamsberg, es la frontera entre lo racional y lo irracional, por eso, añade la autora, la novela de misterio o la novela policiaca es el pasaje perfecto para ir de un lado al otro y volver cuantas veces quieras. En el trayecto, siempre vas a aprender acerca de la fragilidad humana. La verdad es que no hay nada más humano que la fragilidad, habría que añadir también.
Adamsberg y Danglard son sus personajes, a los que vuelve una y otra vez. Como Don Quijote y Sancho, Asterix y Obelix, Sherlock y Watson, ya forman parte de la historia de la literatura con mayúsculas. Cuando los personajes superan el interés de la historia en sí, estamos ante una verdadera novela. Su manera de hablar y de moverse, lo que dicen y lo que piensan habla por sí mismo, como si la autora solo hubiera tenido que invitarnos a mirar por el ojo de una cerradura… Estos y otros seres cuando menos curiosos, contradictorios, racionales y salvajes, caprichosos, imprevisibles… toman el mando de la historia y el lector queda fascinado. En alguna parte leí que Fred Vargas hacía una novela policiaca diferente, marginal, y es verdad. Si pensamos que la novela nació como género literario cuando el personaje pasó a constituir la parte principal de la trama, no podemos sino admitir que Vargas no escribe precisamente literatura industrial.
Sin embargo, en una entrevista, la autora se atormenta, consciente de que escribe para un género considerado menor por la gran literatura. Ella misma dice que escribe “novelas de mierda” porque se basan en “trucos baratos”, para luego redimirse aclarando que la novela policiaca refleja certeramente el verdadero quid de estar vivo: mirarse ante el espejo de la barbarie y preguntarse “¿en qué me diferencio yo de eso?”.