María Pilar Queralt del Hierro: «Reinas en la sombra»
por Alberto López Echevarrieta
Editorial Edaf, Madrid, 2014, 202 páginas
La frase de Benjamin Franklin “Donde se celebra matrimonio sin amor, habrá amor sin matrimonio” ha sido ratificada a lo largo de la historia por la gran cantidad de ejemplos que se da entre monarcas con relaciones extramatrimoniales. Basta citar los nombres de Ana Bolena, Madame Pompadour, Lola Montes y la mismísima Camila Parker para darnos cuenta de que arrimarse a un soberano, sin tener en cuenta la ética o la moralidad, puede proporcionarles grandes prebendas. De todo ello se habla en el libro “Reinas en la sombra” que acaba de publicar la historiadora María del Pilar Queralt del Hierro. La selección de las veinte amantes y cortesanas que pasan por el cedazo de la escritora tal vez se quede corta por eso de que el lector siempre tiene en mente algún nombre por añadir. A fin de cuentas, lagartas las ha habido por los siglos de los siglos.
El libro
De entrada, “Reinas en la sombra” tiene tres virtudes fundamentales: Amenidad, documentación y el interés propio que suscita este tipo de historias “secretas” de los reyes. Tal vez alguien opine que esto roza el morbo, pero lo cierto es que muchas de las amantes de los monarcas ejercieron una gran influencia en decisiones de Estado, por lo que sus relaciones adquieren un carácter público y político.
La amenidad de la escritora ya es conocida a través de otros libros suyos anteriores –“Las mujeres de Felipe II”, “Isabel de Castilla”, “Inés de Castro”, etc.-, así como su metodología documental que nos es dada en este caso a través de una abundante bibliografía final. Me dice que ha tardado un año sólo en escribir estas veinte historias que se remontan a etapas diferentes de la historia, si bien es imposible calcular la labor de documentación que lleva un trabajo de este tipo.
“Las cortesanas no eran exactamente prostitutas palaciegas, aunque ciertamente algunas estuvieron movidas solo por la ambición como Lola Montes o Madame Lupescu. Por lo general eran mujeres cultas e inteligentes que aportaban a los monarcas mucho más que sexo. De ahí que las denomine “reinas en la sombra” porque algunas como Leonor de Guzmán, por ejemplo, o la marquesa do Santos llegaron a disfrutar de un gran poder político”. Algunas estaban fascinadas por eso que se ha dado en llamar “la erótica del poder”, si bien otras aportaban amor a matrimonios de Estado carentes de él.
“Me he centrado en las amantes de los monarcas porque no hay que perder de vista que, hasta el siglo XX, los matrimonios reales eran meros pactos políticos y el amor entre los conyugues brillaba por su ausencia. Este vacío emocional de los soberanos lo llenaban sus amantes y la reina era simplemente un vientre fértil para garantizar la sucesión. Piense que no son solo historias pasionales, sino –en muchos casos—auténticas historias de amor”
La clase de la Pompadour
La autora reconoce que tiene debilidad por Madame Pompadour porque fue una mujer culta, delicada y emprendedora que amparó y financió la magna obra de la Encyclopèdie y dio impulso a diversas manufacturas reales como, por ejemplo, la de porcelana de Sèvres. Es más, cuando su relación con el rey acabó, supo mantener su amistad y pasar a ser su mejor consejera. Otras muchas han quedado en el tintero: “La Calderona”, amante de Felipe IV de España; Madame de Maintenon, favorita y luego esposa secreta de Luis XIV; Nell Gwynn, amante de Carlos II de Inglaterra; Ninon de Lenclos, cortesana de la corte de Luis XIII, etc.
“La última en el tiempo que incluyo es Camila Parker. Mi propósito era “cortar” en el siglo XIX, –no olvidemos que es un libro de historia– pero por sugerencia de mis editores me “alargué” hasta el siglo XX. A Camila la incluí porque su caso es muy particular ya que incidió directamente en la popularidad de la monarquía británica pese a que, según se dice, es la mejor aposentada de Europa y, posiblemente, sea la responsable de que la cadena sucesoria se salte un eslabón y a Isabel II la suceda William, duque de Cambridge”.
Alguna lo logró
Todas estas mujeres tuvieron poder, pero quienes mejor lo ejercieron fueron las que consiguieron salir de la sombra y acabar por contraer matrimonio con el soberano. Por ejemplo, la portuguesa Leonor Teles. Otras, como Elena Sanz, la amante de Alfonso XII con quien tuvo dos hijos varones que podrían ser considerados como tíos-abuelos de Juan Carlos I, se limitaron a vivir sus limitaciones en el exilio con una asignación del soberano mientras éste vivió. Curiosamente, a Verónica Franco, amante de Enrique de Valois, le denomina la autora “la cortesana honesta”. ¿Puede hablarse de honestidad en el caso de estas trepadoras?
“No las juzgue tan mal… No siempre fueron trepadoras sin escrúpulos. Las “cortesanas honestas” eran una categoría dentro del rígido e institucionalizado escalafón de las prostitutas venecianas. Eran mujeres cultas, refinadas –la propia Verónica Franco escribió espléndidas poesías—que tenían como misión acompañar a los grandes señores de la corte del Dux. Estaban obligadas, pues, a dar conversación y compañía, además de sexo. De ahí el adjetivo de “honestas”.