Hiperrealismo 1967-2013: Un grito de rebelión
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao del 7 de octubre de 2014 al 19 de enero de 2015
La exposición “Hiperrealismo 1967-2013” que acaba de inaugurar el Museo de Bellas Artes de Bilbao con organización del Instituto para el Intercambio Cultural de Tubinga (Alemania) y bajo el patrocinio de BBK Fundazioa, está considerada como una de las más completas de cuantas se han preparado hasta la fecha sobre este movimiento artístico. Sesenta y ocho obras cuelgan en la pinacoteca vasca representando a tres generaciones de artistas emblemáticos como Don Eddy, Richard MacLean, Ralph Goings, Anthony Brunelli, Davis Cone, Randy Dudlye, Guz Heinze, Robert Gniewek, Bernardo Torrens, etc. Un repaso de las obras presentadas permite comprender el sentido de esta manifestación cultural iniciada a finales de la década de los años 60 en Estados Unidos como una alternativa al pop-art.
Fotorrealismo
El hiperrealismo, también llamado fotorrealismo, es una forma de expresión artística consistente en plasmar sobre el lienzo motivos con una precisión tal que nos haga dudar de si lo que se nos muestra es una foto o una pintura. La técnica es clara: Se proyectan las fotos sobre el lienzo y, con ayuda de finas plantillas y aerosoles o pistolas pulverizadoras, se pinta sobre éste de forma tan detallada que parezca real. En su momento, este movimiento rompió esquemas y vino a dar de lado al pop-art.
Diez años de trabajo ha necesitado el Dr. Otto Letze, director del instituto alemán y comisario de la exposición, para reunir las obras que ahora se pueden ver en Bilbao en una muestra alabada por el esmero con que se presenta. Uno de los grandes aciertos es el de la cronología utilizada y que permite al observador captar claramente la evolución del hiperrealismo a través de los tiempos. “Ésta es la primera gran retrospectiva europea que se hace de este movimiento, asegura el Dr. Letze, porque reúne en tres sectores las etapas en que se divide: Fundadores, mantenedores y últimas tendencias”.
Las tres etapas del movimiento
La primera generación está representada por dieciocho artistas importantes que continúan activos principalmente en Estados Unidos. Es curioso porque todos ellos empezaron a pintar de esta manera independientemente de sus lugares de residencia. Unos vivían unos en la costa Este y otros en la Oeste del continente americano y sin embargo utilizaron técnicas similares para llevar a cabo su obra. Cada uno fijó cinco fases para trazar su trabajo: Observar, ver, fotografiar, seleccionar y pintar.
Utilizaron cámaras analógicas para captar los motivos que luego, siguiendo las etapas descritas, plasmaban en sus lienzos. Así obraron Don Eddy, Ralph Goings, John Salt, David Parrish y Tom Blackwell que centraron su atención en coches y motocicletas, mientras Richard McLean, Richard Estes, Robert Bechtle y Robert Cottingham trataron de plasmar el ambiente de la vida cotidiana en el país del dólar a través de escenas exteriores. John Baeder mostró su predilección por las fachadas de edificios y Ralph Goings se especializó en interiores de cafeterías típicamente norteamericanas.
“Detrás de cada uno de estos cuadros hay un sentimiento de rebelión, señala el Dr. Letze. Un bodegón en la pintura clásica se representa con un jarrón con flores, unas frutas, una pieza de caza, etc. Pues bien, los hiperrealistas lo hacen a su manera, utilizando un bote de ketchup, un tarro de mostaza, tabasco, una salsera y servilletas. Es toda una declaración de principios, una provocación en sí”.
Los artistas de la segunda generación -la que comprende las décadas de los años 80 y 90-, siguieron las técnicas de los pioneros, apoyándose artísticamente en los logros de aquellos. En esta etapa ocurre un hecho significativo: La incorporación de artistas europeos, con lo que el movimiento se internacionaliza diversificándose los puntos de vista de las cosas e incluso la forma de representación de los temas. En este aspecto, los europeos han mantenido una posición más neutra. A Gus Heinze le da por las motocicletas y a Don Jacot por las naturalezas muertas. Pero siguen interesando los paisajes urbanos, tan presentes en la obra de Anthony Brunelli y de Randy Dudley. El español Bernardo Torrens se aparta de todos ellos para centrarse en la figura humana con incidencia en el desnudo femenino.
“Los artistas pertenecientes a esta segunda generación siguen la línea trazada por sus antecesores, pero cambian los temas, de la misma forma que los de la tercera, aprovechándose de los últimos avances tecnológicos, utilizan ya fotografía digital para hacer obras que se caracterizan por unas imágenes en alta definición que resultan muy detalladas y precisas, hasta el punto de que muchas veces se duda sobre la autenticidad de las pinturas”.
Son Robert Neffson, Ben Johnson, Clive Head y Raphaella Spence quienes buscan formas cada vez más complejas de interpretar sus cuadros. Tienen otras formas de representar los objetos. Ponen todo su interés en representar paisajes urbanos a gran escala y los pasan al lienzo con precisión milimétrica hasta el punto de hacer pensar que no son pinturas, sino fotografías. Los artistas hiperrealistas de esta tercera generación, la que llega hasta nuestros días, se sienten atraídos por otros motivos. Roberto Bonardi, por ejemplo, hace bodegones, mientras Yigal Ozeri plasma retratos a su manera y Peter Maier se decanta por los automóviles.