Sala Ondare, de Bilbao, del 27 de abril al 30 de mayo de 2015

Ochenta y cuatro cuadros de muy distinto formato componen la Exposición Antológica 1948-2015 que se presenta en la Sala Ondare, de la Diputación Foral de Bizkaia, dedicada a Iñaki García Ergüín, calificado como el pintor bilbaíno por antonomasia. La muestra recoge todo el periplo artístico del artista que va desde 1948 hasta el presente. La obra de García Ergüín incide en temáticas muy diferentes, que van desde el tema taurino al deportivo pasando por el estrictamente teatral, ya que suyos fueron los decorados de algunas de las producciones operísticas del Teatro Arriaga. El pintor calcula que entre cuadros, bocetos y dibujos ha pintado unas seis mil obras. Sus trazos son característicos, por lo que su firma casi se hace innecesaria. Hay más: García Ergüín es una persona muy popular en Bilbao y, sobre todo, querida.

El hombre

Iñaki García Ergüín (Bilbao, 1934) carece de antecedentes artísticos. Su padre era linotipista de “El noticiero bilbaíno” y su madre ama de casa. Despertó al dibujo en la escuela, cuando sus maestros advirtieron que aquel niño tenía aptitudes. Con diez años asistió a la primera corrida de toros de su vida en la mañana de una jornada histórica como la que se vivió en Bilbao el miércoles 23 de agosto de 1944. Aquel día Manuel Rodríguez “Manolete” toreó dos corridas, una a la mañana, en aplazamiento de la suspendida por lluvia la tarde anterior, y otra por la tarde como le correspondía según el programa. Aquel espectáculo quedó grabada en la mente del pequeño hasta el punto de que, muchos años después, desarrollaría su arte en torno a esta temática con una magnífica serie de cuadros dedicados a faenas de los diestros Espartaco y Niño de la Capea, amén de distintos lances taurinos.

Tras cinco años en el seminario y una formación pictórica en la Academia de Pintura de la Universidad de Munich, García Ergüín expuso en la Sala Goya del Círculo de Bellas Artes de Madrid y tomó contacto con Vázquez Díaz que le marcó la línea a seguir en su carrera. Aquella muestra catapultó al bilbaíno que no duda al decir que ese fue su punto de partida profesional. Su fama pasó fronteras y su obra se dejó ver en Europa y América. Italia, México y más tarde Estados Unidos reconocieron al artista.

Su obra

La obra de García Ergüín no precisa de firma. Sus trazos son inconfundibles y se aprecian en cualquiera de sus cuadros que lo mismo retratan al recordado vendedor de periódicos bilbaíno “Alejandro” (130 x 97 cms.) en un magnífico óleo sobre tela,  que en “Toros” (114 x 146 cms.) perteneciente a la colección del Museo de Bellas Artes de Bilbao. Su paleta también refleja estampas de Zamora, Granada, Toledo y su Bilbao natal al que mira con cariño desde un punto y otro.  

Realizó para Iberdrola la serie “Deportes vascos” en la que plasmó el concepto de fuerza que la empresa quería transmitir como ejemplo del impulso que representa la energía eléctrica al mundo empresarial. Son cuadros con vida, como los que componen otra de sus series más logradas, la dedicada al mundo del jazz.

Acepta el reto de pintar los decorados de la producción que hace el Teatro Arriaga, de la ópera “Carmen” y aplica en ellos el misterioso tono ocre que caracteriza al artista. La obra se estrena en Bilbao y pasa a La Maestranza de Sevilla y al Carlo Felice de Génova. En las tres plazas llama la atención el trabajo del pintor. Tal es así que, de inmediato, le surgen contratos para otras dos producciones operísticas del mismo coliseo, “La boheme” y “Manon”, que cantó María Bayo.

García Ergüín es también autor de los logotipos del periódico “Deia” y del Athletic Club, entidad ésta última para la que realizó cuadros conmemorativos de aniversarios que, de inmediato, adquirieron enorme popularidad. Es más, llegó hasta a diseñar relojes que hoy son piezas de inestimable valor entre coleccionistas.

Retablos para templos

La obra de este artista se extiende también a distintos templos vizcaínos, entre los que destaco por su singular importancia el retablo realizado para la parroquia de San Antón. Esta iglesia, que figura en el escudo de Bilbao, fue sometida a una importante remodelación. Del retablo original sólo pudieron salvarse cinco tallas de gran valor. A García Ergüín le encargaron siete pinturas con las que completar el retablo. La obra acabada es hoy motivo de admiración. Si se observa el conjunto de la obra desde el fondo del templo difícilmente se distinguen las esculturas de las pinturas dado el relieve y la perfección que el artista puso a la hora de ensamblar ambos trabajos.

Otra de sus obras religiosas más destacadas es la titulada “La cena de Pascua”, veintitrés tablas que componen un retablo secundario en la iglesia de San Vicente, de Bilbao. El atrevimiento de la obra radica en que se trata de una Santa Cena vertical, apartándose del clasicismo de las versiones apaisadas que tal vez obedezcan a los cánones marcados por Da Vinci. El resultado de su ejecución no puede ser más impresionante: Un episodio que parte de un eje central vertical, una mesa trapezoidal en la que sitúa a Jesucristo encabezándola y a los lados a los apóstoles reclinados sobre el mantel y las viandas. El extremo inferior de la mesa coincide con el sagrario del altar. Los 23 cuadros, desde la distancia, constituyen una auténtica figura realista.

La exposición está organizada de forma cronológica y se detiene en las series temáticas que han marcado el devenir de su carrera. Hay retratos, carteles, dibujos, bocetos de su colección particular… También se puede ver una proyección en la que el artista comenta su obra. El propio artista acompaña a los curiosos en las visitas agrupadas que se llevan a cabo, al tiempo que cuatro conferenciantes abordan diversos aspectos de su trayectoria. Alberto López Echevarrieta, su bilbainismo; Juan Manuel Lumbreras recorre las galerías de arte de la capital vasca; Alfonso Carlos Sáiz de Valdivielso analiza su relación con la ópera y finalmente Carlos Bacigalupe nos pone al día del gran anecdotario que rodea al artista.