«Fernando de la Quadra Salcedo, la poesía de la historia»
por Alberto López Echevarrieta
Editores Muelle de Uribitarte, Fundación Bilbao 700, 2014, 233 páginas
Dentro de su colección “Bilbainos recuperados”, la editorial Muelle de Uribitarte recoge en su último tomo la obra de Fernando de la Quadra Salcedo, un hombre que abarcó múltiples facetas, genealogista, historiador, pero sobre todo poeta. Su vida fue de lo más azarosa, contándose entre sus actividades la aspiración que tenía al trono de Navarra y, en su lugar, al de Andorra, según el magistrado, poeta y novelista José Ramón Blanco, autor de la biografía. De la Quadra Salcedo acabó sus días asesinado en un buque-prisión durante la Guerra civil española.
De antiguo linaje
“Fernando Tomás Sabino de la Quadra Salcedo y Arrieta Mascarúa Zabálburu y Garay vino al mundo el 30 de diciembre de 1889 en la torre de Zalla de los Salcedo, en el concejo vizcaino de Güeñes, pero se le puede considerar bilbaíno porque fue en esta Villa donde desarrolló toda su actividad”, asegura Blanco.
La actividad a que se refiere es la creación del Círculo de Bellas Artes, el Ateneo de Bilbao y la revista “Idearium” en la que colaboraron Miguel de Unamuno, Resurrección María de Azkue, Telesforo de Aranzadi, Arturo Campión, etc. Sus artículos sobre economistas y Economía merecieron el respeto del tiempo y, gracias a él, Bilbao tiene uno de los mejores callejeros. Siendo secretario de la Comisión de Monumentos de Vizcaya descubrió las cuevas de Basondo, en Santimamiñe, y es autor del primer trabajo sobre las mismas, continuado luego por otros investigadores.
“Abarcaba múltiples facetas, pero sobresalía como poeta. Decía que sus escritos estaban hechos para cantarlos en un castillo acompañados por un laúd. Sus libros “El versolari”, “El llanto de los Pirineos”, “El problema de las naves vizcaínas”, etc. son poesías de la Historia. Su amigo el periodista César González Ruano dijo que sus versos eran verdaderos documentos de la historia montañesa y encartada. Pero también se dedicó al estudio de la antigua historia de la literatura vasca”, añade Blanco.
Fantasía desbordada
Fernando de la Quadra confundía la realidad con la fantasía, voluntaria o inconscientemente. Sus trabajos, como “La primera vuelta al mundo” en torno a la expedición de Juan Sebastián Elcano, son obras de todo un humanista. Tuvo también una intervención en el teatro con un drama lírico situado en la Bizkaia del siglo XV historia de amor incluida con el fondo de luchas banderizas. “Era un hombre de una personalidad desbordante rayana en lo extravagante. En Bilbao tenía un instituto de investigaciones genealógicas en el que se dedicaba a hacer nobles a todos los ricos bilbaínos. Poco antes de la República consiguió el título de Marqués de los Castillejos, no así el marquesado de Cajigal prometido a González Ruano”.
Pero no fue éste el único intento que hizo, ya que al Barón de Beorlegui le quiso hacer rey de Albania. El linaje de Fernando era tal que aspiró nada menos que al trono de Navarra y luego, en un repliegue de modestia, postuló el trono de Andorra. Se consideraba descendiente directo de Íñigo Arista, el primer rey navarro conocido. Jocosamente Pío Baroja solía decir que Fernando “hablaba de sus parientes del Imperio Romano como cualquiera puede hablar de su tía de Alcalá o de su primo de Chinchón”.
Universidad vasca
“Otra faceta del personaje es que fue precursor de la Universidad Vasca, matiza Blanco. En una conferencia anticipó las líneas maestras de la Universidad del País Vasco: Debe ser vasca por su emplazamiento, por la procedencia de sus maestros y discípulos, y porque ha de tener como uno de sus objetivos el estudio del idioma euskérico, que no sólo es un derecho, sino una obligación imperativa para los vascos”.
Sin interesarle mucho la política se consideraba un monárquico fuerista. “Su muerte fue una trágica paradoja, una muestra más del sinsentido de las guerras. Fue fusilado a principios de la Guerra civil española en el barco-prisión Altuna Mendi junto a otros 35 presos”. Para Julio Caro Baroja “su fin trágico no correspondió a su carácter apacible”.