El museo del Prado y los artistas contemporáneos
por Alberto López Echevarrieta
Museo de Bellas Artes de Bilbao, del 23 de septiembre de 2014 al 12 de enero de 2015
Cincuenta obras de 24 pintores de diferentes generaciones, estilos y técnicas componen la exposición “El Museo del Pardo y los artistas contemporáneos” que presenta el Museo de Bellas Artes de Bilbao. Todas ellas tienen algo en común: Basan su temática en trabajos de clásicos que cuelgan en la pinacoteca madrileña. Son, por decirlo de alguna forma, homenajes que representantes de las nuevas generaciones tributan a sus antecesores. El interés de la muestra, patrocinada por Japan Tobacco International, reside principalmente en las particulares versiones que Chillida, Antonio Saura, Gerardo Rueda, Cristina Iglesias, Ouka Leele, Ramón Gaya, Eduardo Arroyo, Miquel Barceló y un largo etcétera hacen de quienes pueden considerarse cabeceras de la nómina clásica de El Prado.
Manet tuvo la culpa
Cuando Édouard Manet, en el inicio de las vanguardias modernas, fue al Museo del Prado para investigar el Siglo de Oro de la pintura española, trazó un camino que, sin ser nuevo, era concluyente: Había que redescubrir a los clásicos para interpretarlos con mentalidades modernas. No era nuevo este tipo de homenajes, puesto que antes ya lo había hecho por ejemplo el propio Rubens con su maestro Tiziano.
Tal vez basándose en este concepto, la Asociación de Amigos del Museo del Prado, que ya rondan los 27.000 afiliados, llevó a cabo en 1989 una experiencia muy curiosa: Ofrecer a una docena de artistas contemporáneos la oportunidad de homenajear a los clásicos de la pinacoteca madrileña cada uno con dos obras propias. Los elegidos –todos ellos varones- aportaron una labor cultural muy singular en la que no sólo se recopilaba una serie de nombres fundamentales en la pintura, escultura y la fotografía españoles, sino que además se conseguían unas obras de gran calidad por sí mismas. La recopilación de aquellos nuevos trabajos quedó reflejada además en un libro que tuvo gran trascendencia. Unos años más tarde, en 2007, con Miguel Zugaza al frente del museo madrileño, se retomó el tema preparándose una segunda colección, esta vez a cargo de otras tantas mujeres artistas de todos los estilos y con técnicas nuevas.
Con aquellos aguafuertes, aguatintas, serigrafías, litografías, fotografías, etc., se consiguió crear ese hilo conductor del arte que existe entre las distintas generaciones. “Ese camino se perpetúa, está claro, a pesar de los tiempos de rupturas, como ha sido el arte contemporáneo de los siglos XX y XXI”, señala Javier Viar, director de la pinacoteca vasca.
Velázquez, el más recurrido
La búsqueda de antecesor al que rendir pleitesía en el incomparable marco del Museo del Prado no debe resultar tarea fácil. Elegir entre Goya y Velázquez, por ejemplo, es como preguntar a un niño a quién quiere más, a su padre o a su madre. Y quien habla de Goya y Velázquez puede citar a otros muchos de la extraordinaria nómina de la pinacoteca.
“De entre las cincuenta obras que ofrecemos hay una gran mayoría que se ha inclinado por Velázquez. Puede que sea porque la primera tanda coincidió con una gran exposición dedicada al pintor sevillano”. La información la aporta Inés Cobo, comisaria adjunta de la muestra bilbaína. “Es el gran maestro de pintores. Hay una predilección por la pintura española del Siglo de Oro y también por la italiana del Renacimiento con Rafael y Fra Angelico como principales representantes”.
La exposición
El arte del siglo XX reflexiona en torno al pasado demostrando que siempre ha existido una relación entre artistas por encima de la época que a cada uno le ha tocado vivir. Ramón Gaya, el más veterano de los aquí representados, rinde pleitesía a Velázquez con su particular visión de “Las meninas” –“Agua para una infanta” y “El príncipe Baltasar Carlos” realizados con acuarela y gouache. El maestro sevillano inspiró también a Cristina Iglesias que aporta dos serigrafías muy en su línea tituladas “Vistas del jardín de la Villa Medici”. La misma fuente de inspiración guió a Antonio Saura en la cromolitografía “Doña Jerónima de la Fuente”, mientras que en “El perro de Goya” cumple con el de Fuendetodos.
Eduardo Arroyo aporta un aguafuerte y punta seca, “La criada de Teniers” y el aguatinta a la resina “Vanitas”. De Isabel Baquedano son la litografía a siete colores “La anunciación” y la serigrafía a diecinueve colores “Adán y Eva”. Miquel Barceló es autor de dos litografías a las que ha titulado “Acróstico de cabras I y II”. Andreu Alfaro dialoga con Rubens a través de “Las 3 gracias”. Eduardo Chillida, fiel a su trayectoria, explora el espacio dejándonos dos aguafuertes al azúcar, “Zedatu II” y “Zedatu IV”.
La movida madrileña está representada por fotografías con tratamiento digital de Ouka Leele en claro homenaje a Velázquez –“Menina liberada”- y a Rubens –“Mi cuerpo es mi territorio”-. Hay otras manifestaciones más líricas, como los aguafuertes y aguatintas de Albert Ràfols-Casamada, “Mañana” y “Tarde”. O los homenajes a Goya que hace Manuel Rivera con unas interesantes serigrafías. Y junto a ellos Carmen Calvo, Cristina García Rodero, Luis Gordillo, Carmen Laffon, Eva Lootz, Blanca Muñoz, Pérez Villalta, Isabel Quintanilla, Gerardo Rueda, Soledad Sevilla, Susana Solano y Gustavo Torner.
Al interés que suscitan los trabajos de todos estos artistas en sí se une una muy atractiva presentación.