“À la rencontré des Bululs”
por Alberto López Echevarrieta
Museo Grand Curtius, Lieja, Valonia, Bélgica, del 13 de junio al 31 de agosto de 2014
Fruto de su interés por la antropología, Raymond Machiels –MAC para los amigos- ha conseguido reunir una importante colección de ídolos utilizados por diferentes tribus en los parajes más remotos de Filipinas para exponerlos en el Museo Grand Curtius de la capital valona de Lieja bajo el título de “À la rencontré des Bululs” (Al encuentro de los Bululs). La muestra nos traslada emocionalmente a lugares tan lejanos como desconocidos y nos habla sin palabras de las creencias que aún están en vigor para conseguir, por ejemplo, una buena cosecha de arroz. Son dioses protectores profundamente arraigados en las tribus diseminadas en lo más recóndito de aquellas islas del Pacífico. La exposición, ubicada en una de las pinacotecas más importantes de Europa, tiene por tanto un enorme interés etnológico.
Un aventurero con visión
En cuanto Raymond Machiels (Bruselas, 1956) acabó sus estudios artísticos se enroló en una de sus pasiones favoritas, recorrer el mundo y descubrir sus etnias. Este interés le llevó a convivir con nativos de Mongolia, Congo, China, Marruecos, Birmania, Cuba y, sobre todo, las islas Filipinas, donde pasó de tribu en tribu tratando de descubrir los misterios rituales de las gentes del entorno rural.
Un viaje a través de sus montañas dio como resultado la toma de contacto con pueblos para los que el tiempo se detuvo un día y así siguen. Lo ignoto de los lugares recorridos le hizo pensar que, a pesar de las vicisitudes históricas por las que ha pasado el país incluida una guerra mundial, aún no se han roto los vínculos de los filipinos con su ancestro. Una de las tribus más perdidas en el tiempo es la de los ifugaos tremendamente apegada a creencias antiquísimas que han sido guardadas en la inmensidad de los bosques isleños por medio de canciones rituales trasmitidas por la figura del mombakit o chamán, guardián de las tradiciones.
Los bululs
Para los ifugaos, el bulul es el dios más importante de su cultura porque protege el cultivo del arroz y simboliza la prosperidad. Esta divinidad antropomórfica establece una relación entre el mundo terrestre y el celeste a la que se consulta en caso de curaciones, acuerdos de paz, incluso en el curso del cultivo del arroz. Es, en resumen, el dios que influye en las fuerzas sobrenaturales.
Las grandes tallas de bululs pertenecen por lo general a las regiones de Hapao y Humgduan, mientras que las pequeñas se localizan en Lagawe y Pat-Yay. Cuando se lleva a cabo la recolección del arroz, dos veces por año, se sacan estos ídolos de los graneros plantándolos en las terrazas de cultivo a fin de que favorezcan las cosechas. La exposición que nos ocupa tiene el atractivo del lugar donde se encuentra, el palacio Curtius, a orillas del río Mosa en la localidad valona de Lieja (Bélgica), una edificación levantada por el industrial Jean de Curtius, en su tiempo vendedor de armas a la corte española. Los ídolos, al alcance de los visitantes, presentan unas características fuera de lo comunes como corresponde a su rito de realización.
En su momento, cada una de estas figuras fue encargada a un escultor por el propietario de una terraza arrocera previa consulta al mombakit, quien decidió de qué árbol iba a salir la madera para la talla del bulul. Una vez abatido, el tronco fue llevado al arrozal donde el artista procedió a la realización de la escultura.
El proceso de la talla de estas imágenes han tenido siempre un halo de magia, ya que durante el mismo se establecen unos rituales que alcanzan su momento cumbre cuando el chamán lo reviste de sangre de pollo, cerdo o búfalo. El color final se lo proporciona una capa de hollín con la que se recubre el ídolo. Plegarias y fórmulas hechiceras completan la puesta a punto de la figura en todo su esplendor. El bulul tiene ya los poderes necesarios para proteger a su dueño.