ARISSA. La sombra y el fotógrafo, 1922-1936
por Ángela Rubio
Espacio Fundación Telefónica hasta el 28 de septiembre
La Fundación Telefónica nos acerca la figura de uno de los más importantes representantes de la vanguardia fotográfica española Antoni Arissa (1900- 1980). La Fundación hace años que inició una importante labor de recuperación de archivos fotográficos. Después de Luis Ramón Marín, Josep Brangulí y Virxilio Vieitez le toca el turno a Antoni Arissa. Los comisarios de la muestra, Rafael Levenfeld y Valentín Vallhonrat, han sido además los restauradores e investigadores del proyecto. De entre más de 3.200 negativos y positivos que se conservan -936 pertenecientes a la Fundación Telefónica– han seleccionado para esta retrospectiva, los que a su entender definen y sintetizan mejor la obra del fotógrafo. Las obras que componen esta exposición proceden principalmente de la Fundación Telefónica, del Institut d´ Estudis Fotogràfics de Catalunya, de préstamos de institucionales como el Museo Nacional de Arte de Cataluña o el Museo Universidad de Navarra sin olvidar la generosa aportación de la familia Arissa.
Normalmente no se nos cuenta lo que llevan detrás los proyectos de comisariado. En este caso Levenfeld y Vallhonrat merecen que se explique un poco más el afán riguroso con el que han acometido este proyecto: limpieza de superficie, digitalización de alta resolución y restauración digital como tratamiento previo a la realización de los tirajes positivos. Han tratado de mantener la fidelidad tonal y de estilo en las nuevas impresiones realizadas sobre papeles de algodón y han empleado pigmentos naturales, se ha efectuado una emulación de los papeles mate y texturados con los que trabaja Arissa. Del mismo modo se han analizado y reproducido las coloraciones de las emulsiones y virados a los que el autor sometía a sus copias originales. No se han olvidados de cotejar la datación y características de las obras seleccionadas para la muestra con las publicaciones de su periodo de actividad. Se conservan escasos tirajes en papel efectuados por el autor, no obstante tenemos la oportunidad de ver 26 vintages.
La exposición está articulada en tres bloques estilísticos los cuales se sucedieron cronológicamente aunque no de manera estrictamente lineal ya que en algunos momentos llegaron a solaparse. Arissa opostó por el Pictorialismo después evolucionó por soluciones visuales de la modernidad para finalmente decantarse por la Nueva Visión dentro de las vanguardias fotográficas, que es donde mejor se sintió y lo que más caracteriza su obra.
Arissa pictorialista 1922- 1928
El Pictorialismo como movimiento había surgido alrededor de 1890 con el fin de obtener el reconocimiento de la Fotografía como una de las Bellas Artes. Con la aparición, en 1888 de la primera cámara Kodak proliferaron fotógrafos que se dedicaron a documentar y describir la vida familiar y la bullicie urbana de manera espontánea. Los pictorialistas consideraron esto vulgar y quisieron desmarcarse y diferenciarse de esto. Como inspiración recurrieron a movimientos artísticos como el Pre-Rafaelismo el Simbolismo incluso Arts & Grafts y crearon un mundo preciosista con ensoñaciones llenas de misterio y atmósferas casi táctiles. Los primeros impulsores del Pictorialismo nacional fueron la Real Sociedad Fotográfica de Madrid. En 1922 Arissa funda en Barcelona junto a Josep Girabalt y Lluís Batle la Agrupación Fotográfica Saint Victor con la finalidad de fomentar el Arte fotográfico.
En la primera parte de la exposición Arissa nos ofrece excelentes ejemplos del ideario estético pictorialista con escenas rurales, paisajes bucólicos, labriegos como reflejo de las duras tareas que soportan los trabajadores del campo, niños en cuyos ojos apreciamos que son almas buenas, niños perdidos u otras escenas que son preparadas recreando cuentos de Perrault o los Hermanos Grimm. En estas primeras obras nos maravillamos por la técnica pictorialista, incluso nos acercamos a la obra preguntándonos “¿Esto es fotografía o dibujo? Arissa aquí utiliza filtros que difuminan la imagen y positiva con papeles similares a los empleados por el dibujo o el grabado, es por esto que tiene apariencia de tal.
En 1928 abandona el Pictorialismo puro y aunque mantiene temáticas narrativas y simbolistas comienza a introducir soluciones visuales encaminadas a la modernidad. Del Straight Photography, movimiento agrupado en torno al maestro Alfred Stieglitz y otros disidentes del Pictorialismo, asimiló nuevas técnicas visuales que anticipan el culto por lo mecánico de la época, pero sobretodo influirá mucho en su obra la fotografía de vanguardia centroeuropea de entreguerras. La gran figura fue Lázlo Moholy-Nagy (1895-1946) al que PHotoEspaña y El Círculo de Bellas Artes le dedicaron una gran exposición en 2010. Éste buscó liberar la visión fotográfica de las pautas burguesas proponiendo un nuevo lenguaje fotográfico incorporando en sus fotografías tomas cenitales, picados, contrapicados, uso continuo de diagonales y de sombras. Esto último será uno de los sellos distintivos de la obra de Arissa.
Arissa y la Nueva visión 1930-1936
En las obras seleccionadas para ilustrar este periodo podemos ver los elementos que caracterizan su obra: perfecta organización visual, las angulaciones atrevidas y forzadas que aportan movimiento al tiempo que equilibran las composiciones y sorprendentemente en algunos casos incluso, estabilizan la imagen. La iluminación es otro elemento esencial en su obra, en realidad es o debe serlo para cualquier fotógrafo ya que practican el arte de la luz. Esta luz es directa, envolvente, contrastada creando claroscuro como en el retrato de las niñas sentadas en un banco leyendo, creadora de volúmenes y formas como en Grito I y Grito II hacia 1935 o en las cerezas sobre el frutero y mesa de 1930. Arissa utilizó brillantemente la luz, haciéndola desaparecer y aparecer a su antojo creando así sombras. Pronto descubrió el valor estético y conceptual de la sombra llegando a elevarla a la categoría de figura. La sombra en muchas de sus obras estructura la imagen hasta ser incluso, más importante que la figura ”real” como sucede en la fotografía en la que aparece un camarero de espaldas sosteniendo una bandeja con botella y dos copas o en la fotografía del interior en cuya pared se proyectan los vanos siendo esta proyección más importante que la escultura que está en el interior casi en penumbra.
Quisiera destacar una fotografía en la que aparece un maletín-caballete portátil de pintor en la que únicamente se ven las manos y los pinceles, no vemos al hombre que los sostiene quien aparece proyectado como un espectro sobre el papel. Esta obra a parte de definir la sombra establece una similitudentre pintor y fotógrafo, el primero crea imágenes con los pinceles y pigmentos y el fotógrafo lo hace con la cámara y la luz; diferentes medios pero en ambos casos se necesita talento. Este talento hizo que lo minúsculo y sin importancia con él cobrara especial presencia, no necesitó grandes monumentos o viajes exóticos para buscar fascinación. Esta la encontró en su propia casa, en los pequeños objetos que con una “nueva visión” se transforman en secuencias llenas de encanto como la de su hija descubriendo un reloj en un cajón, introduciendo así acentos emocionales, encontró fascinación también en su jardín, en un escaparate de la ciudad o en un simple trabajo de asfaltado, incluso en meros elementos tipográficos tan importantes en su biografía. La grandeza de sus imágenes reside en su visión.