«El colorín de la ilusión»
por Alberto López Echevarrieta
Museo Vasco, de Bilbao, del 1 de octubre de 2015 al 31 de enero de 2016
Bajo el título El colorín de la ilusión, el Museo Vasco, de Bilbao, nos propone un viaje al pasado a través de aquellos objetos que nos hicieron soñar y colmaron nuestras ilusiones en las décadas centrales del siglo pasado. Me refiero a las colecciones que llenaron los momentos de ocio de nuestra niñez y juventud: Tebeos, cromos, recortables, teatros, cuentos… Auténticas creaciones realizadas sobre papel. La muestra es una delicia no sólo para los niños, sino muy especialmente para quienes vivimos la época. Ahora se nos permite evocar nuestras viejas aficiones y recordar a los héroes tebeísticos con los que vivimos hazañas sin límite. Es el mundo del colorín, efectivamente, pero también el de la mirada nostálgica a un pasado que se nos presenta tal cual.
Libros y tebeos
La exposición ocupa dos salas. La primera de ellas, nominada Érase una vez…, está dedicada a la literatura infantil y juvenil a través de una variadísima serie de cuentos, libros juveniles y tebeos. La vista se recrea observando aquellas publicaciones troqueladas que marcaron una época. ¿Quién no se acuerda de la Enciclopedia Pulga, con sus títulos clásicos resumidos que nos abrieron el apetito por la lectura? ¿Cómo olvidar los diminutos cuentos de la bilbaina Editorial Fher? O las novelas juveniles de Salgari y Verne en ediciones de lo más rústicas. ¿Qué decir de los legendarios Cuentos de Calleja?
Joyas de la literatura infantil de una época pasada que dio comienzo en Francia en 1697 con Cuentos del tiempo pasado contados por la madre oca, de Perrault. Más tarde, en el Reino Unido, John Newberry publicó en 1744 el primer libro ilustrado para niños, El lindo librito de bolsillo, y en el siglo XVIII Félix María de Samaniego aportó las Fábulas en verso castellano o fábulas morales con títulos tan carismáticos como La lechera y La cigarra y la hormiga.
Las historias gráficas surgieron en las revistas ilustradas y publicaciones humorísticas. Los antecedentes españoles se remontan a finales del siglo XIX, correspondiendo su mayor auge a las dos primeras décadas de los años 20. Aparecen en los suplementos infantiles de distintos periódicos, si bien hay dos hitos editoriales que marcan una época: el TBO que aparece en 1917 y Pulgarcito en 1921. Posiblemente su origen haya que buscarlo en las aleluyas, aquellos pliegos de papel que contenían ilustraciones y un texto generalmente en verso con la explicación de una historieta. Aparecieron en el siglo XVI y gozaron de gran popularidad en el XVIII y XIX. El jabato, El guerrero del antifaz, Aventuras del FBI, Roberto Alcázar y Pedrín, El llanero solitario, Diego Valor… fueron publicaciones que gozaron de inmensa popularidad entre los chicos, mientras que las chicas se inclinaban por Florita.
Cómic vasco
La muestra bilbaína nos adentra también en el comic vasco, cuando a finales del siglo XIX aparecen chistes e historietas en algunos semanarios y, ya entrado en siglo XX, algunos diarios publican historias vascas. En 1918, en el periódico Eusko Deya ya aparecen las aventuras de Teles eta Niko con los clásicos globos de conversación. Entre 1935 y 1936 se publica la revista Poxpolin con el esquema clásico y algunos contenidos autorizados del TBO. Las consecuencias de la Guerra civil paralizan este tipo de publicaciones hasta que los PP. Capuchinos editan la revista Zeruko argia con el suplemento Pan Pin en los dialectos guipuzcoano, navarro-labortino y vizcaino.
Todo este material se ve ahora con una cierta melancolía, como aquellos nacimientos recortables, muñecas de papel a las que se podía cambiar de vestido simplemente con apretar unas pestañas, y, sobre todo, cromos de todo tipo, algunos aún dentro de sus sobres correspondientes. ¿Quién no ha hecho alguna colección de cromos en su vida? Sus orígenes hay que buscarlos en las primeras décadas del siglo XIX, cuando se produjo una gran expansión de la cromolitografía pasándose del blanco y negro al color y consiguiéndose unos preciosos troquelados. Se dice que quienes popularizaron los cromos fueron los panaderos y reposteros alemanes que los utilizaban en la decoración de tartas y bizcochos.
Juguetes de papel
La sala II se abre con una interrogación: ¿Jugamos a…?. Una muñeca de época nos da la bienvenida al universo de los juguetes de papel. Láminas de soldaditos recortables junto a vestidos, complementos de la otrora famosa muñeca Mariquita y un largo etcétera. Particularmente me quedo con dos magníficas representaciones de teatritos que cobran vida con luces e intérpretes de papel. Estos juguetes, surgidos en Alemania a finales del siglo XVIII, llegaron a España en la centuria siguiente, cuando la Editorial Paluzie, de Barcelona, trabajó en ellos desde 1865 hasta los primeros años del siglo XX. Seix Barral lanzó también El teatro de los niños, un juguete que hoy es muy considerado entre los coleccionistas.Capítulo aparte merecen los rompecabezas, puzles en lenguaje de hoy, cuyo origen fue casual. Un día de 1766, el grabador y cartógrafo londinense John Spilsabury, tuvo la idea de recortar uno de sus mapas por las líneas de sus fronteras para entretenerse después volviéndolas a juntar. Le gustó la distracción hasta el punto de hacer lo propio con ocho mapas más. Luego vendría la industrialización del invento hasta llegar a las multipiezas de hoy pasando por los tradicionales cubos con motivos diferentes en cada una de sus seis caras.
Si al interés que suscita todo este material se le añade una vistosa presentación en la que no faltan talleres para niños con reproducciones de antiguos tebeos a su alcance y proyecciones alusivas, puede imaginar el lector que estamos ante una exposición sumamente atractiva que a unos descubre un mundo nuevo y a otros nos hace suspirar de nostalgia.