Javier Cercas: «El impostor»
por Mercedes Martín
Penguin Random House, 2014. 420 págs
¿Para qué contar una mentira que ya se sabe que es mentira? A simple vista, parece un acertijo, pero, ¿no es esto la Literatura? Este dilema es el que plantea Javier Cercas con El impostor.En 2005 el mundo entero descubrió a un farsante que durante treinta años (y activamente los últimos cinco) se había hecho pasar por un superviviente de los campos de exterminio nazis. Cuando Cercas se enteró del caso, se sintió fatalmente atraído por él. Fatalmente, porque aun suponiendo que el hombre fuera digno de lástima, no podía dejar de sentirse en cierto modo descubierto: ¿no era él mismo acaso un cuentista también, alguien que vive del cuento?
Pero no vayamos tan rápido: los novelistas no son personas que cuentan mentiras, son “cuentistas» profesionales, es decir que no pretenden decir la verdad y nadie les echa en cara que no lo hagan. Lo que ocurre es que este extraño personaje de la vida real, Enric Marco, es a la vez un personaje de novela (la novela que se inventó sobre sí mismo) y llegó tan lejos con sus “cuentos” que hizo llorar y reír, como un verdadero Zola o un Tolstoi, incluso a auditorios expertos, parlamentos, asociaciones, universidades. Sus historias inventadas estaban tan bien trabadas y parecían tan convincentes, que todos se paraban a escuchar, no uno ni dos, sino cinco años, pues desde 2000 empezó Marco a difundir su historia por todos los canales posibles, agrandándola cada vez. Uno no puede menos que pensar que no pudo hacer rodar esta bola de nieve él solo: los otros también hicieron su parte, lo escucharon, fueron embaucados… pero también se dejaron embaucar. ¿No querían vivir la zozobra y la catarsis de la tragedia? Al fin y al cabo, parece decirnos Cercas, esta ansia del ser humano por escuchar historias es la razón de que existan narradores.
Y a todo ello se refiere este libro, El impostor. Marco es solo una excusa de Cercas para hablar del oficio de narrar, del oficio de embaucar, de sus miserias y sus contradicciones. El autor de Soldados de Salamina hace un trabajo de investigación en torno a la biografía de Marco y el efecto que causó en todos. Medio mundo se hizo eco del engaño y se preguntó por las consecuencias. Las consecuencias, por supuesto, van más allá del arte y los caprichos de la narración, llegan a dañar la imagen de las asociaciones y herir a muchas víctimas, que se sienten ridiculizadas y ofendidas. Pero sospecho que el objetivo del autor no era regañar al infame Marco ni reivindicarlo. Me atrevo a pensar que lo que quería al escribir este libro era narrar al narrador, rizar el rizo y convertirse en el narrador de la narración por excelencia, que es la mentira. Al lector de a pie esto no le dice nada, pero al entendido, el que sospecha del oficio de escribir y sabe que el escritor contemporáneo siempre anda pinchando el globo de la Literatura con mayúscula, a costa incluso de la magia, a este le dice todo. Por todas partes Cercas repite las palabras de Marco, añadiendo la coletilla: “dice Marco” y a mí me parece que no hay mayor indicador de la parodia del narrador, una que quiere ir más allá de la parodia que hicieron Cervantes o Joyce, que se codea con el fraude y defrauda a la literatura, necesariamente. Y si no, lea el lector atento y juzgue por sí mismo.