El compromiso pacifista de María Farantouri
por Alberto López Echevarrieta
Sala BBK, de Bilbao, el 14 de noviembre de 2015
“Aún no he salido del shock que me ha producido la noticia de los atentados en París. Es difícil de asumirla cuando viajas cantando a la paz. Llevo en mi repertorio el tema ‘Paz’ que compuso Mikis Theodorakis cuando era un adolescente dedicándosela a los hijos de los emigrantes que pierden la vida en el Mar Egeo. El argumento no puede ser más actual”. Me lo dice Maria Farantouri, una de las damas de honor en la historia contemporánea de Grecia junto a Melina Mercuri e Irene Papas, al terminar el recital dado en Bilbao al día siguiente de los atentados yihadistas. La cantante, que ha jugado un papel importante en el movimiento para el renacimiento de la música griega como musa del gran Mikis Theodorakis, es todo un símbolo en el país helénico que conoce la lucha infatigable que llevó a cabo contra la dictadura de los coroneles con las únicas armas de su rica voz de contralto y la gran expresión dramática y lírica que posee.
Las canciones que ofrece cuando ya linda los 70 años de edad no tienen desperdicio en sus mensajes. La mayor parte de ellas están compuestas por el creador de Zorba, el griego y abordan esos temas que últimamente, con la simple lectura de los periódicos, nos ponen los pelos como escarpias. Algunas hacen referencia a los emigrantes que salen de su país no sólo buscando la libertad, sino también salvaguardando sus vidas. Es el caso de El náufrago, un expatriado que lucha contra las olas, y Sangre del amor y Una la golondrina, ambas basadas en poemas del Premio Nobel de Literatura Odiseas Elytis que hablan del valor de la vida cuando una persona lucha por la justicia y la libertad.
Mauthausen, Neruda y Lorca
Farantouri, a quien el presidente de la democracia griega, Constantino Stephanopoulos, concedió la Cruz de Oro de la Orden del Fénix en reconocimiento a su contribución a la canción griega, ha manifestado su postura antibelicista poniendo voz a La balada de Mauthausen, una de las obras cumbres de Theodorakis con poemas de Iákovos Kambanelis. En uno de ellos, El cantar de los cantares, encontramos a un preso en el campo de concentración nazi busca desesperadamente a su amada, también internada y en condiciones de extremas de vida. Por otra parte, doy fe que el estreno del Canto general, de Pablo Neruda, en el Estadio Panathinaikó de Atenas, supuso uno de los más grandes acontecimientos musicales de la Grecia moderna. No sólo por la obra en sí, en la que Maria Farantouri y Petros Pandis tuvieron protagonismo vocal, sino por cuanto suponía el retorno de Theodorakis a su patria.Farantouri no puede ocultar su fascinación por Federico García Lorca. “En Grecia le consideramos como un poeta propio y estamos muy familiarizados con su obra”, dice. En el repertorio incluye el Prendimiento y Muerte de Antoñito el Camborio y el Café de Chinitas, poemas adaptados al griego por Odiseas Elitis. ¡Hay que escucharle a María cantar a Lorca! Sobrecoge su calidad melódica y sentimiento.
Comprometida políticamente
“Las ideas fascistas han constituido siempre un problema. El avance que ahora experimentan en Europa nos debe hacer pensar seriamente. Yo lo considero un peligro”, dice esta mujer tan sensibilizada por los problemas derivados de la crisis mundial. Maria Farantouri canta al trabajador que marcha al extranjero, lejos de su familia, para buscar trabajo en Tu pañuelo, mi querido Juan. Y al hombre que vuelve del exilio y, después de muchos años, vuelve a caminar por las viejas calles de su querida ciudad, donde no conoce a nadie ni nadie le conoce a él. Es el poema Viejas calles, original de Manolis Anagnostakis al que Theodorakis dio forma musical conjuntamente con El muchacho sonriente, un poema del irlandés Brendan Berhan adaptado al griego por Vasilis Rotas y que se incluyó en la banda sonora musical del film Z, de Costa Gavras. Se narraba en esta película –lo recordará el lector- el atentado que costó la muerte de Grigoris Lambrakis, diputado de izquierdas y luchador por la paz, al que asesinó la ultraderecha el 22 de mayo de 1963 en Tesalónica.Maria Farantouri siempre ha mostrado su agradecimiento a Mikis Theodorakis que contó con ella y con Petros Pandis para sus grandes éxitos. En su libro La abeja y el arquitecto, el presidente de la república francesa François Mitterand dice: “Para mí Grecia es Maria Farantouri. Así es como me imaginaba a Hera, un ser puro, fuerte y vigilante. Nunca he encontrado otro artista capaz de darme un fuerte sentido de lo divino”.
Algo tiene el Mediterráneo
Ella es consciente de que los aires del Mediterráneo influyen en la atención que muestra con el medio ambiente y la naturaleza. Ejemplos de ello los tenemos en El pájaro, una bonita canción con letra de Minos Arguirakis y música de Manos Jatsidakis, de quien también es La pesadilla de Perséfone, una protesta ecológica que denuncia en su texto Nicos Gatsos en torno a la explotación insensata de la naturaleza y la profanación que supone la industrialización de los lugares sagrados. Toda una pesadilla para Perséfone, que según la mitología griega pasa seis meses bajo la tierra esperando la llegada de la primavera para salir al sol a vivir junto a su madre Deméter, diosa de la agricultura.
“Su voz es un regalo de los dioses del Olimpo”, dijo de ella no sin razón el periódico The Guardian, un Olimpo siempre presente en esta extraordinaria mujer que transmite y contagia sus sentimientos con las suaves notas del inicio del poema emblemático de Yannis Ritsos y música de Theodorakis No llores por Grecia, y con el vibrante y estremecedor final: “Aunque la veas agacharse / con el puñal en la espalda, / con la correa en la nuca / nunca llores por Grecia. / La patria siempre renace, / coge fuerza, se levanta / y a la bestia con arpón / de sol y luz la traspasa”.
Maria Farantouri consideró que las canciones que componían este recital eran su humilde tributo a las víctimas de los atentados en París.