Moon Chung-Hee: «Yo soy Moon»
por Redacción
Huerga y Fierro editores, Madrid, 2014. Por Mª Ángeles Maeso
La poeta Moon Chung-Hee (1947) nació al final de la dominación japonesa en península coreana, sufrió en su infancia la guerra y realizó sus estudios universitarios bajo las dictaduras militares. El supuesto esplendor reciente de la economía coreana, que ha transformado una sociedad agraria en una industrial, es contemplado por la poeta con desconfianza, no sólo por el derrumbe de tradiciones culturales, sino por la imposición de rigores laborales asentados en la precariedad y menosprecio de la vida humana. De las heridas de este proceso hacia la modernización dan cuenta sus poemas.
Desde una conciencia social y feminista, arroja su mirada asombrada y formula las preguntas como quién eres persona, quién eres gente, quién, si se es mujer, trabajadora, madre, hija, abuela, activista, intelectual, poeta.
Ella remite al cuerpo las preguntas y el cuerpo se configura como territorio de observación, (Manifiesto de la flor) espacio en el que excavar para extraer señas de identidad sin escisiones entre el yo y el mundo. El cuerpo, que tiene memoria, soledad, gratitud, cansancio, enfermedad, deseos le da magníficos poemas, como Arroz frío, donde vemos a la poeta comer arroz atrasado recordando a las madres que se alimentaban de las sobras de la mesa; o en Cordón umbilical, cuyo tema, el nacimiento de un hijo, se nos presenta en un bellísimo canto de amor despojado de tópicos: “No lo llaméis momento más sagrado/Era un terror que te borraba el cielo. (…) En un ratito más/como un santo que se reintegra a la vida laica,/ vacilantes salieron de la sala del parto, oliendo sangre/una madre y su cría”
Moon mantiene en vivo la mirada asombrada, incluso cuando asocia lo dramático a la ironía, un tono que caracteriza su obra, aunque sea difícil percibirlo en la traducción, y que recuerda a veces la piadosa sonrisa de la poeta polaca Wislawa Szymborska.
Muestra de esto da el poema Paisaje con linterna fúnebre, que arranca del asombro que produce constatar la fuerza del cuerpo, aunque su reclamo suceda en el velatorio de la madre: “Mi mamá, aquellas lágrimas,/esa persona murió./Al anochecer ocurrió algo todavía más dramático: es que me dio hambre” Su lenguaje directo, materialista, procaz (“Les revelaré el secreto de que me salió una cola por mis nalgas”, Meneando la cola) consigue el milagro darnos instantes esencialmente líricos, en la línea del confesionalismo americano que tan bien conoce, para asentar una mirada propia, alejada del idealismo antropocentrista.
A fin de cuentas, dice ella: “La moralidad no es otra cosa que un amor que arde/ y no es distinta de vivir fiel al lenguaje del cuerpo,/ honesto y sin disimulos”. (En tono teatral)
Aunque sea una constante la imagen del desierto, las preguntas insisten: “Ningún lugar me sabe perfecto,/ Tampoco ha carecido de una puerta./Persona, ¿quién eres?/Mi amor, mi desierto.” (Para la persona); “Gente, que sabes respirar/ Con la serenidad del tacto de una estrella,/ Cuán fugaz eres para estar tan hermosa!” (A la gente).
Por debajo del silencio imprescindible, el cuerpo que muele café nos deja un sueño:
Sueño con un país, un país como una casa,
donde la gente de buen corazón,
vestida en blanco, como santos,
pero incapaz de leer una sola línea
de la Biblia o de las Escrituras Budistas,
labre en paz el campo.
Madre, yo aún sigo surcando la tierra seca” (Moliendo café)
Es una de las poetas de más renombre en el panorama lírico actual de Corea del Sur. Ha sido galardonada con importantes distinciones, entre ellas el Premio de Literatura Contemporánea, el Premio Literario Sowôl y el Premio Literario Yuksa. También recibió, en 2008, el Premio de la Asociación de Críticos de Arte de Corea en la categoría de Literatura. Suecia le entregó en 2010 el premio Cikada, que se otorga a los más representativos poetas asiáticos. Ha sido poeta invitada en universidades (Iowa, Venecia, Berkeley…) y ha participado en numerosas ferias de poesía internacionales (México, Frankfurt, Irlanda, Israel, Japón, Francia, Cuba, Macedonia…) Yo soy Moon es su primer libro editado en nuestro país. Tuve la suerte de compartir mesa y lecturas en uno de los muchos actos de la reciente Noche de los libros madrileña. Conocerla me hizo suscribir los versos finales de uno de los poemas de este libro que les recomiendo:
«Nunca la había conocido
mas me resulta tan conocida
esta mujer que son muchas”