Jesús Carrasco: «Intemperie»
por Mercedes Martín
Seix Barral, 2013. 224 págs
Jesús Carrasco tiene un impresionante bigote de morsa que luce más que su cara enjuta, sus delgados huesos, su calva poderosa… Y que da un toque extraño de disfraz a su mirada de niño asombrado. Intemperie es su primera novela, aunque lleva casi veinte años escribiendo “de manera privada”, como dice la solapa del libro.
Recuerdo a un profesor que yo tenía en la universidad, decía: uno escribe para ser leído. Jesús Carrasco parece escribir para sí, como un Juan de la Cruz encerrado en su celda mirando al cielo a través de un ventanuco remachado con una cruz de hierro. Sus personajes, dejados de la mano de Dios, deambulan por un desierto que bien puede ser Castilla en pleno verano, con los sesos recalentados y la tripa pegada al espinazo, sin otra meta que buscar una buena sombra, agua y alimento. La intemperie ocupa todas sus horas. El personaje principal, a través de cuyos ojos vemos, es el niño, que escapa de una amenaza cierta para caer en otra y que no alcanza a comprender la inmensidad de sus penas; cuya mirada en los momentos más duros yo me la imagino como la de San Pedro crucificado en el cuadro de Caravaggio, que tenía la mirada desencajada de quien no comprende el tormento al que lo someten.
Pero lo más interesante del libro no es el tormento que pasa el niño o el viejo, ni siquiera la solidaridad de ambos en medio de la penuria, sino el lenguaje que emplea Carrasco para describirlo todo como si fuera un trabajo de orfebrería, como si labrara hasta el mínimo detalle minúsculas joyas de piedra. De tal manera es así, que la trama permanece siempre al fondo, como el sol sobre el paisaje árido, y delante, en primer plano, la palabra precisa para cada instante, magnificada. Todos los sentidos alerta: los sonidos, el crujido de la tierra del camino, de las tripas, de la conciencia… Los colores, los olores, los sabores resaltados por una frase breve y afilada como una hoja de navaja que relumbra al sol. Decir más con menos, esa es la meta de Carrasco. En vista de que su novela tiene 132 páginas (en la edición digital) y nos golpea desde la primera, se puede decir que lo ha conseguido.