Raimundo de Madrazo, invitado en Bilbao
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 3 de noviembre de 2015 al 15 de febrero de 2016
Dentro de su ya popular programa “La obra invitada”, que patrocina la Fundación Banco de Santander, el Museo de Bellas Artes de Bilbao presenta Salida del baile de máscaras (1885), original de Raimundo de Madrazo y procedente del Museo Carmen Thyssen Málaga. Su muestra coincide con la donación a la pinacoteca de Retrato de la condesa de Bernar (1857), realizado por Federico de Madrazo, padre del autor anterior. Para la presentación en público de ambas obras se ha dispuesto una sala en la que cuelgan nueve cuadros pintados por diferentes miembros de la saga de los Madrazo, la más importante del neoclasicismo español del siglo XIX.
Los Madrazo
El caso de los Madrazo es único en la historia de la pintura española por el número y calidad de los pintores que la compusieron. Podemos empezar por José de Madrazo Agudo (Santander, 1781- Madrid, 1859), un gran artista con el pincel y famoso grabador que cultivó el retrato y el género histórico. Fue pintor de cámara de Carlos IV, Felipe VII e Isabel II. Sus retratos fueron muy codiciados por la alta burguesía española de la época. Que te haya pintado José de Madrazo era indicio de alta posición económica en aquella sociedad. Estuvo considerado como la figura más sobresaliente de la época e iniciador de una saga familiar de pintores de gran influencia durante el siglo XIX y principios del XX. Revolucionó el plan de enseñanzas de la Academia de San Fernando y fue director del Museo del Prado. Su gran Retrato del cardenal Francisco Javier Gardoqui (1816), realizado a instancias del Ayuntamiento de Bilbao, cuelga en la Sala XVII de la pinacoteca bilbaína contextualizando la obra conjunta de la familia.
Sus hijos, Pedro, Luis, Juan y Federico, tuvieron también gran influencia en el mundo de las artes. Juan, arquitecto, trabajó especialmente en la Catedral de León, y Federico cogió el testigo de su padre. Tres de sus obras componen el conjunto de muestras que arropan a “La obra invitada”, Retrato de Pierre Hippolyte Eyquem (1854), Retrato de Agustín de Obieta (1852) y, sobre todo, Retrato de la condesa de Bernar (1857), que acaba de ser donada a la pinacoteca vasca por su descendiente Ramón Bernar, conde de Bernar, en atención a su bilbainismo.Hijo de Federico fue Raimundo de Madrazo Garreta (Roma, 1841-Versalles, 1920), discípulo en esto de la pintura del legendario Leon Cogniet que, con anterioridad, había guiado en París los pasos artísticos de su abuelo y su padre. Siguió, por tanto, la estética de sus antecesores trabajando especialmente para la burguesía con retratos en los que tabulaba todo lo que producía. “Si el cliente quería que en su retrato apareciese una cortina, eso tenía un precio. Cualquier añadido era susceptible de incremento en el precio del cuadro”, señala Javier Novo, jefe del departamento de Colecciones del museo. Cuñado del también pintor Mariano Fortuny, esposo de su hermana Isabel, Raimundo nos dejó tres magníficas obras pertenecientes a la colección del museo vasco y que ahora cuelgan junto a “La obra invitada”. Me refiero a Retrato de dama en azul (1897-1905), -confieso que constituye una de mis debilidades-, Joven damaen un jardín (post. 1900) y Retrato de Federico de Madrazo pintando (1875).
A la luz de gas
“La obra invitada”, en su convocatoria número 51, lleva el título de Salida del baile de máscaras (1885) y es un magnífico trabajo de Raimundo de Madrazo realizado durante su estancia en París donde unos años antes se había ganado una medalla de primera clase. Muestra una escena de género iluminada por la cálida luz de gas en la que un hombre invita a una joven a uno de los coches de caballos que aguardan en la acera mientras unos soldados conversan frente al portero de la sala y otros enmascarados se alejan. Esta imagen del París noctámbulo de fines del siglo XIX sirve al pintor para mostrar su hábil manejo de la luz, interpretada en los rótulos y farolas, en la irradiación de los interiores y también en los reflejos del charco del primer término.
Los Madrazo estuvieron físicamente muy vinculados al País Vasco, no sólo porque frecuentaban la casa que poseían en la localidad costera de Lekeitio, sino por la enorme influencia que ejercieron en artistas vascos, sobre todo en Juan de Barrueta –“el Madrazo vasco”, le denominan- del que también podemos ver ahora el Retrato (1884) que le hizo Ricardo de Madrazo, y uno de sus lienzos, Vista del Abra, que tanto apreciaba el difunto alcalde Azkuna.